Comunidad internacional
nelsongtInforme2 de Abril de 2013
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listo, eso depende de todo bno
La importancia de tal consideración de satisfactores radica en la posibilidad de organizar acciones proactivas dentro del grupo social para alcanzar riqueza en el desarrollo de sus necesidades. Tengamos en cuenta la propuesta de definición de desarrollo humano que ha determinado la UNESCO: un desarrollo que no solamente genera crecimiento económico sino que distribuye sus beneficios equitativamente; que regenera el ambiente en lugar de destruirlo; que potencia a las personas en lugar de marginarlas. El desarrollo humano otorga prioridad a los pobres, ampliando sus opciones y oportunidades y crea condiciones para su participación en las decisiones que les afectan. Es un desarrollo en pro del pobre, en pro de la naturaleza, en pro del trabajo, de las mujeres y de los niños.
Le sugerimos que haga un alto en esta parte de su estudio para que realice el siguiente trabajo de reflexión: Elabore un cuadro sinóptico que recoja la clasificación y los principales planteamientos teniendo en cuenta las teorías de la motivación y la proposución de clasificación de necesidades planteadas por Max – Neff. Una vez realizada, encuentre los conceptos que sean comunes para todos; con ellos elabores una especie de mapa conceptual donde establezca los distintos niveles de relación que se tiene entre cada uno de los conceptos. Luego haga lo mismo con los conceptos en los cuales no hay ningún tipo de coincidencia. Una vez tenidos los dos trabajos, realice un paralelo entre las dos proposiciones realizadas y haga un ejercicio de síntesis; es decir, desde sus planteamientos y los que ha encontrado en el texto, busque las mejores condiciones que se puedan realizar teniendo como propósito fundamental el rescate de la dignidad humana y de hacer predominar más el ser sobre el tener. ¿Cuál puede ser, entonces, el papel fundamental del individuo?
Lo anterior nos señala que en nosotros se presentan dos condiciones que impulsan nuestras decisiones: el libre albedrío, manifestación de su esencia y la libertad que nace del proceso de interacción con los demás, es decir, es un acto social o civil.
Analicemos la segunda. La sociedad humana tiene una estructura, define un Gobierno, establece un conjunto de interacciones de comunicación que ayudan al individuo a desempeñarse dentro de esa sociedad, a jugar el rol que le corresponde como ciudadano. En ella debe participar para establecer los límites que le protejan sus derechos, su individualidad y las reglas que se han establecido en lo educativo, lo económico, lo político. Interacciones que a semejanza de una tela determinan la sociedad que nos ha tocado vivir y que ahora se denomina el tejido social. La semejanza es obvia: si las relaciones son armónicas, equilibradas, protegen al individuo, reparte oportunidades en igualdad de condiciones, ese tejido es sano. Si hay conflicto, genera huecos que destruyen esas oportunidades.
La sociedad puede ejecutar, y ejecuta, sus propios decretos; y si dicta malos decretos, en vez de buenos, o si los dicta a propósito de cosas en las que no debería mezclarse, ejerce una tiranía social más formidable que muchas de las opresiones políticas, ya que si bien, de ordinario, no tiene a su servicio penas tan graves, deja menos medios de escapar a ella, pues penetra mucho más en los detalles de la vida y llega a encadenar el alma. Por esto no basta la protección contra la tiranía del magistrado. Se necesita también protección contra la tiranía de la opinión y sentimientos prevalecientes; contra la tendencia de la sociedad a imponer, por medios distintos de las penas civiles, sus propias ideas y prácticas como reglas de conducta a aquellos de disientan de ellas; a ahogar el desenvolvimiento y, si posible fuera, a impedir la formación de individualidades originales y a obligar al todos los caracteres a modelarse sobre el suyo propio[1].
La libertad, pues, nace en el proceso de interacción humana; aunque parte de la condición individual, determina los comportamientos socialmente aceptados. La imposición se basa en la razón, en la búsqueda del interés común, el cual llega a constituir la normatividad o conjuntos de reglas que se deben acatar y tener en cuenta para poder disfrutar de los beneficios que la vida en sociedad permite.
Sin embargo, el individuo debe observar cuáles son sus derechos, cómo se le respeta su dignidad como persona y se le deja autonomía para manifestarse como tal. También dispone de derechos fundamentales que la legislación de esa sociedad reconoce y establece los mecanismos para su restitución en caso de que sean violentados.
