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JESUCRISTO, EPIFANÍA (MANIFESTACIÓN, REVELACIÓN) DEL DIOS TRINITARIO Y DEL HOMBRE QUE QUIERE DIOS


Enviado por   •  9 de Noviembre de 2018  •  Ensayos  •  2.032 Palabras (9 Páginas)  •  157 Visitas

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JESUCRISTO, EPIFANÍA (MANIFESTACIÓN, REVELACIÓN) DEL DIOS TRINITARIO Y DEL HOMBRE QUE QUIERE DIOS

A)  ALGUNOS ASPECTOS DEL MINISTERIO PÚBLICO DE JESUCRISTO

1º)   Situación política de Israel en tiempos de Jesús

        Los judíos estaban bajo la ocupación y dominación del Imperio Romano, aunque Roma les permitía, como a todo pueblo ocupado por ella, cierto margen de actuación propia. Tenían un organismo interno judío encargado de dirigir este margen: el  Sanedrín. Éste era el organismo supremo interior al pueblo judío y su jefe supremo era el Sumo Sacerdote.  El Sanedrín era  competente para todas las cuestiones religiosas y civiles en el margen de actuación concedido por Roma. Se componía de 70 miembros, repartidos entre tres clases: los sacerdotes principales o alto clero judío, los ancianos, que eran las cabezas de las familias más influyentes de Jerusalén, y los escribas o teólogos juristas judíos. En tiempo de Jesús estaban muy unidas la religión y la política. Más concretamente, a la autoridad civil se la veía legitimada por Dios, si bien no por ello siempre iba a actuar de una indefectiblemente correcta en todos sus actos: bajo su responsabilidad caía obrar bien o mal.

        Roma vigilaba todo y se reservaba las decisiones más importantes, controlaba el orden público y lo mantenía  por medio de un ejército de ocupación, nombraba un representante político fiel al Imperio para el gobierno supremo civil, como también nombraba al Sumo Sacerdote, que debía igualmente ser fiel al Imperio, y se reservaba la condena a muerte por crucifixión. Ésta se aplicaba a los esclavos y  en casos extremos de revoltosos  políticos. Era la muerte más ignominiosa.

2º)  ¿Estuvo Jesús con forme con el “orden establecido” (= estado de cosas en su  

       tiempo y en su patria)?

        Para desarrollar este punto habría que ir viendo los distintos grupos sociales, la forma de actuar las autoridades civiles y religiosas y comparar el comportamiento de Jesús. No tenemos tiempo. Nos limitaremos a algunos aspectos directamente relacionados con el ministerio público de Jesús para ver la figura de éste. Son aspectos que interpelan al hombre de cualquier época y, por tanto, también a nosotros.

        El quiso cambiar el mundo, no estaba conforme con el “orden establecido”. Se pensaba que había dos maneras alternativas de actuar para vivir en un mundo mejor del que se estaba viviendo: separarse de la sociedad o intentar cambiarlo por medio de una revolución violenta. Jesús no sigue ni una ni otra, sino una tercera: transformarlo por medio de un cambio de corazón. Veamos brevemente cada una de  estas posturas.

  1. ¿Separarse de la sociedad?

Los que así pensaban se llamaban los esenios. Querían vivir más santamente que los demás y pensaban que la única manera de conseguirlo era no contaminarse de la maldad de los hombres, para lo que tenían que separarse de la sociedad, ir al desierto y vivir allí una vida en comunidad  parecida a la de un monasterio de nuestros días, como si estuvieran en un templo continuamente, rezando mucho y haciendo penitencia.

Jesús, en cambio, no se apartó de la sociedad, sino que vivió inmerso en ella, primero como carpintero, luego como predicador. Él no rehuía a los pecadores, sino que los buscaba amorosamente. Para aquella sociedad había dos clases emblemáticas de pecadores: los recaudadores de impuestos para el Imperio Romano (los “publicanos”) y las prostitutas. Uno de los publicanos famosos fue el que luego sería Apóstol San Mateo. Jesús come con los pecadores, lo cual en la mentalidad judía era signo de familiaridad, intentando ayudarles a convertirse. Él expresó su pensamiento de forma admirable en la Última Cena al orar al Padre así: “No te pido que los saques del mundo (a mis discípulos), sino que los guardes del mal”.  

         

                La manera ordinaria de ser cristiano, el modo de vivir el cristiano corriente, la de la mayor parte de los cristianos, es estar en el mundo codo a codo con el conjunto de los hombres, pero no teniendo como ideal al mundo, no siendo como el conjunto de la gente, sino mejor: Jesús decía de sus discípulos: “No son del mundo”, “son la sal de la tierra y la luz del mundo”. Si alguno tiene la vocación de retirarse del mundo (nosotros somos muy limitados, tenemos que conformarnos con imitar algunas facetas de Jesús, no podemos imitar todas: él nos desborda, unos tienen una vocación, otros otra, cada uno debe seguir la suya: ya dijimos en clase que las tres clases de vocaciones fundamentales son : la seglar =vivir cristianamente en las condiciones ordinarias de los hombres; la del ministerio apostólico =sacerdotes, obispos, papa; la religiosa =intentar adelantar en la medida de los posible la vida del cielo viviendo en comunidad y haciendo los tres votos de pobreza (=vida autera y comunidad de bienes), castidad (vivir célibe, no casado) y obediencia (no seguir cada uno su voluntad personal, sino buscar y decidir entre todos lo que se cee que Dios pide en cada momento) [ésta vida religiosa, dijimos, se divide en contemplativa = monjes y monjas llamadas de clausura, dedicados ambos fundamentalmente a la oración y a la penitencia, aunque ganando el pan de cada día con su trabajo, y activa: resto de religiosos y religiosas: trabajan con los demás: colegios, hospitales, asilos, el campo…]; si alguno tiene la vocación de retirarse del mundo (= vida religioso-contemplativa y eremitas), no es para despreocuparse de éste, sino para rezar más y mortificarse más por él, estando al tanto de lo que ocurre: ésta es su forma de contribuir a la mejora del mundo . Respecto a la penitencia, Jesús dice que hay que hacerla, pero no es necesario hacerla de forma tan excesiva como la practicaban los esenios: la vida tiene sus momentos alegres y sus momentos tristes, y de lo que se trata es de vivir ambas cosas santamente, no de estar un día y otro haciendo penitencia. En lo que respecta a la oración,  todos deben orar –hablaremos de la oración enseguida, en el apartado c-, pero no todos tienen tampoco la vocación de ocupar tanto tiempo en la oración como los esenios. Jesús oró y oró mucho, pero su vida fue muy activa, repetimos que como carpintero y predicador, el no fue un esenio.

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