La celebración de la eucaristía entre el permanente eclesial y la evolución cultural
Erick526Resumen8 de Junio de 2023
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LA CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA ENTRE EL PERMANENTE ECLESIAL Y LA EVOLUCIÓN CULTURAL
HACIA LOS ORÍGENES DE LA BENDICIÓN DE ACCIÓN DE GRACIAS (= EUCARISTÍA)
Los primeros vestigios de la oración eucarística parecen pueden encontrarse en las oraciones de bendición del Antiguo Testamento (cf. Gen 24,26; 14,19-20; Éx 18,9-12). Se trata de una exclamación doxológica de alabanza a Dios, que implica una «bendición» (= barak, berakah), es decir, un «decir bien», «elogiar», «reconocer» a alguien. Se suelen distinguir dos tipos de bendición: la de tipo ascendente, por la que el hombre bendice a Dios; y la de tipo descendente, por la que el hombre reconoce ser bendecido por Dios.
Los documentos más tardíos del NT, sobre todo Pablo, aluden a una oración de la primera comunidad apostólica en forma de alabanza y de acción de gracias (cf. 1 Tes 5,16-22; Flp 4,4; 6; 1 Cor 14,27; Col 3, 16; Ef 5,19...); en no pocos lugares pueden verse vestigios de textos litúrgicos (cf. Col 1,3-23; Ef 1,3-14,18-22; Flp 2,6-11...); y los mismos relatos de la eucaristía nos dejan ver un proceso de liturgización importante, que es necesario tener en cuenta para su correcta interpretación. No extraña, pues, que poco a poco se fuera pasando de la «fracción del pan» a la «eucaristía», y que, según parece, los pasos de este proceso fueran los siguientes: a) Eucaristía en medio del ágape fraterno (relatos de Le y 1 Cor), b) Eucaristía al final del ágape (1 Cor 11; relatos de Mt y Me?), c) Eucaristía y ágape separados, y en momentos diferentes, d) Eucaristía sin ágape. Esta evolución, que en el NT aparece insinuada, a partir del siglo n se testificará como ya consolidada.
CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA ENTRE EL SIGLO II-III
Desde los datos anteriores, las comunidades cristianas, tanto en Oriente como en Occidente, fueron elaborando textos de plegaria eucarística, dándose una gran variedad según autores y zonas de influencia (Oriente, Occidente), hasta llegar al siglo (iv)v, en el que se llega a una fijación del canon romano. Los tres testimonios más importantes de esta época son: la Didaché (finales del s.i); las descripciones litúrgicas de Justino (a. 150); la Tradición Apostólica de Hipólito (c.215-225).
Las fórmulas de bendición de la Didaché Como ya indicábamos en el capítulo anterior, la Didaché es uno de los testimonios más antiguos, que nos transmite diversas fórmulas de bendición sobre el pan y el vino.
Bendiciones en relación con la eucaristía, como claramente se ve en el cap. XIV, donde se habla de la necesidad de confesar los pacados para participar en el sacrificio.
Creatividad y eclesialidad eucarísticas: s. IV-VII
Las causas que motivan este proceso son diversas: el crecimiento de las comunidades y la necesidad de disponer elementos para la celebración; la natural tendencia a elegir lo mejor, superando la “improvisación litúrgica”
Las causas que motivan este proceso son diversas: el crecimiento de las comunidades y la necesidad de disponer elementos para la celebración; la natural tendencia a elegir lo mejor, superando la «improvisación litúrgica»
Las causas que motivan este proceso son diversas: el crecimiento de las comunidades y la necesidad de disponer elementos para la celebración; la natural tendencia a elegir lo mejor, superando la «improvisación litúrgica» de siglos anteriores; la necesidad de un cierto control de calidad y verdad, para evitar la difusión de textos compuestos por autores incompetentes y hasta heréticos, de los que se queja San Agustín.
Todo ello contribuyó de forma decisiva a la formación de los libros llamados “Sacramentarios”, que, recogiendo diverso material litúrgico eucarístico, se destinan y sirven para la celebración en las diversas comunidades. El más antiguo de estos Sacramentarios es el llamado “leoniano” o “veronense” (s. v-vi), que es una recopilación de “libelos” sin gran orden, donde se encuentran numerosos formularios de misas, a veces para un mismo día.
Los Sacramentarios son las fuentes más importantes de la liturgia romana, la manifestación y el fruto más claro de la creatividad eucarística.
