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Biotecnologia Alimetaria

ycardenasy2 de Marzo de 2014

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EL INICIO DE LA BIOQUÍMICA

Miguel A. González

Seminario de Física y Química

lB Guía de Isora

Un químico orgánico muy distinguido, fallecido hace ya tiempo, me

dijo a finales de los ochenta: «¿ La química de la vida? Esa es la química

del protoplasma; esa es la superquímica, mi joven amigo, busque

otras ambiciones».

(Hopkins, 1933)

INTRODUCCIÓN:

A mediados del S. XIX tienen lugar sustanciales transformaciones en el

campo de la biología. Reducida hasta entonces a la observación, la biología se

convierte en una ciencia experimental. Es en esta época cuando quedan definidos

los conceptos, métodos y objetos de la biología moderna; dichos planteamientos

variarán ya poco en el transcurso del siglo siguiente.

Cada época se caracteriza por el campo de lo posible que definen no sólo

las teorías o creencias vigentes, sino también la naturaleza misma de los objetos

accesibles al análisis, los medios para estudiarlos, la manera de observarlos

o de hablar de ellos. La lógica sólo puede actuar dentro de esta zona. Las ideas

se mueven en los límites así establecidos, es ahí donde se contrastan y se oponen.

El caso de Mendel es un buen ejemplo de la imposibilidad de establecer

una historia lineal de las ideas, y de encontrar una sucesión de etapas que hubie-

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SEMINARIO «OROTAVA» DE HISTORIA DE LA CIENCIA - AÑo IV

ra seguido deliberadamente la lógica, por el contrario su obra no tuvo ninguna

influencia sobre sus contemporáneos biólogos. Ante este panorama el margen

de maniobra que le queda al individuo es, a veces, muy limitado. Por lo tanto,

si queremos acercarnos a la revolución sufrida por la biología en la segunda

mitad del siglo XIX y primeros cincuenta años del siglo XX, más que relatar las

ideas y los hechos que se fueron sucediendo en estricto orden cronológico;

debemos de determinar las etapas del saber, de precisar sus transformaciones, de

descubrir las condiciones que permiten a los objetos entrar en el terreno de lo

posible.

A finales del siglo XIX y principios del siglo XX se individualizan toda una

serie de nuevos objetos que se prestan al estudio. Alrededor de cada uno de ellos

se organiza un campo particular de la biología, que de este modo se subdivide

progresivamente. El término "biología" llega a abarcar un amplio abanico de disciplinas

distintas que se distinguen no sólo por sus fines y sus técnicas, sino por

el material y el lenguaje que utilizan. Dos de ellas, que surgen a principios de

este siglo, remodelan totalmente la idea que se tiene de los organismos, de su

funcionamiento y de su evolución: son la bioquímica y la genética.

Para constituirse en ciencia la biología tuvo que separarse, radicalmente, de

la física y de la química. Veremos a continuación cómo para llevar a cabo el análisis

de la estructura de los seres vivos y de su funcionamiento, para penetrar en

el enigma de la vida, no va a tener más remedio que asociarse íntimamente con

ellas. De esa unión nacerá una nueva ciencia, que será punto de encuentro no

sólo de la bioquímica y la genética sino de otras ramas de la física y la química,

y que se convertirá en el máximo exponente de la biología moderna, la biología

molecular.

EL LUGAR DE LA MATERIA VIVA ANTES DEL S. XIX

Se suele afirmar que en el estudio de lo vivo existen una serie de niveles

encajados unos dentro de otros. Más allá de cada estructura asequible al análisis,

surge siempre otra de orden superior que engloba la primera y le confiere sus

propiedades. Desde el siglo XVI vemos aparecer distintos niveles de organización

en el estudio de la materia animada.

El nivel de orden uno se puede asignar a la combinación de las estructuras

visibles, desarrollada desde comienzos del S. XVII y que abarca todo el S. XVIII.

Esa preocupación por lo visible hará que se desarrolle progresivamente la historia

natural. Es la época del sistemático Linneo (1707-1788), que contribuyó a la

idea de una ciencia preocupada por describir los caracteres externos en herbarios

y colecciones: En Alemania e Inglaterra tuvieron una gran influencia sus ideas,

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sin embargo en Francia la obra linneana no alcanzó tan alta reputación. Otros

autores como Buffon (1707-1788) crearon obras tan influyentes como su Historia

natural, una descripción de la naturaleza que fue punto de partida del periodo clásico

de la biología francesa y que alcanzó su culmen a finales del S.xVIII para

perder relevancia después de la propagación de las ideas de Darwin.