En ese sentido, Mill reconoce: las relaciones de la sociedad con el individuo en lo que tengan de compulsión o control, ya sean los medios empleados la fuerza física en forma de penalidades legales o la coacción moral de la opinión pública. Este principio consiste en afirmar que el único fin por el cual es justificable que la humanidad, individual o colectivamente, se entremeta en la libertad de acción de uno cualquiera de sus miembros, es la propia protección. Que la única finalidad por la cual el poder puede, con pleno derecho, ser ejercido sobre un miembro de una comunidad civilizada contra su voluntas, es evitar que perjudique a los demás.[2]
La única parte de la conducta de cada uno por la que él es responsable ante la sociedad es la que se refiere a los demás. En la parte que le concierne meramente a él, su independencia es, de derecho, absoluta. Sobre sí mismo, sobre su propio cuerpo y espíritu, el individuo es soberano.[3]
Siguiendo al mismo autor, se encuentra el siguiente planteamiento que, creo, debemos compartir por ser un referente que debe orientar también a nuestra sociedad, enmarcada dentro de un sistema político democrático (al menos en principio) en el que también tenemos una responsabilidad como se verificará más adelante.
Pero hay una esfera de acción en la cual la sociedad, como distinta del individuo, no tiene, si acaso, más que un interés directo, comprensiva de toda aquella parte de la vida y conducta del individuo que no afecta más que a él mismo, o que si afecta también a los demás, es sólo por una participación libre, voluntaria y reflexivamente consentida por ellos. Cuando digo a él mismo quiero significar directamente y en primer lugar; pues todo lo que afecta a uno puede afectar a otros a través de él, y ya será ulteriormente tomada en consideración la objeción que en esto puede apoyarse. Esta es, pues, la razón propia de la libertad humana. Comprende, primero, el dominio interno de la conciencia; exigiendo la libertad de conciencia en el más comprensivo de sus sentidos; la libertad de pensar y sentir; la más absoluta libertad de pensamiento y sentimiento sobre todas las materias, prácticas o especulativas, científicas, morales o teológicas. La libertad de expresar y publicar las opiniones puede parecer que cae bajo un principio diferente por pertenecer a esa parte de la conducta de un individuo que se relaciona con los demás; pero teniendo casi tanta importancia como la misma libertad de pensamiento y descansando en gran parte sobre las mismas razones es prácticamente inseparable de ella. En segundo lugar, la libertad humana exige libertad en nuestros gustos y en la determinación de nuestros propios fines; libertad para trazar el plan de nuestra vida según nuestro propio carácter para obrar como queramos, sujetos a las consecuencias de nuestros actos, sin que nos lo impidan nuestros semejantes en tanto no les perjudiquemos, aun cuando ellos puedan pensar que nuestra conducta es loca, perversa o equivocada. En tercer lugar, de esta libertad de cada individuo se desprende la libertad, dentro de los mismos límites, de asociación entre individuos: libertad de reunirse para todos los fines que no sean perjudicar a los demás; y en el supuesto de que las personas que se asocian sean mayores de edad y no vayan forzadas ni engañadas.
No es libre ninguna sociedad, cualquiera que sea su forma de gobierno, en la cual estas libertades no estén respetadas en su totalidad; y ninguna es libre por completo si no están en ella absoluta y plenamente garantizadas. La única libertad que merece este nombre es la de buscar nuestro propio bien, por nuestro camino propio, en tanto no privemos a los demás del suyo o les impidamos esforzarse por conseguirlo. Cada uno es el guardián natural de su propia salud, sea física, mental o espiritual. La humanidad sale más gananciosa consintiendo a cada cual vivir a su manera que obligándose a vivir a la espera de los demás.[4]
En el ejercicio de esta interacción, han ocurrido momentos de crisis originados en las intencionalidades de quienes pueden detentar el poder en cualquiera de sus formas ya sea generado por la clase social o por el uso de la fuerza. Acciones que ejemplifican que el género humano es falible, traducido en el dicho popular de que el errar es propio de humanos. El equilibrio que siempre se busca en la dinámica de cambio precisamente permite que ocurra la humanización de la civilización. La verdad también esta signada por un margen de incertidumbre y por las condiciones científicas con que se es aceptado como tal.
El reconocimiento de la falibilidad humana, ha hecho que el debate, el diálogo basado en la razón sea el medio de resolución de los conflictos que se suelen presentar en todo tipo de interacción social; el lenguaje cumple también un rol importante para establecer la concertación, alcanzar los mismos conceptos.
Es así, que el mundo ha recorrido largos caminos en búsqueda de la libertad económica, social, política y cultural, así como una democracia
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