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Administracion En Colombia

aaguilarb213 de Enero de 2012

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La Racionalidad Crítica en la Administración de las Instituciones Educativas. Un Imperativo Categórico. |

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Jairo Ricardo Pinilla G.[1]

Álvaro García Martínez[2]Las instituciones educativas de hoy están obligadas a dar fe pública de su que hacer y, por lo tanto, deben comprometerse a dar resultados reales en términos del rendimiento del cual es responsable[3].Tarea difícil de cumplir si el aparato administrativo de las instituciones educativas no esta al verdadero servicio del quehacer académico.Por lo tanto, se requiere, hoy más que nunca, repensar los procesos de la gestión administrativa, con miras a romper, el divorcio existente entre el poder deontológico y el poder epistemológico que prima al interior de las instituciones.Tarea inaplazable e ineludible y no delegable que todo administrador educativo debe emprender, pues le corresponde a él visualizar los escenarios futuros y emprender acciones encaminadas a trazar el rumbo a seguir, pues de no hacerlo oportunamente, se esta cediendo el paso para que sean otros los que decidan.Pero ¿cómo lograr el cambio y modernización en las instituciones, si la rigidez, la apatía, la pereza y la resistencia al cambio son los denominadores comunes en ellas? La clave del éxito, para algunos autores, esta en el Liderazgo Transformativo,[4] el cual, unido al Enfoque Gerencial[5], permiten lograr procesos de gestión abiertos, flexibles, capaces de convivir con la incertidumbre, visionarios y, por lo tanto, altamente competitivos.Sin embargo, ¿será posible alcanzar la excelencia académica y asumir el reto que le impone la sociedad de hoy a la educación y, por ende a las instituciones educativas de ocupar un papel protagónico en la construcción de una verdadera cultura democrática participativa, sin tener en cuenta el tipo de racionalidad bajo la cual se inscribe el modelo de administración educativa?La respuesta obvia a este interrogante es NO. Pues no podemos pensar que se puede llegar a construir una verdadera democracia participativa en las instituciones educativas a partir de la aplicación de modelos administrativos basados en una racionalidad técnica[6]ó bajo una racionalidad práctica[7], pues la primera busca primordialmente ejercer el control y, la segunda, se preocupa preferentemente por favorece a los intereses de las clase dominante. Por lo tanto, todo parece indicar, que la vía mas segura que puede conducir a un cambio real es un modelo de administración educativa basado en la racionalidad crítica, la cual utiliza tanto el conocimiento y las posibilidades de la ciencia empírico-analítica, como los desarrollos y ventajas de la ciencia social interpretativa, pero a partir de la autorreflexión y la crítica, logra trascender los intereses de control de la primera y de entendimiento mutuo de la segunda, para integrarlos en un interés en la emancipación; es decir, logra migrar hacia los aspectos medulares del proceso docente educativo en conjunción con el conocimiento, análisis y comprensión crítica y reflexiva de la realidad social en la cual esta inmersa la institución. Se dejan, por lo tanto, en un segundo plano, los aspectos puramente instrumentales y teóricos, para darle prioridad a la identificación de necesidades sentidas y problemas prioritarios a resolver, así como a la construcción de acuerdos y negociaciones democráticas -no democrateras- para la planeación, ejecución y evaluación de los procesos académico-administrativos en la institución escolar, tendientes a la transformación real y efectiva de la realidad escolar, a partir de la vivencia de valores y principios éticos y morales, como condición no negociable.La participación decidida de los diferentes estamentos que conforman la comunidad educativa esta asegurada por esta vía, toda vez que el privilegio del trabajo colaborativo, adoptado como estrategia metodológica, garantiza la libertad de participación y de decisión de todos y cada uno de los miembros, lo cual permite evidenciar una clara concepción del significado de la democracia y la existencia de un proyecto con solvencia ideológica y política, fruto justamente, de la construcción colectiva. De esta manera se logra que los intereses personales y de grupos queden subordinados a las necesidades e intereses institucionales, pues estos han sido identificados a partir del trabajo colectivo, por la vía del ?acuerdo no coactivo?.La institución escolar así administrada, merece ser considerada como espacio de encuentro que posibilita, entre otras cosas, el acuerdo entre los diferentes actores sociales y culturales para identificar, analizar y comprender la realidad, generando las condiciones necesarias para proponer alternativas de solución acordes con los diferentes tipos y formas de organización escolar para la resolución de problemas educativos, así como soluciones validas a las diferentes situaciones complejas del mundo de hoy.Es claro entonces que la administración educativa, desde la racionalidad critica, se rige por unos valores explícitos y claramente definidos, en donde el papel del administrador, no es otro, que el de fundamentar su praxis en la comprensión de los factores que se oponen a la puesta en práctica de dichos valores. El administrador educativo debe estar preparado entonces, para entender la sociedad en la cual labora, lo cual implica tener la capacidad de velar por hacer efectivos los valores de justicia social, autodeterminación, igualdad de oportunidades, liberación de autoridad represora, autenticidad en las relaciones sociales y bienestar con la comunidad, y no como un ente represor encargado del control (racionalidad técnica) y el mantenimiento del sistema imperante (racionalidad práctica).Consolidar una verdadera cultura democrática participativa en las instituciones educativas implica la construcción previa de una pedagogía ética y política, la cual sólo se podrá estructurar, reiteramos, bajo un modelo de administración educativa fundamentado en la racionalidad crítica.Administrar las instituciones educativas bajo una racionalidad crítica permite que la educación, a pesar de situarse en el nivel superestructural del sistema social y de expresarse, principalmente, a través de algunos aparatos ideológicos del estado, como el sistema escolar, la iglesia, la familia, los medios de comunicación, etc. adquiera un papel protagónico en la transformación de la realidad.Sin embargo, no puede, de ninguna manera, considerarse a la educación como el fundamento de la sociedad y como aquel elemento que determina en última instancia la estructura de la misma, como la pretenden hacer ver ciertas concepciones idealistas de la educación.Igualmente, pensar que la raíz de los problemas sociales radica en la falta de educación, en la ignorancia del pueblo y que, por lo tanto, el desarrollo y el cambio de la sociedad se logra democratizando la educación, es otra pretensión igualmente ilusoria de quienes intentan hacer una reforma o revolución educativa, independientemente de un cambio radical en las estructura políticas y sociales[8].No obstante debemos también recordar que lo superestructural no es un simple producto o reflejo mecánico de la infraestructura económica, sino que posee una autonomía relativa y un ámbito específico, que puede transformar la realidad y por ende la sociedad, de allí el reconocimiento al planteamiento de José ortega y Gasset:"Si la educación es la transformación de la realidad en el sentido de una idea que poseemos y la educación no ha de ser sino social, tendremos que la pedagogía es la ciencia de transformar sociedades. Antes llamábamos a esto política; he aquí, pues, que la política se ha hecho para nosotros pedagogía social, y el problema social es un problema pedagógico"el cual cobra vigencia y da apoyo a los planteamientos explicitados en el presente escrito.

