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AUTOEVALUACION DOCENTE

yugaed10 de Octubre de 2013

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Autoevaluación docente. Un momento para reflexionar sobre nuestra práctica

Por Graciela Simari y Mónica Torneiro

Finalizamos el año escolar y ya definimos la calificación, promoción y acreditación de nuestros alumnos. Es un buen momento para reflexionar sobre nuestra propia práctica. ¿Qué entendemos por evaluar? La palabra evaluación nos remite a experiencias vividas cargadas emocionalmente que han dejado huella en nosotros en relación a lo que entendemos por evaluar y cómo juegan sus roles el evaluador y el evaluado. En el ámbito educativo, “evaluar se volvió sinónimo de control autoritario y externo sobre los otros” por eso suele generar miedos, inquietudes y resistencias.

El autor español, Miguel Santos Guerra señala que la evaluación puede responder a los intereses del evaluador, cada uno evalúa lo que desea, en la forma y momento que lo considere, con los instrumentos que decide convenientes y la usa con el fin que se proponga. “El poder es tan grande que permite catalogar éticamente, determinar explicaciones causales en forma arbitraria, justificar decisiones y clasificar (…)”Juzgar, medir, clasificar, evaluar forman parte de nuestro repertorio de acciones cotidianas, y no sólo en la escuela sino también en la vida, ya que vivimos evaluando.

La evaluación se sirve de valores como la justicia, la honestidad, pero también es vulnerable de correr el riesgo de tomarse como un arma de poder y sometimiento. Por eso debemos elaborar rigurosamente los criterios de evaluación para evitar que evaluar constituya un medio de control o, como dice Santos Guerra, un instrumento de opresión.

La evaluación es un instrumento para repensar si lo que se hace en la escuela va por buen camino. Ella es una parte sustantiva del proceso de enseñanza-aprendizaje y posibilita obtener información sobre las prácticas pedagógicas para mejorarlas.

Stuffelbeam define a la evaluación como “el proceso de diseñar, obtener y proporcionar información útil para juzgar alternativas de decisión“(1971).

Al considerar la relación entre las tareas y decisiones no sólo estamos en condiciones de valorar el proceso de enseñanza-aprendizaje globalmente, sino que además podemos identificar logros y detectar posibles causas de desvíos con el propósito de diseñar estrategias para superar los problemas y afianzar los logros.

La calificación y certificación de los aprendizajes de los alumnos constituyen una instancia ideal para observar y analizar, también el proceso de enseñanza. “Es poco habitual utilizar la evaluación de los alumnos como indicador de la calidad de las prácticas docentes. Los niveles de logros de los alumnos son de enorme utilidad para el docente ya que constituyen una manera de obtener información acerca de los resultados de su propuesta y, en consecuencia, un insumo para la posible redefinición de sus prácticas”. (Frigerio G., 1995).

Si la evaluación va dirigida de arriba hacia abajo, pasa a ser una herramienta de control y de poder.Pero si lo que pretendemos es mejorar la calidad educativa no sólo hay que evaluar a los estudiantes sino, fundamentalmente, nuestro rol y tarea como docentes. Aún más, la evaluación debe atravesar todos los niveles e implicar a todos los actores institucionales.

Indagar acerca de nuestra propia praxis exige realizar una rigurosa autoevaluación.

En la escuela no es común hablar de autoevaluación ni que el docente se pregunte qué ocurre con su propia práctica.¿Cuántos docentes se autoevalúan? ¿Cuántos docentes se arriesgan a ser evaluados por otros sin sentirse “perseguidos”? ¿Qué docentes invitarían a sus pares para que los evalúen y luego conversar acerca de cómo está realizando la práctica en el aula? ¿Cuántos se prestarían a ser evaluados por padres, por sus alumnos y, sobre todo, por sí mismos con la mirada autocrítica y objetiva que se necesita para producir cambios?

La posibilidad de la autoevaluación desancla un poco esa postura sojuzgadora para teñirla de expectativas positivas y, sobre todo, de interés y de comprensión.

Santos Guerra dice que “la autoevaluación es un proceso de autocrítica que genera unos hábitos enriquecedores de reflexión sobre la propia realidad” es decir, es un proceso de problematización sobre la propia práctica profesional. Este proceso genera en el docente una inevitable ansiedad puesto que están en juego su autoestima y todas sus estrategias de enseñanza (Alicia Camilloni 1998).

Una escuela que desea ser equitativa y justa debe plantearse el verdadero significado de la evaluación, para qué se realiza, para quiénes, qué es lo evaluable y lo evaluado, quién evalúa, cómo, cuándo…La pregunta por el acto evaluativo da la oportunidad de abrir nuevos interrogantes.

