Historia De La Primera Bomba
ewduard19951 de Febrero de 2014
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Historia de la primera bomba
EL PRIMER artefacto nuclear utilizado contra una población humana hizo explosión sobre la ciudad japonesa de Hiroshima el 6 de agosto de 1945. Era una de las tres bombas fabricadas por los Estados Unidos mediante un proyecto científico-militar que durante tres años agrupó a gran parte de los físicos más brillantes de la época. ¿Por qué tantos científicos, incluida una decena de Premios Nobel, brindaron su apoyo a una iniciativa bélica? La respuesta requiere conocer las circunstancias vividas por estos hombres y mujeres de ciencia durante los años anteriores al proyecto.
La llegada del siglo XX había marcado el comienzo de una revolución inesperada para las ciencias físicas. Los primeros indicios de que algo nuevo ocurría eran ciertas observaciones casuales de fenómenos sin explicación aparente. En 1895, el alemán Wilhelm C. Roentgen, en la Universidad de Wurzburgo, había notado que sus tubos de descarga eléctrica emitían rayos invisibles capaces de atravesar la mano de su esposa y dejar la imagen de sus huesos en una placa fotográfica. Como no sabía de qué se trataba, el mismo Roentgen los llamó rayos X. Durante los años siguientes, Henri Becquerel junto con Pierre y Marie Curie, en París, descubrían diferentes tipos de rayos invisibles que eran emitidos espontáneamente por las sales de uranio y otros elementos. A pesar de que no era posible comprender la naturaleza de estos fenómenos a partir de las leyes de la física conocidas hasta entonces, fue tal el interés científico despertado por estos descubrimientos que sus autores merecieron prontamente el Premio Nobel: Roentgen en 1901, y Becquerel junto con el matrimonio Curie en 1903.Y los descubrimientos continuaban. El inglés J. J. Thompson en 1900 demostró que los átomos, considerados hasta entonces como los bloques fundamentales de toda la materia, estaban compuestos por partículas más elementales aún, los electrones. Primero en Canadá y luego en Inglaterra, el neozelandés Ernest Rutherford realizó una serie de experimentos con los cuales primero logró identificar las radiaciones de Becquerel y los Curie, y luego, utilizándolas para bombardear elementos conocidos, demostró que los átomos tenían en su centro un núcleo masivo. Estas evidencias experimentales sirvieron al danés Niels Bohr para proponer en 1913 el modelo planetario del átomo conocido hoy en día, según el cual los electrones giran en órbitas circulares alrededor del núcleo, de modo parecido al giro de los planetas alrededor del Sol.
A pesar de contener ideas radicalmente opuestas a las de la física aceptada hasta entonces, el "átomo de Bohr" ganó popularidad rápidamente al conocerse nuevos resultados experimentales que lo apoyaban. El modelo de Niels Bohr exigía que ciertas propiedades de los electrones, como su energía o el tamaño de la órbita, estuviesen cuantizadas. Esta noción de discontinuidad era fundamentalmente diferente de los conceptos clásicos. En opinión del matemático H. Poincaré, la nueva física no-continua (cuántica) sería "la revolución mayor y más radical ocurrida en la filosofía natural desde los tiempos de Newton".
En 1905, el físico Albert Einstein había propuesto una teoría de la medición del tiempo y del espacio conocida como relatividad especial que, entre otros resultados, predecía algunos fenómenos peculiares: la masa de los cuerpos aumentaría a medida que éstos se movieran a mayor velocidad, la velocidad de la luz sería la máxima velocidad alcanzable, masa y energía serían equivalentes pudiéndose transformar una en otra. Recién propuesta la teoría, fue simplemente pasada por alto, hasta que alrededor de 1908 comenzó a ser tomada en serio y ya en 1912 Einstein fue propuesto por primera vez como candidato al Premio Nobel. Finalmente, obtuvo este galardón en 1921, pero no por su famosa teoría sino por la explicación del efecto fotoeléctrico.
Estas ideas y nuevas teorías constituían una visión revolucionaria de las ciencias físicas. A Europa acudían físicos de todas partes del mundo a pasar uno o dos años con Niels Bohr en Copenhague, con Rutherford y su grupo en Cambridge, o con Max Born en Gotinga. Eran tiempos llenos de entusiasmo, discusión, polémica, y nuevas ideas. Los laboratorios y universidades europeos recibían una corriente continua de visitantes dispuestos a presentar sus teorías a la consideración del resto de la comunidad científica. Uno de ellos se lamentaba de que era necesario "aprender nuevos métodos teóricos casi cada semana".
