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Consumismo y nuevos pobres


Enviado por   •  26 de Octubre de 2015  •  Ensayos  •  1.861 Palabras (8 Páginas)  •  937 Visitas

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[pic 1][pic 2][pic 3][pic 4]UNIVERSIDAD DEL SOTAVENTO[pic 5]

FACULTAD DE CONTADURIA

MATERIA

MICROECONOMÍA

TEMA

CONSUMISMO Y NUEVOS POBRES

DOCENTE

LIC. FISCAL ZARATE ANA LILA

TRABAJO

ENSAYO

[pic 6]

ESTUDIANTE

OROZCO MORALES DAVID

1 SEMESTRE

COATZACOALCOS VER.        18 de septiembre de 2015

En las sociedades modernas se impuso una norma de vida basada en la ética del trabajo, esta viene a decir que, es preciso dar primero para recibir después y es dañino conformarse con lo ya conseguido. La mayor parte de la gente cumple con sus obligaciones y sería injusto pedirle que compartiera sus beneficios o ganancias con los demás. Solo el trabajo cuyo valor es reconocido por los demás tiene valor moral consagrado por la ética del trabajo. En las primeras épocas de la industrialización: Los obreros tradicionalistas, una vez cubiertas las necesidades básicas no le encontraban sentido a seguir trabajando. Los pioneros de la razón moderna tenían la dura batalla contra esa resistencia al progreso. La solución era habilitar a los obreros a obedecer sin pensar. La imposición de la ética del trabajo suponía LA RENUNCIA A LA LIBERTAD, el nuevo régimen fabril necesita solo parte de seres humanos, sin importar los intereses de dichas personas. En la práctica, la cruzada por la ética del trabajo era la batalla por imponer el control y la subordinación. “El crecimiento por el crecimiento mismo”. La tarea de lograr que los pobres y los voluntariamente ociosos se pusieran a trabajar no era solo económica sino también moral. La ética afirmaba la superioridad moral de cualquier tipo de vida con tal de que se sustentaba en el salario del propio trabajo.
En las décadas de 1820 y 1830 los reformistas de la “Ley de Pobres” llegaron a una decisión unánime: limitar la existencia a los sectores indigentes de la sociedad al interior de las poorhouses (hospicio para pobres). Esta decisión presentaba una serie de ventajas que favorecían la causa de la ética del trabajo. En primer lugar, separaban a los “auténticos mendigos” de quienes solo se hacían pasar portales para evitarse las molestias de un trabajo estable. En segundo lugar, la abolición de las ayudas externas ayudaba a los pobres a pensar dos veces antes de decidir que la exigencia de la ética del trabajo “no eran para ellos”. Por último, la ley protegía a los pobres que trabajaban de contaminarse con los que no había esperanza de que lo hicieran. La miseria fabril parecería, en comparación, un golpe de suerte o una bendición. El proyecto de separar de una vez y para siempre a los “auténticos mendigos” de los “falsos” nunca llegó a gozar de total éxito. Es verdad que la creación de condiciones nuevas atroces y repulsivas hacia que los pobres adoptaran una actitud más receptiva hacia los dudosos atractivos del trabajo salarial, pero de hecho, los contaminó de pobreza. En la práctica todo se redujo a la radica eliminación de opciones para la mano de obra para la actividad y con posibilidades en el nuevo régimen. Había dos principios para instaurar una situación “sin elección”: Negar cualquier forma de existencia fuera de los asilos.
Mantener los salarios con un nivel tan bajo que apenas alcanzara para su supervivencia hasta el amanecer de un nuevo día. Si para obligar a la gente trabajar dura y conseguir que ese trabajo se transformara en un hábito hacía falta causar dolor, este era un precio razonable a causas de los beneficios futuros, entre los cuales estaban entre todos los morales, ganados a lo largo de una vida esforzada. La nueva conciencia de vivir en una “sociedad industrial” tenía como meta alcanzar el empleo universal. Estar sin trabajo significaba la desocupación, la anormalidad, la violación a la norma. Para la sociedad pos tradicional o moderno, el trabajo determinaba el estándar de vida, el esquema familiar, las normas de propiedad y la rutina diaria. Más tarde, se comenzó a dejar de lado los principios de la ética del trabajo, ya no importaba lo “mejor”, sólo contaba el “más”. Eran las diferencias salariales lo que determinaba el prestigio y la posición social. Se desplazaron las motivaciones auténticamente humanas hacia el mundo del consumo. El paso de la sociedad productora a esta de consumidores, significó múltiples y profundos cambios.

En la etapa industrial de la modernidad había un hecho incuestionable: antes que cualquier otra cosa, todos debían ser ante todo productores. En esta “segunda modernidad”, en esta modernidad de consumidores, la primera e imperiosa obligación es ser consumidor; después, pensar en convertirse en cualquier otra cosa. Ya no hay similitud con “carreras para toda la vida” o “trabajos de por vida”. Se supone que los bienes de consumo serán usados para desaparecer muy pronto.
Las identidades, como los bienes de consumo, deben pertenecer a alguien; pero sólo para ser consumidas y desaparecer nuevamente. En esta nueva sociedad de consumo, había una diferencia fundamental y es que el consumo es una actividad esencialmente individual, mientras que la producción supone la cooperación entre los agentes. Por lo tanto en esta sociedad de consumo cuanto mayor sea la libertad de elección, cuanto más se la pueda ejercer sin restricciones, mayor será el lugar que ocupa en la escala social. El trabajo deja de ser un centro de atención ética de notable intensidad y ahora se somete a su capacidad de generar experiencias estéticas. Se aspiraba al pleno empleo, una sociedad integrada únicamente por gente de trabajo Una “vida feliz” es aquella en la que todas las oportunidades se aprovechan, las oportunidades se aprovechan, las oportunidades más codiciadas y a ser posible antes que los demás. A los pobres se los definen como consumidores imperfectos, deficientes incapaces de adaptarse a nuestro mundo. No estar aburrido es la norma en la vida de los consumidores.
El concepto de crecimiento económico en cualquiera de sus acepciones actuales, va siempre unido al reemplazo de puestos de trabajo estables por “mano de obra flexible” a la sustitución de la seguridad laboral “contratos renovables”, empleos temporales: todo ello lleva a la disminución de empleos. Desde su instauración en el siglo XX el Estado Benefactor fue objeto de polémicas. Casi dos décadas más tarde de 1980 un estado para nada benefactor, así como una economía capitalista son la red de seguridad que significaban las garantías establecidas por los gobiernos, se ven como alternativas viables y en camino de transformarse en realidad en todas las sociedades ricas y “económicamente exitosas”.
Añadiendo que si la prestación de servicios se ve limitada por una investigación de ingresos, la comunidad queda dividida entre quieres dan sin recibir nada a cambio y los que consiguen sin dar. La consecuencia general de investigar los ingresos es la división, no la integración; la exclusión en lugar de la inclusión. La nueva y más reducida comunidad de contribuyentes cierra filas y su poder político para segregar a los ciudadanos deficientes, y los castiga por no ajustarse a los estándares que aquellos buenos contribuyentes proclaman como su rasgo distintivo.

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