La participación del pueblo
Durante los primeros siglos la participación del pueblo en la liturgia eucarística es por regla general activa y plena El pueblo conoce la lengua, y entiende lo que se dice y lo que se hace La eucaristía se celebra casi siempre con la presencia y participación de la comunidad, y se repite según las necesidades de la misma comunidad. La eucaristía era en verdad el momento del encuentro, de la fraternidad, de la comunión, de la identidad, de la participación en los símbolos (pan eucarístico, aceite de la unción), de la solidaridad con los enfermos, los catecúmenos y los penitentes. Por eso, participar era un «privilegio» y un motivo de alegría.
Crecimiento ritual y proceso de privatización: siglos VIII-XI
durante los siglos VIII-XI conocerá su mayor extensión, pero a la vez su principio de privatización con sus diversas manifestaciones.
“Exportación” y enriquecimiento de la liturgia romana
El Ordo I, al que sigue una larga serie de Ordines, es la copia de un modelo procedente de Roma, escrito en territorio anglosajón hacia finales del siglo vil. En él, junto con el resto de Ordines, se nos describe una liturgia de la misa estructurada en torno a tres movimientos o procesiones: la de entrada, culminada con la «colecta»; la de las ofrendas, concluida por la oración super oblata, y la de comunión, terminada por la oración de poscomunión. Junto a esto se nos habla de tres tipos de misa: la solemne o estacional, celebrada por el Papa; la presidida por el presbítero en el «título» o dominical, y la de un grupo menor, celebrada en circunstancias especiales
Disminución progresiva de la participación del pueblo
Si el privatismo sacerdotal eucarístico» es una causa importante, no menos importancia tiene la incomprensión del latín, como lengua litúrgica utilizada. Al ser trasplantada al imperio franco, la liturgia romana no cambió de lengua, porque también en él la lengua culta era el latín; pero precisamente por esto la entendía solamente una clase social reducida, identificada casi exclusivamente con el clero. Así el latín será la lengua sagrada que envuelve el misterio litúrgico, que viene a ser privilegio del clero, que aleja al pueblo de su participación externa en la eucaristía.
Consecuencia de todo ello es la disminución evidente de la participación del pueblo, como se manifiesta por estos tres hechos: el primero es la práctica desaparición de casi todos los servicios-ministerios litúrgicos desempeñados por laicos, puesto que los que antes existían (lector, cantor, acólito, ostiario...), ya a partir del siglo v-vi se clericalizan entrando a formar parte del iter hacia el sacerdocio, y viniendo a ser las llamadas «órdenes menores»
Explicaciones y primeras alegorías de la misa
La explicación simbólica alegórica, que tiene sus precursores ya en Padres como Teodoro de Mopsuestia o el Pseudo-Dionisio, viene a tener ya en estos momentos gran importancia Con ella se pretende explicar lo inmediato a través de un sentido oculto, al que remite y que le da sentido Era una forma de acercar al pueblo a la comprensión de la eucaristía, una vez producida la separación Amalarlo de Metz, fue el que primero desarrolló este método 49 Partiendo de que en el sacrimento del pan y el vino se encuentra presente la pasión de Cristo»
Descentralización celebrativa de la eucaristía en las explicaciones y en la participación: siglos XII-XV
Durante este periodo llega a un momento álgido la descentralización celebrativa de la eucaristía, en cuanto que el centro no se pone ya en la celebración del sacrificio, sino en la presencia del misterio, y lo importante no es la presencia de la comunidad, sino la misa del sacerdote, y lo decisivo no es la participación del pueblo en la eucaristía, sino en sus efectos.
Centralidad de la presencia real
El ansia de ver la forma, el deseo de contemplar el misterio, es lo esencial en la asistencia a la misa, y viene a equipararse con el acto de comunión. Más aún, a la visión de la sagrada hostia se le atribuye la percepción de los frutos de la misa, la liberación de males y enfermedades, y hasta milagros de diverso tipo. Tal era el afán por ver la hostia, que muchos fíeles iban de iglesia en iglesia sólo para contemplarla en la elevación, entrando inmediatamente antes y saliendo atropelladamente. Es en este contexto donde hay que explicar los numerosos signos y gestos de que se rodea la consagración y el tratamiento de las especies eucarísticas, tales como: inclinaciones, genuflexiones, signos de la cruz, costumbre de juntar y purificar los dedos, toque de campanas al momento de la consagración, toque de campanillas, incensación... Teniendo en cuenta que estas costumbres y piedad fueron cultivadas por numerosos teólogos y predicadores, y dado que corría paralela con una mínima participación activa en la misa, se comprende el que pronto la presentación al público de la sagrada hostia viniera a formar un rito distinto fuera de la misa: era la procesión solemne con la custodia, que daría lugar a la festividad del Corpus Christi, instituida el año 1246.
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