Pero estos años de felicidad para aquellos que vivían en el ambiente intelectual y académico europeo pronto llegaron a su fin. A partir de 1932, estudiantes judíos que desde Polonia o Hungría habían llegado a Alemania a estudiar, comenzaron a sentir el odio racial de parte de sus compañeros partidarios de la doctrina nacional-socialista. Entre quienes nunca olvidarían lo que significó la irrupción política en la paz académica de las universidades y laboratorios de Gotinga, Hamburgo y Berlín se contaban los jóvenes físicos Eugene Wigner, Leo Szilard y Edward Teller. Los Premios Nobel J. Stark y P. Lenard declararon que la teoría de la relatividad de Einstein era charlatanería judía y cualquier trabajo que utilizara las ideas de Einstein o de Bohr era peyorativamente calificado como "física judía". En la primavera de 1933, el idílico ambiente académico de Gotinga se transformó en un campo de batalla política como consecuencia de la imposición del "nuevo orden", un mes después del ascenso de Hitler al poder. Desde Berlín llegó la orden de despido para siete profesores de la Facultad de Ciencias, entre los que se contaba el prestigioso físico teórico Max Born. Grupos fanáticos quemaban libros con las ideas de Thomas Mann, Bertolt Brecht, Sigmund Freud y Albert Einstein. Niels Bohr recibía en su Instituto en Copenhague a algunos de los físicos forzados a abandonar Alemania y lo mismo ofrecían las instituciones universitarias inglesas. Pero los refugiados eran muchos y solamente los Estados Unidos contaban con suficientes posiciones académicas para todos. Hasta 1936, fueron más de 1 600 los intelectuales —un tercio de ellos científicos— expulsados de sus trabajos en los países ocupados por Hitler. Einstein se fue de Berlín al Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, en 1933, e incluso Niels Bohr debió abandonar su Instituto diez años más tarde y dirigirse, primero a Inglaterra y luego a los Estados Unidos.
En los Estados Unidos existía un gran apoyo institucional y del público en general a las ciencias físicas. Los físicos estadounidenses más brillantes, y que habían tenido la oportunidad de pasar una temporada en Europa, regresaban convencidos de que sólo lograrían progresar en el conocimiento del átomo si el trabajo experimental y el análisis teórico profundo se realizaban al unísono. Las universidades se interesaban en los nuevos descubrimientos y comenzaban a ofrecer puestos académicos y fondos para la investigación en física. Los avances tecnológicos conseguidos por físicos en empresas privadas norteamericanas durante la primera Guerra Mundial habían logrado que la opinión pública reconociera y apreciara los avances técnicos producidos por la ciencia aplicada.
Durante un eclipse solar en 1919 se confirmaron algunas de las predicciones hechas por Albert Einstein y éste se transformó en figura pública de nivel mundial. Los periódicos estadounidenses de la época "discutían" la teoría de la relatividad y a una conferencia sobre este tema, ofrecida durante una visita a los Estados Unidos en 1921, asistieron miles de neoyorquinos. El presidente Harding lo recibió en la Casa Blanca y le confesó no comprender sus teorías, pero sí todo lo que su persona significaba para los votantes judíos... El público se interesaba por la ciencia, y en particular por lo que ocurría en los laboratorios de física nuclear. El físico norteamericano Arthur Holly Compton reunió 2 000 asistentes en el City College de Nueva York para una conferencia científica, y en 1934 Einstein daba charlas en Pittsburgh cobrando 50 dólares por la entrada.
Ernest Lawrence, constructor del primer ciclotrón en Berkeley, California, era la personificación de la física nuclear en los Estados Unidos. Anunciaba públicamente sus planes para construir grandes aceleradores, aparecía en la portada del Time, y su experimento en el que se transformó platino en oro por medio de una reacción nuclear fue noticia de primera página. En 1938, la madre de Lawrence, víctima de un cáncer pélvico inoperable, fue sometida a un tratamiento de radioterapia (irradiación controlada) con equipo creado por el grupo de Lawrence en Berkeley, y logró ser curada. Este hecho, considerado como milagro de la ciencia en esos días, ayudó a afianzar la imagen pública de que la física nuclear era útil, y en general que la investigación en ciencia básica podía resultar beneficiosa para la sociedad. La opinión pública norteamericana de los años 30 agradecía a la ciencia los avances tecnológicos que gozaba en su vida diaria.
Éstas eran las condiciones que los Estados Unidos ofrecieron a los físicos expulsados de las universidades europeas. Los intelectuales judíos, incluidos en los primeros exiliados de la Alemania nazi, encontraban trabajo estable en el mundo académico estadounidense. En 1941, más de 100 físicos extranjeros, entre ellos ocho Premios Nobel, habían conseguido una posición en universidades norteamericanas. La mayoría eran alemanes de ascendencia judía, o cónyuges de una mujer judía. Los refugiados se adaptaban al estilo de vida estadounidense,
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