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Enviado por   •  24 de Abril de 2014  •  3.399 Palabras (14 Páginas)  •  224 Visitas

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José Ovejero

José Ovejero (Madrid 1958) escribe una novela urbana que sitúa en Madrid con una clara intención de recrear una realidad contemporánea, la misma que el autor conoce y que presenta con una imagen muy actual, el Madrid del telediario. Al señalar ciertos elementos que la definen en el cambio, uno intuye cierta dosis de nostalgia por la ciudad castiza que fue: me refiero a la presencia de trabajadores inmigrantes en el almacén, a los muebles de Ikea como referencia inevitable en cualquier entorno doméstico, a la presencia de rusos como inversores y kosovares que blanquean dinero comprando empresas locales en mala situación, a los contratos basura, a los eres, a los chinos y sus tiendas de ropa barata, por citar algunos ejemplos. Todo esto contribuye a presentar un Madrid en crisis, una ciudad cambiante en un mundo globalizado que exige apertura y movimiento. Es el mundo que Samuel divisa desde la terraza de su ático.

Samuel, el del quinto

Porque Samuel es un cuarentón sin rumbo ni anclaje; un hombre incapaz de tomar una iniciativa, tibio, poco emprendedor, nada valiente. Estamos hablando de un personaje que no siente, prefiere pasar por la vida como un fantasma, quizá demasiado equipado para protegerse al punto que sus defensas impiden que experimente cualquier sentimiento, incluso dolor. Indiferente, intenta vivir como un sonámbulo:

“Siempre me ha gustado vivir en áticos y buhardillas, porque desde sus ventanas o terrazas se ve un mundo que, sin pertenecerte, te permite disfrutar de él. No es necesario que lo cuides, nadie te pide que repares las tejas o reorientes la antena. Está ahí, para que lo mires, y cuando te asomas a ese vasto espacio te sientes como un terrateniente que va el domingo al campo y fuma recorriendo con la vista esas posesiones que no tiene que regar, ni labrar, ni cosechar.

Y también me han gustado siempre las mujeres que me permiten disfrutar su compañía sin obligarme a realizar el trabajo arduo, constante, ingrato a veces, que exige cualquier larga convivencia, una relación que se supone debe crecer y prosperar, pero para lo que haga también es necesario regar y labrar, e incluso la cosecha puede resultar agotadora aunque sea abundante.” (pág. 12).

Nos encontramos, al inicio de la historia, con un protagonista aparentemente resignado, decidido a no arriesgar, a no asumir, a no amar. Elige la soledad renunciando a cualquier recompensa, hay toneladas de miedo dentro de él y un gran vacío. Yo creo que el protagonista de La invención del amor pertenece a una generación de españoles que se han criado en la abundancia y en un estado de bienestar, una vez satisfechas y aseguradas las necesidades materiales, perdieron las ganas de luchar. Lo que los frena es el temor a renunciar a ciertos beneficios, logros de un mundo individualista y poco generoso.

Samuel se refugia en la terraza, un espacio físico privilegiado que le permite gozar de la vista de la ciudad, una visión amplia de un mundo ajeno. La actitud del hombre que contempla y discierne refleja que no todo está perdido, hay algo dentro de Samuel que será su tabla de salvación. Ese algo que lo mantiene a flote es su mente activa, se trata de un hombre reflexivo, consciente de su situación personal y de sus límites. Alguien que toma nota del vuelo de las aves -los vencejos- o de los murciélagos, es alguien que registra la posibilidad del vuelo, esas imágenes que retiene y atesora son el opuesto al encierro porque las aves son una metáfora de la libertad:

“La terraza es mi salvación, porque al estar ahí, comiendo o leyendo, o pensando en mis cosas, tengo la impresión de no estar sólo matando el tiempo, sino disfrutándolo. Estás muerto cuando deja de atraerte el placer, cuando ya no piensas más que en evitar el aburrimiento y no te importa que tu vida sea más ausencia -de dolor, de pasión, de entusiasmo- que contenido. El mayor enemigo de la felicidad no es el dolor, es el miedo. Para estar realmente vivo tienes que estar dispuesto a pagar un precio por lo que obtienes. Y ahí es donde yo fallo. Me estoy volviendo perezoso; me cuesta pagar para obtener y tiendo a conformarme con lo que me sale gratis, es decir, con poca cosa.” (pág. 43).

El miedo paraliza. Y la parálisis, que no es otra cosa que contención, protege de lo desconocido. Vivir es arriesgar, y quien arriesga también sabe que pierde. Samuel intenta racionalizar su inacción y procesarla como una ventaja para obrar bien. Pero también reconoce que al rechazar la aventura de la vida, el placer se aleja. La contradicción que advierte será el inicio de su despertar. Y Carina, con el pretexto de Clara, su guía:

“El otro Samuel, ese a quien suplanto para Carina, tiene una mujer y tenía una amante. Yo nunca he tenido una amante porque nunca he tenido una mujer a la que engañar; quizá debería decir que nunca ha confiado en mí lo suficiente una mujer como para que podamos hablar de engaño. Y si por un lado puede sonar triste esta constatación, por otro me alegro de no ser uno de esos hombres que ocultan y fingen, llegan a casa y dan beso a su mujer en la mejillla temerosos de que algún gesto o una palabra delaten que en realidad están pensando en la otra… Me alegro entonces de no ser el otro Samuel, salvo porque me hubiese gustado conocer a Clara, que ella hubiera sido mi amante; ella hubiera venido a buscar consuelo en mí…” (pág. 97-8).

No hay un juicio moral en este último párrafo, es la racionalización de una situación interior, el análisis de los propios límites y de las negaciones que uno se impone. A mí me parece importante porque refleja el estado anímico de Samuel, su vulnerabilidad. No sentir es una cosa (que en realidad es no querer sentir), no pensar es otra muy distinta y peligrosa, sin reflexiones el personaje sería un mediocre y un simple. No lo es, y por eso recupera el deseo perdido. ¿Cómo lo hace?:

La impostura

La mentira es, en La invención del amor, el pistoletazo de salida, un elemento necesario para que Samuel decida terminar con su encierro.. En realidad se trata de un juego, una aventura, una invitación para alejarse de uno mismo. Lo interesante es que ese otro en quien se esconde será su máscara o su disfraz, pero también un arma de conocimiento: Samuel ve la realidad desde un ángulo nuevo y de esa manera, descolocado, sorprendido, se libera de ataduras.

El juego comienza con un mal entendido, mientras recibe la llamada Samuel no entiende lo que sucede pero todavía no pretende ser otra persona: es su nombre el que escucha, lo llaman a él, le dan una noticia. Hace un esfuerzo para repasar la lista

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