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kmguillen5 de Septiembre de 2013
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PELIGROS Y RIESGOS VOLCÁNICOS EN BIOGEOGRAFÍA:
EFECTOS SOBRE LA VEGETACIÓN
Elena González Cárdenas
Dpto. de Geografía y Ordenación del Territorio
Universidad de Castilla-La Mancha
Facultad de Letras. A/ Camilo José Cela s/n, 13071, Ciudad Real.
e-mail: Elena.Gonzalez@uclm.es
Resumen
Las erupciones volcánicas afectan a la biosfera en función de sus características específicas. No puede decirse que unas u otras tipologías eruptivas causen un daño mayor en el entorno, pero sí que sus efectos alcancen un mayor o menor radio de acción. Así las erupciones efusivas tendrán como máximo riesgo la emisión de fuentes y coladas fluidas de lava que afectarán a la vegetación de forma puntual, bien por el paso directo de la lava sobre ella, bien por los incendios forestales derivados de las altas temperaturas que se irradian desde los flujos lávicos. Salvo en tasas muy altas de emisión de lava, las coladas afectan a extensiones de terreno de unos centenares de metros de anchura y algunos miles de longitud. En erupciones explosivas, la emisión de flujos piroclásticos, el desencadenamiento de avalanchas y la caída de tefra van a ser los eventos que causen un mayor daño en la cobertera vegetal. Erupciones en las que se emiten columnas de varios kilómetros de altura, la formación de aerosoles puede dar lugar a la presencia de lluvia ácida, con lo que los resultados nocivos afectarán a un territorio mucho más amplio, comúnmente de carácter regional o en grandes erupciones de carácter global. La dispersión de la ceniza por los vientos dominantes, va a ser un factor crucial a la hora de delimitar áreas de impacto, y también de evaluarlo zonalmente. De una forma o de otra los efectos de las erupciones van a depender tanto de su dinámica, como de las características de la vegetación afectada, así como de circunstancias locales que pueden disminuir o acrecentar dichos efectos.
Estos factores locales van a influir de forma determinante en la regeneración y recuperación de las áreas forestales afectadas por los fenómenos eruptivos.
Introducción
« L´atmosphère est grise et la vue ne s’etend pas au-delà de dix mètres; le vent souffle violemment et fait tomber, des arbres, des gouttelettes solides de poussière noirâtre…Des champs de canne couverts de cendre se déroulent à nos yeux…son épaisseur sur le sol et sur les feuilles des arbrisseaux est de 1 centimètre et demi…partout ce n’est que cendre; le Morne Bardury qui est à notre gauche en est couvert, les arbres sont très hauts et leurs branches sont courbées vers le sol. A droit, le soleil montre de timides rayons qui viennent augmenter encore la blancheur tranchante de la cendre sur la verdure des arbres et des sommets »
« A droite et a gauche, l’herbe du chemin, les branches des arbres ployaient sous une épaisse couche gris. De temps en temps, on entendait un craquement et on voyait une branche de cacaoyer ou de cocotier se rompre sous le poids de la cendre »
Escritos de Odilon Darsieres y de Emilie Decomis. Erupción de la Montagne Pelée. Mayo de 1902
Las erupciones volcánicas son, sin duda, el fenómeno natural que provoca un mayor impacto sobre el territorio al que afecta y sobre la actividad de los grupos humanos que lo pueblan.
El impacto de las grandes catástrofes volcánicas que se han producido en la segunda mitad del siglo XX, sobre todo a partir de la erupción del monte Saint Helens ha creado en el gran público una conciencia de la existencia y dimensiones del riesgo volcánico, magnificado
por los medios de comunicación, la literatura y el cine. En épocas anteriores de la historia de la humanidad ha habido erupciones mucho más violentas y desastrosas que las vividas por el hombre a lo largo del siglo XX y XXI. Laki en 1783, Tambora en 1815 o Krakatoa en 1883, superan en magnitud o en la intensidad de sus efectos a las violentas erupciones del Vesubio (año 79), Montagne Pelée (1902), Saint Helens (1980), Chichonal (1982) y Pinatubo (1991).