George Cuvier (1769-1832), naturalista preocupado sobre todo por la zoología

fue el fundador de la paleontología. Es famoso por haber ideado una teoría

especial de la historia de los organismos, en la que habla de distintas épocas

separadas unas de otras por enormes revoluciones de la corteza terrestre, que él

denominó "cataclismos". Sus tesis encontraron numerosos partidarios en todos

los países, hasta tal punto, que incluso alcanzaron un gran esplendor durante los

primeros veinte años del S. XIX.

A lo largo del S. XVIII los organismos son considerados combinaciones de

estructuras visibles. No existe una frontera bien definida entre los seres y las

cosas. Existen ciertas clasificaciones que permiten ir bajando gradualmente

desde la criatura más perfecta hasta la materia más informe, pero no existen

separaciones netas entre unos miembros y otros de la escala y por supuesto, tampoco

entre lo vivo y lo inerte. Según Charles Bonnet:

"La organización aparente de las piedras laminadas o divididas en

capas, tal como las pizarras, los talcos etc. La de piedras fibrosas o

compuestas de filamentos, tales como los amiantos, parecen constituir

formas de transición de los seres sólidos brutos a los sólidos organizados"

El criterio para ascender en la escala es la complejidad de la estructura visible,

pero todavía no hay un lugar reservado para esa cualidad particular de organización

que el S. XIX llamará vida. Por lo tanto los seres vivos no se pueden

sustraer a la gran mecánica newtoniana que hace girar el universo, es decir, se

trata de explicar todas sus propiedades en base a las fuerzas que actúan, por

ejemplo, sobre cuerdas, poleas, palancas, o ganchos.

Pero también existen en esta época ciertas ideas que parecen desmarcarse

del mecanicismo imperante. Se considera que lo viviente está un tanto empapado

de magia, la materia tiene ahí propiedades casi milagrosas. En el animismo

que sustenta ese sentimiento se divisa claramente una reacción contra el mecanicismo

cartesiano y contra los abusos del mismo. Según Hartsoeker:

"Es absurdo abordar el estudio de los seres vivos con la opinión de que

casi todo se hace con las solas leyes de la mecánica, sin la ayuda de un

alma y de una inteligencia".

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SEMINARIO «OROTAVA» DE HISTORIA DE LA CIENCIA - AÑo IV

Es evidente que ante este panorama la necesidad de una ciencia de lo vivo

no existe. No hay razón para estudiar los seres y las cosas por separado. Esta

visión mecanicista del universo manifestará progresivamente durante la primera

mitad del S. XIX su falta de recursos para explicar el funcionamiento de los

seres vivos.

La historia natural del S. XVIII tropezaba también con dificultades. Para ser

naturalista era necesario primero, ser capaz de observar, renunciar a las imágenes

a priori y ver lo que interesa y nada más. Esta labor se llevaba con mayor

facilidad en las plantas, pues son más sencillas de detallar que los animales, en

aquellas todo queda expuesto a la mirada, toda su funcionalidad se hace patente.

El naturalista encontraba impedimentos para llevar a cabo su labor. Por un

lado estaba la enorme diversidad del mundo viviente, que el desarrollo del

microscopio había ensanchado casi indefinidamente. Además había que considerar

la continuidad de lo vivo, en la que se podían establecer uniones o puentes

entre unos grupos y otros. Al no existir separaciones netas entre lo animado

y lo inerte, en lo vivo se forma también una trama ininterrumpida, en la que todo

es progresivo y gradual. Una tercera dificultad radicaba en que en la naturaleza

no existen más que individuos y si queremos seguirla fielmente tendríamos que

llevar a cabo una clasificación de los seres que se prolongaría hasta el infinito.

En cuanto al problema de la generación, sólo cabía encuadrarlo en el mismo

plano que los otros fenómenos de la naturaleza. Los seres, como las cosas, según

Leibniz, "sólo pueden comenzar por creación y acabar por aniquilación".

La preformación resuelve el problema al considerar que el líquido seminal

contiene ya el germen del pequeño ser que debe venir, y que lo que sucede

durante la fecundación es la activación del germen que le permitirá desarrollarse

hasta el individuo

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