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Principios Biblicos


Enviado por   •  18 de Mayo de 2013  •  4.387 Palabras (18 Páginas)  •  481 Visitas

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El principio del amor al prójimo

Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen (Mateo 5.43–44).

¿Cómo podemos hacer mal, maldecir, pelear o aun matar a quien amamos? Eso es imposible. Estas cosas provienen del odio. La Biblia dice: “El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor” (Romanos 13.10). La no resistencia es la expresión natural del segundo mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22.39).

Preguntas

1. ¿Quién fue el primero que nos enseñó la doctrina de la no resistencia?

2. Ofrezca algunos ejemplos de personas del Nuevo Testamento que practicaron la no resistencia.

3. ¿Qué enseña el Nuevo Testamento acerca de los litigios personales y en cuanto a acudir a la ley?

4. ¿Qué enseña acerca de participar en la guerra?

5. ¿Acaso estas enseñanzas son diferentes de las del Antiguo Testamento?

6. ¿Quién las cambió?

7. Facilite algunas aplicaciones prácticas de la no resistencia.

8. ¿Por qué la no resistencia es el resultado de nuestro amor?

C. La separación del mundo

1. Los dos reinos

Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo (Juan 17.14–16).

Con estos versículos Jesús nos da a entender que hay dos reinos que son muy distintos el uno del otro. Uno es el mundo, el reino de las tinieblas espirituales. El otro es el reino de la luz. Todos pertenecemos a uno o al otro.

Satanás es el príncipe o el dios de este mundo. (Véase 2 Corintios 4.4.) Para entender las características de su reino, busque y lea Efesios 2.2–3; 1 Pedro 4.3; y 1 Juan 2.16–17. Las escrituras varias veces nos ofrecen una lista de cosas que son del reino del diablo. Algunas de ellas son: incredulidad, desobediencia, avaricia, envidia, asesinato, inmoralidad, lujuria, orgullo, mentira, profanación, robo, chismes, pleitos y hechicerías.

Dios es el Príncipe del reino de luz y de justicia. Satanás trata de destruir la obra y el reino de Dios. Él se esfuerza por destruir las almas de los hombres. Él es el enemigo de Dios y de todo lo bueno.

2. El llamamiento a la separación

¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré (2 Corintios 6.16–17).

Sabemos quién es el dios de este siglo y sabemos cuán grande es su enemistad contra Dios. Por eso, no debemos extrañarnos de que Dios nos llame a separarnos del mundo y no tocar ninguna cosa inmunda. Él nos exhorta a separarnos de los deseos carnales y vivir en justicia y santidad. (Véase Efesios 4.22–24.) Esto sólo podemos lograrlo al experimentar una transformación interna y recibir un corazón nuevo. (Véase Romanos 12.2.) Esta es la obra de Dios en la conversión. A partir de ese momento es nuestra responsabilidad llevar a cabo la separación del mundo en todos los puntos prácticos de la vida.

3. El no amar al mundo

No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él (1 Juan 2.15).

Podemos separarnos fácilmente del mundo si cumplimos este versículo. Al amar a Dios nos convertimos en enemigos del mundo, y al amar al mundo nos convertimos en enemigos de Dios. (Véase Juan 15.18–19; Santiago 4.4.) ¿Acaso puede haber acuerdo alguno entre Cristo y Satanás? ¡En ninguna manera! (Véase 2 Corintios 6.14–16.) Por eso, Jesucristo afirmó que no podemos servir a dos señores. (Véase Mateo 6.24.)

4. El no conformarnos al mundo

No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de nuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta (Romanos 12.2).

Conformarnos al mundo significa seguir las maneras y modas del mundo y estar en armonía con las costumbres del mundo. El hecho de rehusar todo esto es a lo que llamamos la disconformidad al mundo.

La disconformidad al mundo incluye muchas cosas, pero queremos llamar la atención especialmente sobre nuestra manera de vestir. Los mundanos usan el vestuario para adornar, lucir y exhibir el cuerpo. Tales cosas provienen del orgullo y de los deseos carnales. Muy al contrario, la manera de vestirse del cristiano demuestra la humildad y la santidad. Por eso, confeccionamos nuestra ropa de acuerdo con la modestia, la decencia, la utilidad, la simplicidad, y conforme a las enseñanzas de la Biblia. (Véase 1 Timoteo 2.9–10; y 1 Pedro 3.3–4.) Estos mismos versículos prohíben el uso de las joyas, porque son adornos y provienen del orgullo. Estos versículos también hablan en contra de los estilos y las formas ostentosas de peinarse, porque éstos también demuestran el espíritu mundano.

Dios ha dado a la iglesia la responsabilidad de diseñar para sus miembros una forma de vestirse de acuerdo con las enseñanzas bíblicas. Esta forma está prescrita en los reglamentos de la iglesia, y usted debe conocerlos y conformarse de buena voluntad. Creemos que ésta es la única manera de evitar que los miembros de la iglesia sigan las modas corrompidas del mundo.

5. Otras aplicaciones de la separación

Existe un sinnúmero de áreas en las cuales nos separamos del mundo. Al pertenecer al reino de Dios ya no seguimos las costumbres del mundo en sus fiestas y diversiones. No participamos en los deportes. No nos unimos con los mundanos en asociaciones de comercio, en sindicatos de obreros, en partidos políticos,

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