[1] Coordinador proyecto curricular en Gerencia de Proyectos Educativos Institucionales. Universidad Distrital Francisco José de Caldas.[2] Director grupo de investigación GREECE. Universidad Distrital Francisco José de Caldas.[3] Ahora más que nunca, el destino personal y el futuro de las naciones depende de la educación, la cual como práctica social se ha convertido en el resultado de un ejercicio cada día más profesional que implica el pleno uso y desarrollo de las más alta capacidades de la inteligencia humana. Por lo tanto, el deber social de cualquier sistema educativo, es dotar a los estudiantes de las herramientas necesarias para construir su personalidad, poder emplearse y rendir con éxito en las nuevas condiciones que plantea la distribución social del trabajo y, sobre todo, mantener la actitud y contar con los mecanismos que le permitan aprender a aprehender, aprender a hacer, aprender a convivir y aprender a ser.[4] El liderazgo es la clave del éxito organizacional. Para crear organizaciones vigorosas y factibles, se necesita un liderazgo transformativo eficaz, que ofrezca una visión de lo que puede llegar a ser y, luego, las impulse para alcanzarlo. Rueda Aragón, J. (1993). Modernización Educativa. Revista El Educador. No.23.[5] La visión gerencial, permite lograr grandes niveles de eficacia, eficiencia y desarrollo. Pues aprovecha la creatividad de sus estamentos, previo conocimiento del contexto. Además la planeación es desarrollada mediante proyectos cooperativos, estimulando la participación para invertir el tiempo y la energía en beneficio de la organización. Ibid.[6] Racionalidad Técnica, también llamada enfoque tradicional, la cual se basa en la ciencia empírico-analítica o positivismo lógico. "Se afirma que el conocimiento empírico-analítico es objetivo y que consiste en proposiciones en forma de Ley sobre las relaciones que existen entre las cualidades de la vida social (Ej. La moral, la inteligencia, la idea

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