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PACTO DE LA CIRCUNCICIÓN

JCG0384U3 de Julio de 2013

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Pacto de la circuncisión. El pacto de la circuncisión se hizo en el año 1919 a. E.C., cuando Abrahán tenía noventa y nueve años de edad. Jehová lo hizo con Abrahán y su descendencia natural. Todos los varones de la casa, entre ellos los esclavos, tenían la obligación de circuncidarse; todo el que se negara a hacerlo sería cortado de su pueblo. (Gé 17:9-14.) Más tarde, Dios declaró que el residente forastero que deseara comer la Pascua (y de este modo unirse a Israel como adorador de Jehová) debía circuncidar a los varones de su casa. (Éx 12:48, 49.) La circuncisión fue un sello de la justicia que Abrahán tuvo por fe mientras estaba en su estado incircunciso y fue una señal física de la relación de pacto con Jehová de los descendientes de Abrahán a través de Jacob. (Ro 4:11, 12.) Dios reconoció la circuncisión hasta el fin del pacto de la Ley, en el año 33 E.C. (Ro 2:25-28; 1Co 7:19; Hch 15.) Aunque la circuncisión física se realizaba bajo la Ley, Jehová mostró repetidas veces que a él le interesaba más su significado simbólico, pues aconsejó a Israel que ‘circuncidase el prepucio de sus corazones’. (Dt 10:16; Le 26:41; Jer 9:26; Hch 7:51.)

La circuncisión bajo la Ley. La circuncisión era un requisito obligatorio de la ley mosaica. “Al octavo día [después del nacimiento de un varón] se le circuncidará la carne de su prepucio.” (Le 12:2, 3.) Era tan importante seguir este mandato, que se circuncidaba al niño al octavo día aunque este cayese en sábado, día de descanso observado estrictamente. (Jn 7:22, 23.) Algunos ejemplos de padres que estaban bajo la Ley y que hicieron fielmente que se circuncidara a sus hijos al octavo día son: los de Juan el Bautista, los de Jesús y los de Pablo. (Lu 1:59; 2:21; Flp 3:4, 5.) La Ley también requería que un extranjero se circuncidara para poder comer la Pascua. (Éx 12:43-48.)

Las causas de oprobio variaban según las circunstancias. Para un varón israelita del período del pacto de la Ley, la incircuncisión sería una causa de oprobio o deshonra. (Compárese con Jue 14:3.) Por eso, cuando poco después de cruzar el Jordán se procedió a circuncidar a todos los varones nacidos durante el tiempo que vagaron por el desierto, Jehová declaró: “Hoy he hecho rodar de sobre ustedes el oprobio de Egipto”. (Jos 5:2-9.) Parece que en Egipto se practicaba la circuncisión, de modo que esas palabras tal vez signifiquen que los egipcios ya no tendrían motivo para vituperar a los israelitas debido a la incircuncisión de muchos de sus varones. (Jer 9:25, 26; véase CIRCUNCISIÓN.) Por otra parte, la circuncisión era una “señal del pacto” entre Jehová y la descendencia de Abrahán. (Gé 17:9-11.) La circuncisión de la nueva generación crecida en el desierto (la generación mayor ya había muerto) suponía una reafirmación de su pacto con Dios. Concluidos los cuarenta años de vagar por el desierto, Dios volvía a mostrarles su favor; los había introducido en la Tierra Prometida y les iba a ayudar a conquistarla. Por lo tanto, si los egipcios se habían mofado en el pasado por creer que Jehová no podía introducir a Israel en la tierra que le pertenecía, entonces tenían que admitir su rotunda equivocación. La incircuncisión no era un oprobio para los cristianos bajo el nuevo pacto, fueran judíos o gentiles. (Ro 2:25-29; 3:28-30; 49:9-12; 1Co 7:18, 19.)

¿Por qué especificaba la Ley que se realizara la circuncisión al octavo día?

Jehová no lo explicó, ni tampoco era indispensable que lo hiciese. Sus caminos siempre son rectos y no hay duda de que sus razones son las mejores. (2Sa 22:31.) Sin embargo, en años recientes se han conocido algunas de las razones físicas por las que el octavo día era el tiempo indicado para la circuncisión. En la sangre no se encuentran cantidades normales del elemento de coagulación llamado vitamina K sino hasta del quinto al séptimo día después del nacimiento. Además, otro factor coagulante conocido como protrombina solo existe en cantidades de más o menos el 30% de lo normal para el tercer día, mientras que para el octavo día su proporción es más elevada que en cualquier otro tiempo de la vida del niño, pues alcanza el 110% de lo normal. De modo que el seguir las instrucciones de Jehová ayudaría a evitar el peligro de hemorragia. El Dr. S. I. McMillen hace la siguiente observación al respecto: “El estudio de la vitamina K y de la tasa de la protrombina permite deducir que el día idóneo para practicar una circuncisión es el octavo día [...], [el] día escogido por el Creador de la vitamina K”. (None of These Diseases, 1986, pág. 21.)

La circuncisión solía realizarla el cabeza de la casa, aunque no siempre era así. En tiempos posteriores la practicaba alguien designado y preparado de antemano para esta operación. En el primer siglo parece que llegó a ser costumbre dar nombre al niño cuando se le circuncidaba. (Lu 1:59, 60; 2:21.)

