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EL CONOCIMIENTO ¿Qué es el conocimiento y cuáles son sus elementos?

GIOR1710Informe3 de Abril de 2016

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introducción a la METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN

cAPÍTULO I        EL CONOCIMIENTO

  1. ¿Qué es el conocimiento y cuáles son sus elementos?

No podemos dar respuesta a la primera parte de esta pregunta sin hacer referencia a la respuesta de la segunda parte. Desde la ya clásica teoría del conocimiento de Hessen (1945, versión 1996), debemos asumir que el conocimiento es el resultado de una correlación entre un sujeto cognoscente (alguien que conoce) y un objeto cognoscible (algo que puede conocerse), es decir, que no hay sujeto sin objeto y viceversa; pero, al mismo tiempo, esa correlación no es reversible, porque la función de cada uno de esos elementos es intransferible al otro.I

A lo largo de 25 siglos, los filósofos han reflexionado sobre la posibilidad, el origen y la esencia del conocimiento, porque no es fácil definirlo. Sin embargo, un acercamiento a esas reflexiones contribuye a que te formes tu propio concepto y que actúes en consecuencia.

Antes de analizar las tres mayores problemáticas gnoseológicas (sobre el conocimiento), digamos que hay una relación entre lo que llamamos conocimiento y lo que denominamos verdad. En general, cuando afirmamos que conocemos algo queremos decir que lo hemos aprehendido, es decir, que hemos comprendido lo que es y, si es así, suponemos que esa comprensión es verdadera en la medida en que concuerda con las características reales de ese algo; en otras palabras, que el conocimiento implica la verdad.

Por eso es que continuamente nos referimos a ambos términos juntos e, incluso, los usamos como sinónimos. Así, por ejemplo, solemos decir cuando alguien nos decepciona: "Yo creí que conocía a Fulanito, pero ahora me doy cuenta que estaba equivocado':

¿Es posible el conocimiento? Los primeros filósofos (los presocráticos) ni siquiera se plantearon esta pregunta, pues confiaban ingenuamente en que era un hecho. A esta postura se le llama dogmatismo

("dogma": creencia que no admite réplica), porque a partir de ella se cree indudablemente que podemos conocer la realidad.

Poco después apareció la primera corriente gnoseológica, la cual, además de plantear la pregunta, la contestó de manera negativa. El filósofo antiguo Pirrón de Elis fue el primer escéptico, por cuanto aseguraba que no había ninguna garantía de que nuestras creencias fueran verdaderas, es decir, que concordaran con la realidad, que fueran propiamente conocimientos.

Otra posición gnoseológica que responde negativamente a esta pregunta es el relativismo. De acuerdo con esta corriente el conocimiento no puede ser universalmente válido, pues depende del individuo o de las circunstancias; Protágoras y Spengler defendieron esta tesis.

Entre la afirmación dogmática y la negación escéptica se encuentra una respuesta intermedia: el criticismo, formulado en el siglo XVIII por Kant, según el cual podemos asegurarnos de que nuestros conocimientos son verdaderos si investigamos las fuentes de nuestras afirmaciones y objeciones.

Si analizas estas posiciones gnoseológicas te darás cuenta de que determinan la actitud que cada quien tiene frente al conocimiento. Por ejemplo, el dogmático no duda de sus creencias y, al no hacerlo, pierde la oportunidad de abrirse a todos los cambios de nuestra realidad y nuestra concepción de lo real. Imagínate que los científicos hubieran aceptado, sin reservas, la indivisibilidad del átomo (como propusieron los fundadores de esta teoría, Leucipo y Demócrito): la teoría atómica se hubiera estancado con esa idea y el desarrollo de la química moderna no hubiera sido posible. Por otra parte, los escépticos y los subjetivistas o relativistas niegan que el conocimiento verdadero sea posible. En ese caso, podrías concluir que no vale la pena investigar porque de todos modos no llegarías a ninguna conclusión válida. ¿Considerarías, entonces, que la posición del criticismo te dejaría la puerta abierta para asumir que la investigación científica tiene sentido?

Supongamos ahora que admites que el conocimiento es posible. ¿Dónde se origina? Dos han sido las facultades humanas a las que han dirigido su mirada los filósofos cuando han intentado dar respuesta a esta pregunta: la razón y la experiencia.

Platón y Descartes, por ejemplo, pensaban que los auténticos conocimientos provienen de nuestra razón (a esa postura se le llama racionalismo), pero otros filósofos, como Locke, pensaban que la experiencia es la fuente de todo nuestro conocimiento; esta doctrina se llama empirismo.

Otros consideraron que ninguna de esas facultades, por sí sola, puede producir el conocimiento. Por ejemplo, Aristóteles y Kant pensaban que tanto la razón como la experiencia tienen parte en la formación del conocimiento, aunque con enfoques ligeramente diferentes. En el intelectualismo de Aristóteles, los conceptos (que son abstracciones universales) se derivan de las experiencias (que son particulares o individuales), mientras que en el apriorismo de Kant el conocimiento posee elementos a priori (independientes de la experiencia), que son vacíos y que la experiencia va llenando con contenidos concretos.

Estas diferentes perspectivas gnoseológicas contribuyeron a establecer avances y métodos tanto de las ciencias formales como de las ciencias fácticas. Los racionalistas se centraron en las ciencias formales (muchos, como Descartes y Leibniz, hicieron importantes aportes a la geometría y a las matemáticas), mientras que empiristas como Bacon legaron el método científico que se aplica actualmente, en mayor o menor grado, en todas las ciencias fácticas (naturales y sociales).

Las propuestas conciliadoras de Aristóteles y de Kant ayudan a comprender que la actividad cognoscitiva es una compleja interacción de la razón y de la experiencia, es decir, que debemos cultivar y desarrollar ambas facultades para lograr conocimientos sólidos.

Quizá la cuestión que más dificulta nuestra comprensión actual del conocimiento es la que trata sobre su esencia: ¿cuál es el centro de gravedad: el objeto o el sujeto?

Como en las dos problemáticas anteriores, encontramos en los filósofos respuestas antagónicas, pero también conciliadoras.

Desde el punto de vista del realismo, es posible conocer una realidad que es totalmente independiente del sujeto; el objeto es el centro de gravedad del conocimiento y el sujeto es el agente que lo capta. Claro está que hay que establecer la diferencia entre un realismo natural (como el caso de los primeros filósofos griegos e, incluso, Aristóteles), según el cual los objetos son en realidad tal como los captamos y un realismo crítico (como el caso de Demócrito y Locke), para el que, aunque en nuestras representaciones de los objetos hay propiedades que realmente están en ellos (propiedades objetivas, como el tamaño o la forma de las cosas), hay otras que son más bien producto del sujeto (propiedades subjetivas de las cosas, como los colores, ya que éstos son el resultado de la m~nera como nuestros ojos perciben el reflejo de la luz).

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