La autoevaluación es un proceso reflexivo en el que cada sujeto es a la vez, observador y objeto de análisis. Así, el quién evalúa corresponde al propio docente; el qué, es el punto más problemático porque exige una mirada retrospectiva del propio ejercicio profesional, de las acciones, marcos conceptuales, metodologías, interacciones, etc. El cómo, refiere a numerosos instrumentos y procedimientos de investigación que pueden ponerse en juego al momento de evaluar.

La autoevaluación demanda el compromiso de los docentes, el equipo de conducción y de la institución en general y tal compromiso deberá promover que toda práctica acreciente los pilares fuertes de cada uno y ajuste aquellos puntos que se hallan debilitados o deficitarios.

Creemos que no existe el maestro diez, pero tampoco el maestro cero. La asignación de la puntuación máxima refleja una crítica autocomplaciente, condescendiente y superficial, que apunta más a la aprobación que a la investigación sobre la práctica. En estos casos la autoevaluación de fin de año no está implementada como herramienta para pensar nuestra propia práctica, para reflexionar sobre nuestra marcha docente, como apertura de dudas que permitan la reelaboración de nuestro accionar responsable, sino que está pensada como algo más para dar cumplimiento.

En algunas jurisdicciones, cada año llega una papeleta para la autoevaluación, un cuestionario impreso en el que figuran varios criterios para luego ser evaluados en el concepto de cierre de ciclo lectivo. Dicho paso está vivenciado- en la mayoría de los casos- como un trámite previo a sentarse en Dirección a conversar sobre el desempeño áulico durante el año escolar.

¿Por qué el acto de evaluar nos resulta un quehacer antipático?

Porque muchas veces se toma la evaluación para buscar exclusivamente los desaciertos y-lo incorrecto, es lo que nos dará el resultado del examen. Una evaluación así planteada obliga a hacerse cargo de lo deficitario. Más que posibilidades, se busca al chivo expiatorio que cargará con la responsabilidad de esos resultados.

Los logros, serán repartidos, pero los desaciertos, generalmente tienen un dueño exclusivo y, por qué no, unipersonal.

El hacerse cargo del proceso no debiera involucrar un castigo sino una posibilidad de reposicionamiento, de cambio. Es preciso tener en cuenta que la práctica docente no debiera medirse basándose en resultados cuantitativos sino cualitativos.

¿Pero cuál o cuáles debieran ser los parámetros para evaluar la práctica del docente?

¿Es la solución la relación comparativa entre objetivos y resultados logrados?

¿Cuáles serían los principios básicos e impostergables para la realización de la autoevaluación del docente?

Algunos de estos principios serían:

Utilidad: Que realmente la autoevaluación sirva para algo y se realice oportunamente.

Factilidad: Los criterios a aplicarse deberán ser lo suficientemente claros, razonables y sencillos de aplicar para que todo docente pueda entender que es importante autoevaluarse. Las mediciones debieran ser probables: ni arrojar imposibilidades ni tampoco certezas.

Ética: Entre las partes que intervienen en la evaluación estableciendo el compromiso que este acto participativo implica, desde la protección de los derechos del evaluado hasta la honestidad en los resultados.

Claridad: En cuanto al objetivo de su realización, el “para qué se realiza”, que se pretende con ella, teniendo en cuenta el contexto en el que se realiza y apuntando a la descripción tanto de lo deficitario como de las virtudes de la práctica.

Guardar correlato: Pues deberá:

-Responder a las necesidades de quienes se sirven de ella para mejorar la calidad educativa.

-Ser prospectiva y no invalidatoria

-Atender al proceso en sí y no exclusivamente a los resultados obtenidos.

Stenhouse (1984) afirma que lo que mejora la acción educativa no es tanto la investigación sobre los docentes sino la de los docentes al analizar su actividad.

¿Pero qué tendría que tenerse en cuenta en este análisis de la actividad docente?

De por sí es muy complejo enumerar aspectos sin dejar de lado otros. La práctica docente no solamente es compleja sino que se realiza inmersa en una realidad de alta complejidad en la que todo está cohesionado, relacionado. No se trata de una realidad lineal, sino en red, se trata de una totalidad.

Es por ello que será necesario seleccionar los aspectos más relevantes, los que estén orientados a la acción.“La autoevaluación docente es aquel proceso donde es el profesor el que recoge, interpreta y valora la información relacionada con la práctica personal. Es el profesor quien enmarca criterios y estándares para valorar sus

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