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QUE LOS SERES SOMOS ÚNICOS Y DIFERENTES


Enviado por   •  27 de Mayo de 2015  •  9.814 Palabras (40 Páginas)  •  204 Visitas

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ÉRASE UNA VEZ UN HOMBRE DE NADA QUE SOÑÓ, QUE ERA UN HOMBRE DE NADA, QUE TENÍA LA NARIZ DE NADA, LA BOCA DE NADA, IBA VESTIDO DE NADA, LLEVABA ZAPATOS DE NADA, CAMINABA POR UNA CALLE DE NADA, SE CANSABA DE TANTA NADA; SE IBA A SU CASA A DORMIR Y SOÑABA CON UN MUNDO DE SUEÑO, Y AL SOÑAR DECÍA QUE SOÑABA: SUEÑO COMO MARTIN LUTHER KING que un día este MUNDO se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: “Que todos los seres humanos son creados iguales”, ” Que los humanos no matan a los hombres, ni extinguen a las otras especies”, “que los humanos no dejan que otros seres pasen miseria, hambre y enfermedad”. QUE LOS SERES SOMOS ÚNICOS Y DIFERENTES.

Sueño que un día, los países que se sofocan con el calor de la injusticia, la guerra y de la opresión, se convertirán en un oasis de libertad, paz y justicia.

¡Hoy tengo un sueño!

Sueño que un día, el mundo árabe, israelí, americano, africano, asiático y occidental, se convierta en un sitio donde los niños y niñas, puedan unir sus manos y caminar juntos, como hermanos y hermanas.

¡Hoy tengo un sueño!

Sueño que algún día los valles no serán cumbres de basura, y las colinas y montañas no serán llanos de bombas, los sitios más escarpados serán cuidados y compartidos, los contaminados serán limpiados y se unirá todo el género humano con su madre tierra.

Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual reescribimos este sueño y este cuento. Con esta fe podremos esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de esperanza. Con esta fe podremos trasformar el sonido discordante de nuestro mundo, en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar juntos, disfrutar juntos, educarnos juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que algún día seremos libres, libres de verdad.

Ese será el día cuando todos los hijos de la tierra podrán cantar el himno con un nuevo significado, “Mi mundo es tuyo. Dulce tierra de libertad, a ti te canto. Tierra de libertad donde mis antepasados murieron, para como los canarios, dar cal a la tierra, tierra orgullo de los peregrinos cuenta cuentos que contaban cuentos para educar y para que no les cambiasen a ellos, de cada costado de la montaña, que repique la libertad”. Y si El MUNDO ha de ser grande, esto tendrá que hacerse realidad.

Por eso, ¡que repique la libertad desde la cúspide de los montes prodigiosos de NEPAL! ¡Que repique la libertad desde las poderosas montañas DE AFGANISTAN! ¡Que repique la libertad desde las alturas DE LAS TORRES GEMELAS! ¡Que repique la libertad desde las Rocosas cubiertas de nieve DE LOS POLOS! ¡Que repique la libertad desde las sinuosas pendientes DE TIERRA SANTA! Pero no sólo eso: ¡Que repique la libertad desde la Montaña de Peña Negra! ¡Que repique la libertad desde la Montaña sagrada! ¡Que repique la libertad desde cada pequeña colina y montaña sagrada!, “De cada costado de la montaña, que repique la libertad”.

Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de la tierra, negros y blancos, judíos, árabes y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: “¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a nuestra fe omnipotente, ¡somos libres al fin!”. ¡ LA PAZ SOMOS NOSOTROS ! ¡ PORQUE LA PAZ ESTÁ DENTRO DE NOSOTROS, NO FUERA !.

Detrás de las palabras, dentro de las preposiciones, entre pronombres y adjetivos repetiré para que se escuche… Érase una vez una mujer buena, llamada Ani Mada, que soñaba todos los días. Soñaba que el mundo era un paraíso, pero levantaban mares de hormigón, soñaba que sería más libre con el progreso y sin embargo se notaba encadenada por la tecnología. Creía que la riqueza tenía forma de abrazo, sabor de fuente fresca y brillo de sol, en cambio perseguía monedas y billetes, trabajando duro y aceptando ciertas dosis de injusticia cotidiana para pagar sus facturas. Una tarde al apagar la tele, llena de miserias y mentiras, lo descubrió mirando el cielo gris de su ciudad (como añoraba el azul del horizonte sin barreras): “El mundo es un jardín para que los niños jueguen”. No había que asustarse de nada. La vida era un cuento de hadas, una oportunidad de ser la princesa que llevaba dentro.

Salió a la calle y se puso a danzar, mientras se repetía en su corazón esta frase: “Lo susurraré a los voluntariosos, lo gritaré a los pasivos, lo llevaré por todos los rincones hecho canción, cuento o sonrisa.” Gritó ilusionada que era posible conservar el paraíso de la tierra en el que vivimos, respetar a los animales, bendecir los ríos, limpiar los mares, llevar alimentos a todas las bocas y serenidad sabia a todas las razas. La tomaron por loca, la marginaron, le negaron importancia y acallaron su voz con bulos (era estúpido bailar en la calle, que estaba hecha para circular), pero no se rindió Ani se decía: ” Mil veces nos callarán, otras diez mil nos pedirán que dejemos de luchar por un imposible, pero, mano sobre mano, no lucharemos. Es hora de construir corazón con corazón al borde… los latidos entonarán su canción enamorada: El mundo es un jardín para que jueguen los niños”.

Pronto descubrió que no estaba sola. Miles de mujeres y de hombres sembraban, construían con respeto, pintaban, cantaban, contaban o escribían, cocinaban, construían instrumentos, repartían alegría y filosofaban con amor. Empezaban a redefinirse las sociedades de manera silenciosa. El miedo había sido desterrado de la vida de estos seres y con confianza, iniciaban una revolución silenciosa. Aquello le animó a seguir. Tenía que comenzar a transformarse por dentro. Haría de su vida un ejemplo. Cierto que una masa ingente, mantenía el sistema, pero se dijo: “He mirado debajo de las hojas que el otoño arroja desde los castaños, he dormido acurrucado a la brisa que mece los sueños y por fin lo sé… lo sé… lo sé… El mundo no se cambia, pero el amor lo rejuvenece, el mundo no se arregla pero el amor lo salva”. Era necesario entregarse entera para que otro se animara a regalarse. Su esperanza era que cundiera como la yesca su pequeña lección de amor. Sabía de sus imperfecciones, pero también, que nadie vale mas que nadie y ella encontraría su sitio. Cubrió mucho de los edificios oficiales de corazones rojos y una frase repetida que rezaba así: “No se sirve al dinero, sino con amor”.

Ella dejó de competir. Cooperaba. Ayudaba a todos y misteriosamente siempre encontraba ayuda. Dejó su viejo trabajo de cajera, en el que recibía voces y gritos del jefe.

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