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Prefiguracion De La Iglesia


Enviado por   •  7 de Julio de 2015  •  2.577 Palabras (11 Páginas)  •  307 Visitas

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LA IGLESIA ESTABA YA PREFIGURADA

DESDE EL ORIGEN DEL MUNDO

Las tres meditaciones siguientes se proponen contemplar, a la luz del misterio de la fe que es la Iglesia, la prefiguración de la Iglesia en el orden de la creación (véase, para lo siguiente, nuestras lecciones pronunciadas durante las Semanas de estudios superiores de Salzburgo, 1993, en P. GORDAN Led.], Lob der Erde liGraz-Viena-Colonia 19941, 3 1-62). La primera meditación se dedica a las relaciones entre el cielo y la tierra como prototipo que son de las dos dimensiones de la Iglesia, la cual es al mismo tiempo «la Iglesia de la tierra y la Iglesia llena de los bienes del cielo» (LG 8). Sigue una meditación especial sobre la Ecciesia de angelis, sobre el mundo de los ángeles como prefiguración de la Iglesia. La segunda meditación se dedicará a la «gramática» de la creación visible, cuyo lenguaje es hablado por la Iglesia. La tercera meditación, finalmente, estará dedicada a la divina Providencia, es decir, a la cuestión de cómo Dios conduce a término su plan previsto para la creación. El hilo conductor de las tres meditaciones es la catequesis acerca de la creación, tal como se contiene en el Catecismo de la Iglesia Católica.

PRIMERA MEDITACION

día primero

La Iglesia es el fin de todas las cosas

¡Santo Padre! ¡Venerables hermanos!

—La Iglesia es tan antigua como la creación. Más aún: en cierto sentido la Iglesia es anterior a la creación. «El mundo fue creado en orden a la Iglesia», decían los cristianos de los primeros tiempos. Los Padres de la Iglesia hablan de la preexistencia de la Iglesia. En el «Pastor de Hermas» (Visiones 2,4,1) la Iglesia aparece como una anciana: «Ella existía antes de que el mundo fuera, y el mundo fue creado para ella».

«Dios creó el mundo en orden a la comunión en su vida divina, "comunión" que se realiza mediante la "convocación" de los hombres en Cristo, y esta "convocación" es la Iglesia» (CIC 760). Finis omnium Ecciesia, la Iglesia es la finalidad de todas las cosas. Una conocida frase de Clemente de Alejandría sintetiza así esta visión: «Así como la voluntad de Dios es un acto y se llama mundo, así su intención es la salvación de los hombres y se llama Iglesia» (Paeciag. 1,6,27; citado en CIC 760).

La Iglesia es lo que Dios ha pretendido con la creación; es el verdadero fin de la creación, y llegará felizmente a su plenitud cuando, como dice el Concilio con los Padres de la Iglesia, «todos los justos, desde Adán, "desde el justo Abel basta el último elegido" se reunirán con el Padre de la Iglesia universal (Ecciesia universalis)» (LG 2).

«Desde toda la eternidad Dios contemplaba ya el totus Christus, la Iglesia. En ella se complacía; la Iglesia es la obra maestra de su misericordia. Desde el comienzo de la creación, Dios lo orientó todo hacia la realización de su Cristo» (MARIEEUGÉNE DE L’ENFANT JESUS, fe veux voir Dieu, Venasque 1988, 657). Si todo «fue creado en orden a Cristo» (cf. Col 1,16), entonces será cierto también que todo fue creado para la Iglesia, que es su cuerpo (cf. Col 1,18).

Esta grandiosa visión de la universalis Ecciesia apud Patrem como el fin verdadero de la creación y de todos los caminos que Dios quiso para ella, parece hallarse en contradicción con una visión mucho más modesta de la Iglesia, que se escucha también en la Lumen gentium. Ya dijo Pío XI: «Los hombres no fueron creados para la Iglesia, sino que la Iglesia fue creada para los hombres» (Alocución a los predicadores cuaresmales en Roma, el 28 de febrero de 1927; citada en H. DE LUBAC, Die Kirche. Eme Betrachtung [Einsiedeln 19681, 55).

Precisamente el Concilio Vaticano II presentó la imagen de una Iglesia que está al servicio, que no es capaz sino de reflejar la luz de Cristo: una Iglesia que —según una imagen favorita de los Padres de la Iglesia— se parece a la luna, cuya luz procede enteramente del sol: «Lumen gentium cum sit Christus. . .» (cf. H. RARNER, Mysterium Lunae, en ID. Symbole der Kirche, Salzburgo 1964).

La Iglesia es ambas cosas: es fin y medio; es intención suprema en el plano de la creación y, al mismo tiempo, es «como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano» (LG 1). En la Iglesia peregrinante comienza ya a hacerse realidad el plan de Dios para la creación; en la Iglesia consumada, este plan habrá alcanzado su meta. La creación consumada será la Iglesia consumada. Entonces se habrá desarrollado plenamente el sentido de la Iglesia: ser comunión con Dios—ser comunión de unas personas con otras en Dios. Si con el Concilio contemplamos a la Iglesia en esta perspectiva, entonces veremos que ella es ambas cosas: camino y meta; es, al mismo tiempo, signo y lo que ese signo significa, o, como decía la teología clásica de los sacramentos: La Iglesia es sacramentum (signo sagrado) y res sacramentí (realidad santa significada). Pero lo es de tal manera, que todo cuanto hay en ella es el signo hacia lo que se orienta o debe orientarse lo significado. En las meditaciones de estos días trataremos incesantemente de esta tensión viva que hay en el misterio de la Iglesia, que consiste en que ella es —al mismo tiempo— camino y meta, y que lo es precisamente en Cristo, de quien es cuerpo y esposa: Cristo que es, él mismo, «el camino y la verdad y la vida».

Finis omnium Ecclesia. La Iglesia tiene el mismo alcance que el plan de Dios para la creación; es la «razón interna» de la creación, como dijo Karl Barth refiriéndose a la Alianza (Kírchliche Dogmatik III, 1, 41, 3). Una primera conclusión de todo ello es el significado fundamental de la fe en la creación para comprender rectamente lo que es la Iglesia. La creación es el primer lenguaje de Dios. Sin ella, la palabra de Dios seguirá resultando extraña. Por eso, en el «Catecismo de la Iglesia Católica» se habla tan extensamente de la importancia que tiene la catequesis sobre la creación. En el tiempo de cambio que se produjo después del Concilio, se llegó en parte a un lamentable abandono de la doctrina sobre la creación. Pero entretanto ha comenzado a reflexionarse de nuevo sobre este tema. Se va viviendo cada vez con más claridad que sin el primer articulo de la fe, que es la fe «en el Creador del cielo y de la tierra»,

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