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VIBERT "Tratado de Medicina Legal y Toxicología"


Enviado por   •  14 de Enero de 2015  •  Resúmenes  •  8.214 Palabras (33 Páginas)  •  261 Visitas

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El origen de esta comunicación comienza en la lectura de una nota al pie de página del libro de VIBERT "Tratado de Medicina Legal y Toxicología" (t. II, p. 13). En ella el traductor, Dr. Luis Comenge, en el capítulo relativo a la definición de veneno, aclarando un párrafo de VOBERT, dice:

"El Tribunal Supremo de nuestra nación, en sentencia de 11 de julio de 1889, declaró que el polvo de vidrio molido debe ser considerado como veneno a los efectos legales, si por la forma y la cantidad de la dosis puede ser suficiente para producir la muerte de una persona. Motivó dicha sentencia el proceso contra Pelegrina Montús (sic) quien suministró dichos polvos de vidrio a su marido; los facultativos declararon que tal sustancia, alterando el aparato gastrointestinal, fue la causa determinante de la muerte de aquél".

La sentencia del Tribunal Supremo al que se había elevado un recurso de casación contra la sentencia de pena de muerte por parricidio cometido por la citada Pelegrina Montuis (y no Montrús como dice la nota de Comenge, posible error de imprenta), que declarando "no haber lugar al recurso de casación admitido de derecho en beneficio de Pelegrina Montuis contra la pronunciada por la Audiencia de lo Criminal de Castellón de la Plana en causa seguida a la misma por el expresado delito".

La sentencia dictada el 27 de abril de 1889 por el Juzgado de Lucena (Castellón de la Plana) contra Pelegrina Montuis por parricidio cometido en la persona de su esposo amplía las noticias y las circunstancias que rodearon a aquel sonado caso.

Pelegrina Montuis Saura, estaba casada con Manuel Porcar Palanqués, conocido por Joaquín, apodado "Maitenetes". Vivían en Lucena, villa del Partido judicial de Lucena del Cid, situado a 33 Km. de Castellón de la Plana, que a finales del s. XIX tenía unos 4.000 habitantes, famosa por entonces por haber sido el escenario de una batalla que tuvo lugar el año 1839 (17 de julio) en la que el General O’Donnell derrotó al jefe carlista al pie del monte Gonzalvo. De las diligencias llevadas a cabo sobre los hechos, se pudo comprobar que en el citado matrimonio existían desde hacía muchos años, frecuentes desavenencias que dieron lugar más de una vez a que vivieran por algún tiempo separados. En el curso de algunas de las discusiones que tuvieron, ella le llegó a amenazar con envenenarle. Aquella amenaza hizo mella en Manuel Porcar quien vivía con desconfianza sospechando siempre de la comida que le preparaba su mujer. En cierta ocasión, notando mal gusto en una sopa, quiso que Pelegrina la probase primero, a lo cual se negó, lo que hizo aumentar más aún los recelos del marido.

Las diligencias señalaban que el año 1887, al parecer, habían llegado a cierta armonía, ya que el 11 de agosto, ambos cónyuges que no tenían herederos forzosos, otorgaron testamento ante el notario de la expresada villa de Lucena, D. Pascual Benages, por el cual se instituían mutuamente en usufructurarios de sus bienes durante su vida.

Sin embargo, la armonía debía ser tan sólo aparente porque por aquella misma fecha, Pelegrina como se demostró en la investigación, había ido a Alcora, y en la farmacia de Barrachina, regentada por D. Julio Igual Cabedo, había solicitado se le despachase "aunque costara seis u ocho reales", un medicamento que necesitaba para adormecer a un pariente suyo, vecino de Araga, aldea anexa a dicho pueblo, que debía sufrir la amputación de una pierna. La petición pareció extraña al Sr. Igual quien se negó a suministrar a Pelegrina lo pedido mientras no le llevase una receta médica en la debida forma. Según se probó en el curso de la investigación, Pelegrina no tenía ningún pariente a quien hubiese que practicar tal operación.

Pocos días después, el 19 del mismo mes de agosto, se presentó en la farmacia de Lucena, que estaba a cargo de D. Ramón Monferrer, a quien presentó un papel que quiso hacer pasar por receta del veterinario del pueblo, pidiéndole "un veneno de lo más fuerte que tuviese" para curar una pata a su burra. El Sr. Monferrer se negó a ello e incluso dándose cuenta de que había querido engañarle, la reprendió. La investigación demostró por otra parte que Pelegrina no tenía enferma una pollina.

El 21 de agosto enfermó repentinamente Manuel Porcar, siendo llamado para atenderle el doctor D. Antonio Nebot, médico de la villa quien diagnosticó "fiebre reumática muscular" que atribuyó a un enfriamiento, acompañada de un ligero trastorno gástrico. Le prescribió un tratamiento y los síntomas gástricos desaparecieron. Pero dos días más tarde recayó volviendo el facultativo a visitarle, observando una gran irritabilidad en el aparato digestivo, acompañada de vómitos con los que salieron expulsados varios vermes (Ascaris lumbricoides). El Dr. Nebot cambió la prescripción, aliviándose de nuevo el enfermo, aunque persistió un estado nauseoso y tendencia al vómito. El día 26, es decir a los cinco de haber caído enfermo Manuel Porcar, presentó según señala la investigación "una ligera fluxión encefálica o cerebral". Avisado de nuevo el Dr. Nebot, lo encontró casi cadáver, con un violento dolor en la parte izquierda del epigastrio ´a nivel del fondo del estómago", acompañado de repetidos síncopes, pulso filiforme, respiración profunda, anhelosa y frecuente, gran adinamia, alternando con una serie de contracciones musculares generalizadas que le obligaban a retorcerse "por un movimiento adelante y de uno a otro lado", estado patológico al que siguió la muerte que tuvo lugar a la una de la madrugada del 27 de agosto.

Sumamente extrañado el Dr. Nebot ante aquella para él desconocida patología, creyóse en el deber de dar conocimiento al juzgado, sospechando que podía haber una causa provocada. Aquello motivó que se procediera a incoar el correspondiente sumario e investigación.

Se procedió inmediatamente a la práctica de la autopsia, llevada a cabo por el propio Dr. Nebot y el Dr. Ramón Campos, encontrando el estómago e intestinos dilatados por gran cantidad de gases, notándose una coloración rojiza en los tercios superiores e inferiores y amarillenta en el centro, así como un líquido en el estómago de color café con leche inodoro y con algunos ascárides lumbricoides, la mucosa reblandecida y desprendida naturalmente sin huellas de cauterización ni úlcera. El intestino se presentaba tumefacto en su tramo superior y en las cercanías de la desembocadura del colédoco. La mucosa aparecía como inyectada y en su superficie una sustancia como cristalizada, que se extendía por todo el intestino delgado y parte del colon que estaban recubiertos de una mucosidad clara y fétida.

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