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Interioridad, unicidad, libertad y conocimiento


Enviado por   •  7 de Noviembre de 2016  •  Apuntes  •  4.752 Palabras (20 Páginas)  •  748 Visitas

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RASGOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA (I)

TEMA 3 - INTERIORIDAD Y UNICIDAD: LIBERTAD Y CONCIENCIA.

Por “persona” entendemos los rasgos comunes, fundamentales, que nos definen como hombres/mujeres y cuyo desarrollo asegura nuestra realización. Pero como vimos, la imagen de Dios en el hombre no está tanto en tal o cual rasgo o valor humano, cuanto en el hecho de que esos valores humanos se abren hasta Dios.

Si como vimos, la imagen de Dios es esa especie de “semilla divina”, esto supone que el ser humano ha de ser una tierra privilegiada donde la semilla divina pueda anidar y germinar (o frustrarse). Esto supone también una capacidad de poder recibir esa Plenitud en el ser humano, en cuanto creatura racional, amorosa y libre. Una capacidad que pertenece a la noción misma de hombre, aunque no pertenezca a esa noción el que dicha capacidad haya de actuarse necesariamente.

Vamos a ver en los temas que siguen esos rasgos comunes y fundamentales que nos definen como persona.

INTERIORIDAD Y UNICIDAD DEL HOMBRE

La filosofía tradicional se refiere a la interioridad cuando define a la persona como un ser capaz de pensar y obrar conscientemente y de decidir en forma autónoma (libre). Entonces: interioridad = conciencia y libertad.

La interioridad fundamenta la unicidad del hombre, el hecho de que no sea “un ejemplar multicopiado” de una especie determinada (perro, conejo…) sino que cada uno tenga una manera rigurosamente singular de ser persona. Entonces: unicidad = ser únicos.

Los animales, “individuos” pertenecientes a una especie, se definen por las características de la especie. Son modificaciones de “lo mismo”. También el hombre es un individuo, porque también él pertenece a una especie determinada. Pero al añadir que el hombre es “persona”, se afirma que cada uno, como sujeto, realiza la especie “hombre” de un modo irrepetible e irremplazable. No parece existir “el hombre”, sino únicamente “hombres”: la Madre Teresa y Hitler, Atila y San Martín, vos, yo.

En la esfera humana cada uno es único, idéntico, diferente, inconfundible, no sumable dentro de una especie, no sustituible por ninguna otra persona. Cada uno es igual a sí mismo y nada más. Soy el único en ser yo.

Cada hombre es una creación única e individual de Dios. Una persona no es un número en un conjunto, ni un eslabón en una cadena. Cada hombre es un ser a quien Dios crea, llama y conoce “por su propio nombre”. Los hombres no estamos hechos en serie, sino “en serio”. Lo que tengo o hago, lo puede tener o hacer otro; pero lo que yo “soy”, nadie más que yo puede serlo.

Veamos a continuación estas dos características que constituyen la interioridad y, por lo tanto, la unicidad de la persona: libertad y conciencia.

LA LIBERTAD

Dijimos que la interioridad es lo que fundamenta la unicidad del hombre, es decir, el hecho de que sea único. Sobre todo el hecho de la libertad, el ser dueño de la propia individualidad y de poder moldearla: esto es lo que lo va configurando y diferenciando de los demás.

Básicamente el concepto de libertad tiene tres niveles relacionados y complementarios:

  • La posibilidad real de poner en práctica la libertad, lo que puedo hacer (LIBERTAD EXTERIOR).
  • La capacidad de elección, la capacidad de elegir lo que quiero hacer dentro de lo que puedo hacer (EL LIBRE ALBEDRÍO).
  • La posibilidad de elegir lo que quiero realmente ser, lo bueno, lo que me hace más pleno, más-humano, más feliz (LIBERTAD INTERIOR, LA LIBERTAD EN SU SENTIDO MÁS PLENO).

LIBERTAD EXTERIOR (lo que “puedo” hacer)

Libertad exterior o libertad de hacer, o libertad de ejecución, es una situación en la que no existen trabas, presiones, impedimentos, estorbos “exteriores” o “interiores” que pongan freno al libre albedrío. En este grupo caben las siguientes:

  • La libertad física que es la capacidad de podernos mover de un lugar a otro, de circular libremente, sin que ninguna fuerza externa nos lo impida (cárceles, cadenas, fronteras...).
  • La libertad moral: lo que es lícito o ilícito, lo que me está permitido, y lo que no. Por ejemplo: gozo de libertad física para envenenar al vecino, pero no de libertad moral (me está prohibido).
  • La libertad civil, política, religiosa, etc. De ellas gozo cuando no existen leyes dictadas por la autoridad que traban mi libre acción (libertad de asociación, de prensa, de opinión, etc.).[pic 1]
  • La libertad social: es ausencia de influjos sociales que me inclinen fatalmente en una dirección sin que yo lo advierta (manipulación de la propaganda, ambientes corrompidos, modas, ideologías, consumismo, masificación, etc.).
  • Libertad ascética: de ella goza el que domina sus instintos, sus pasiones, para que no se conviertan en estorbo para ser feliz. Así por ejemplo, cuando una persona puede dominar la pereza, la gula, la ira, el impulso sexual, etc., en lugar de ser dominado por ellos.

Se requieren, por cierto, estas libertades exteriores, porque el libre albedrío necesita un espacio para su pleno desarrollo.

LIBRE ALBEDRÍO (lo que “quiero” hacer)

Se la llama libertad de querer, o libertad de elección y se la puede definir, provisoriamente como “el poder que tiene el hombre de obrar o no obrar, de hacer esto o aquello, cuando ya se dan las condiciones requeridas para obrar”. 

El hombre, puesto ante un abanico de posibilidades, de valores (bien limitados), no está determinado por su naturaleza, ni es atraído fatalmente por uno de los valores en juego, sino que puede autodeterminarse por uno de ellos. En este dominio sobre los actos consiste la libertad interior.

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