Jóvenes y Tecnología Digital

JÓVENES Y TECNOLOGÍA DIGITAL

Mayra Yesenia Moreno Colomo

Comunicadora Social Boliviana

El concepto de juventud deriva del vocablo latino “iuventus”, el mismo que permite identificar el periodo que se ubica entre la infancia y adultez. Al respecto, el Diccionario de la Real Academia Española señala que la palabra juventud proviene del latín “iuvenis” que significa una persona de poca edad.

En Bolivia, La Ley Nº 342, Ley de la Juventud, promulgada el 5 de febrero de 2013 por el Estado Plurinacional, sin llegar a definir plenamente el concepto de juventud, establece en su Artículo Nº 4 (Ámbito de aplicación y alcance), “la presente ley se aplica a las jóvenes y los jóvenes comprendidos entre los dieciséis a veintiocho años de edad”.  

Margulis (1996), desde una visión más sociológica, afirma que la noción de “juventud” apela, más que a una condición natural, a una construcción social determinada por una serie de variables que no se hallan vinculadas exclusivamente al aspecto “físico/biológico” sino que se relacionan sobre todo a cuestiones económicas, sociales, políticas, culturales e ideológicas. Según este sociólogo argentino no existe una manera única de “ser joven”, sino existen varias modalidades de “ser joven” tanto a nivel etario como social.

Soria y Jitton (1990), sostienen que “la juventud es la etapa donde aparentemente concluyen los procesos de madurez y formación que se iniciaron en el nacimiento. Es el momento donde se empiezan a concretar y consolidar los estilos y planes de vida proyectados en la adolescencia. En esta etapa se toma conciencia de las necesidades de realización personal, laboral, intelectual y afectiva, característica que marca el camino que se seguirá por el resto de su vida”.

A partir de ambas puntualizaciones, señalar que “ser joven” resulta ser una construcción social, cultural e histórica que adquiere significados disímiles según el contexto temporal, espacial y cultural donde uno nace, crece y se desenvuelve, su sentido o significado no es igual para todas las personas ni para todas las sociedades y culturas, no es algo único, eterno y preciso, pues varía según lugar y época y según género y clase. Esto implica que socialmente no se comparten las mismas representaciones sociales sobre el status, naturaleza, funciones, necesidades, demandas, aspiraciones, responsabilidades y los roles sociales de los jóvenes, debido a que no es lo mismo “ser joven” en países desarrollados o países subdesarrollados, en clases sociales privilegiadas o clases sociales empobrecidas, en áreas urbanas o contextos rurales. Asimismo, no es lo mismo “ser joven” varón o mujer, pobre o rico, dentro de la familia o fuera de ella, con trabajo o sin trabajo, en las calles o en los centros de enseñanza.

Bolivia tiene una población bastante joven. Según proyecciones del Instituto Nacional de Estadística (INE), para el año 2020, de una población total aproximada de 10.800.000 habitantes, la población juvenil conformada por adolescentes y jóvenes cuyas edades oscilan entre los 16 y 28 años alcanza a 2.610.000 personas.  Sin embargo, a pesar de la enorme importancia cuantitativa y cualitativa que tienen los jóvenes en el desarrollo social y económico del país la mayoría de este componente poblacional presenta serias dificultades para cubrir necesidades básicas vinculadas a la educación, salud, alimentación, vivienda, trabajo e ingresos, ni hablar de derechos humanos tales como la participación, cultura, recreación, sexualidad, libre expresión, comunicación e información.

En la actual sociedad, denominada “sociedad red”, “sociedad del conocimiento”, “sociedad de la información” o “sociedad digital”, la mayoría de los especialistas coincide en señalar que la juventud es parte esencial de la “Generación Net”, “Generación WiFi”, “Generación punto.COM” o “Generación Milenial”.

Don Tapscott (1998), señala que esta generación se diferencia de todas las anteriores generaciones debido a que es la primera en nacer y crecer rodeada de redes, recursos, dispositivos, herramientas y servicios de la tecnología digital. Según este especialista canadiense, niños, adolescentes y jóvenes están inmersos en el mundo de las Nuevas Tecnologías de Información y Comunicación y se sienten más a gusto con ellas que sus progenitores, ya que están aprendiendo, jugando, comunicándose, trabajando y creando comunidades virtuales de modos muy distintos de los que utilizaron sus padres.

Sin embargo, este hecho que implica relaciones tempranas y constantes con la tecnología digital no necesariamente implica la presencia de una generación “digitalmente competente” y con “competencias digitales homogéneas”. Al respecto, Tapscott puntualiza que el “lado oscuro” de la expansión de la tecnología digital es expresado con el término inglés “digital divide” que hace referencia a la distinción entre aquellos que tienen acceso a redes, dispositivos y servicios digitales y aquellos que se hallan están excluidos de este tipo de tecnología digital. Este término con el transcurso del tiempo dio lugar al uso extendido del concepto de “brecha digital” para hacer referencia a las dificultades o desigualdades que se hallan en el acceso y consumo de las Tecnologías de Información y Comunicación en términos de infraestructura, accesibilidad y formación.  

Castells (2005), sostiene que esta brecha digital no sólo se produce y reproduce entre países, sino también entre ciudades de una misma nación o entre el área urbana y el área rural, o entre hombres y mujeres, o entre jóvenes y personas adultas, o entre quienes tienen acceso a la educación formal y los que no lo tienen.

La rapidez con que se han expandido las Tecnologías de Información y Comunicación ha obligado a la sociedad en su conjunto a implementar y desarrollar el uso, acceso y consumo eficiente y eficaz de dispositivos y herramientas digitales. Sin embargo, para este tipo de consumo digital se ha constatado que se requiere del desarrollo de ciertas “competencias digitales”, es decir, de determinados conocimientos, actitudes, prácticas y habilidades digitales necesarias para poder desenvolverse de manera conveniente e eficiente en una sociedad de la información y el conocimiento.

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