Los israelitas no circuncidaron a los varones recién nacidos durante los cuarenta años que vagaron por el desierto, de manera que, después de cruzar el Jordán, Josué hizo que todos aquellos varones fueran circuncidados con cuchillos de pedernal en Guilgal, y Jehová los protegió hasta que se recuperaron. (Jos 5:2-9).

VENTAJAS DE LA CIRCUNCISIÓN

La Academia Americana de Pediatras ha tenido que cambiar su postura sobre la circuncisión. En el año 1971 sostenía que no existía “ningún indicio médico válido” que justificase la circuncisión rutinaria de los varones recién nacidos. No obstante, estudios recientes han indicado la posibilidad de que la circuncisión ayude a evitar infecciones del riñón y de las vías urinarias, dolencias que pueden ser bastante peligrosas. Según cierto estudio, los niños que no habían sido circuncidados tenían once veces más probabilidades de contraer infecciones de las vías urinarias que los que sí lo habían sido. En la actualidad la academia pediátrica dice que la circuncisión “encierra posibles beneficios y ventajas médicos”. Aunque los cristianos no están obligados a cumplir la ley mosaica respecto a la circuncisión, los nuevos hallazgos sí indican que aquella ley resultaba en beneficios prácticos para los israelitas de la antigüedad que la obedecían.

¿Por qué no destruyó Dios a Satanás tan pronto como este se rebeló?

Satanás hizo surgir cuestiones serias: 1) Lo justo y correcto de la soberanía de Jehová. ¿Estaba reteniendo Jehová de la humanidad alguna libertad que contribuiría a la felicidad humana? ¿Dependía en verdad de que se obedeciera a Dios el que la humanidad pudiera gobernar sus asuntos con éxito y pudiera seguir viviendo? ¿Había sido poco honrado Jehová al dar a los humanos una ley que declaraba que la desobediencia conduciría a su muerte? (Gén. 2:16, 17; 3:3-5.) Por eso, ¿tenía realmente Jehová derecho a gobernar? 2) La integridad de las criaturas inteligentes para con Jehová. Debido a que Adán y Eva se desviaron, se planteó la pregunta: ¿Era realmente el amor lo que movía a los siervos de Jehová a obedecerle, o pudiera ser que todos abandonaran a Dios y siguieran el ejemplo que estaba dando Satanás? En los días de Job, Satanás dio más abundante desarrollo a esta última cuestión. (Gén. 3:6; Job 1:8-11; 2:3-5; véase también Lucas 22:31.) Estas cuestiones no podían resolverse simplemente ejecutando a los rebeldes.

No era que Dios tuviera que probarse algo a sí mismo. Pero para que estas cuestiones jamás volvieran a perturbar la paz y el bienestar del universo, Jehová ha permitido suficiente tiempo como para que se resuelvan hasta el punto de no caber duda. Que Adán y Eva sí murieron después de desobedecer a Dios se hizo patente a su debido tiempo (Gén. 5:5). Pero la cuestión abarcaba mucho más. Por eso, Dios ha permitido tanto a Satanás como a los humanos hacer la prueba de toda forma de gobierno de su propia hechura. Ninguno de estos ha traído felicidad duradera. Dios ha permitido a la humanidad llegar hasta el límite en la práctica de todo estilo de vida que no toma en cuenta Sus justas normas. Los frutos hablan por sí mismos. Como la Biblia verazmente dice: “No le pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso” (Jer. 10:23). Al mismo tiempo, Dios ha dado a sus siervos la oportunidad de dejar probada su lealtad a él mediante sus actos de obediencia amorosa, y esto a pesar de tentaciones y persecuciones instigadas por Satanás. Jehová exhorta así a sus siervos: “Sé sabio, hijo mío, y regocija mi corazón, para que pueda responder al que me está desafiando con escarnio” (Pro. 27:11). Los que demuestran que son fieles obtienen grandes beneficios ahora y tienen la perspectiva de vivir para siempre en perfección. Emplearán tal vida en hacer la voluntad de Jehová, Aquel cuya personalidad y cuyos caminos verdaderamente aman.

PRESCIENCIA, PREDETERMINACIÓN

Presciencia significa conocimiento de lo que ha de suceder o existir. En la Biblia, esta palabra tiene que ver principalmente, aunque no de manera exclusiva, con Jehová Dios, el Creador, y con sus propósitos. Predeterminación es la acción de determinar o decidir algo por anticipado.

Los términos griegos. Las palabras que por lo general se traducen por “presciencia” y “predeterminación” se encuentran en las Escrituras Griegas Cristianas, aunque estos mismos conceptos se hallan reflejados también en las Escrituras Hebreas.

El término “presciencia” traduce la palabra griega pró•gnō•sis (de pro, “antes” y gnō•sis, “conocimiento”). (Hch 2:23; 1Pe 1:2.) La forma verbal correspondiente, pro•gui•nṓ•skō, se emplea en dos ocasiones con referencia a los seres humanos: en el comentario de Pablo respecto a ciertos judíos que

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