Pequeñas erupciones como la del Nevado del Ruiz (1985) causan más de 25.000 muertos por una mala gestión del riesgo volcánico (Bruce, 2002). La erupción de la isla de Thera (1400 AC), aceleró la caída de la civilización minoica, y dio origen a los relatos bíblicos de las plagas de Egipto y al mito de la Atlántida. Una pequeña explosión en el volcán Galeras (1993) provocó la muerte de una decena de personas. El impacto en la comunidad científica fue inmenso. Nueve volcanólogos que estaban realizando un trabajo de campo rutinario en el ámbito de un congreso internacional, y tres turistas resultaron muertos o gravemente heridos. Erupciones de supervolcanes en la Era Secundaria contribuyeron a la desaparición de los grandes herbívoros.
1. Peligros volcánicos
Se denomina peligro volcánico a un proceso que puede representar una amenaza potencial para la vida del hombre y para sus propiedades, el cual se espera que ocurra en un determinado período de tiempo, afectando a una determinada área del territorio, generalmente próximo, en el que se ubica el volcán. El elemento de riesgo que nos ocupa, en este caso es la vegetación que puede resultar adversamente afectada como consecuencia de la incidencia del evento eruptivo. La mayoría de los autores distinguen entre riesgos primarios o directos y riesgos secundarios o inducidos. Los peligros volcánicos directos son: coladas de lava, caída de piroclastos, flujos piroclásticos y avalanchas. Entre los peligros volcánicos secundarios se encuentran los lahares o flujos de lodo, movimientos sísmicos, movimientos de ladera posteruptivos, tsunamis, inundaciones por alteraciones en la red de drenaje, y efectos atmosféricos (disminución de la radiación solar, lluvias torrenciales, lluvia ácida, descenso de las temperaturas medias...) La erupción del volcán Pinatubo provocó un descenso global de la temperatura de 0’5ºC (Fiocco et at. 1995):
1.1. Coladas de lava
En las erupciones volcánicas caracterizadas por bajos índices de explosividad, se emiten importantes volúmenes de lavas con diferente grado de fluidez, dando lugar a la formación de domos, fuentes de lava y coladas. Las coladas de lava generan un impacto directo de destrucción total sobre las formaciones vegetales que encuentran en su camino. Como los flujos lávicos se desplazan por las laderas de los edificios volcánicos y se encauzan en áreas topográficas deprimidas, es la vegetación que se localiza en vaguadas y hondonadas la que sufre con mayor intensidad los efectos de los derrames lávicos. Las altas temperaturas que se generan, así como los gases liberados de las lavas causan importantes daños indirectos. Los incendios forestales son una consecuencia habitual que extiende a grandes áreas los efectos del paso de las coladas. La erupción del Nyamuragira en 1938 (Blong, 1984) quemó miles de hectáreas de vegetación, las coladas del Kilahuea en 1955 (Macdonald and Eaton, 1964) arrasaron más de 1.000 hectáreas de bosque. Erupciones del Etna en 1971 y 2003, destruyeron, respectivamente, magníficos bosques de abedules y gran parte de la pineda de Linguaglosa. Ocasionalmente, y coincidiendo con pequeños resaltes topográficos y barreras naturales o artificiales pueden quedar islas de vegetación totalmente intactas que se constituyen como reservas para una futura regeneración de los espacios arrasados. Este hecho se observa en las coladas de la pequeña erupción lateral del Etna en año 1981 cerca de Randazzo.
El borde de destrucción en las coladas puede ser neto o gradual. La vegetación colindante con la zona arrasada puede estar directamente quemada por los incendios que se generan, o agostada por el calor y los gases que se irradian desde la lava.
Fig. 1. Islas de vegetación. Coladas de Randazzo, 1981 Fig.2. Coladas con bordes netos. Zaferana 1991
1.2. Caída de piroclastos
En erupciones explosivas se emiten piroclastos de diferente tamaño y volumen, y con distinto grado de intensidad. Cenizas, lapilli bombas y bloques afectan a la vegetación de manera distinta. El territorio recubierto, total o parcialmente, depende de la magnitud de la erupción. Cuanto menor es su tamaño, la dispersión de los piroclastos va a ser mayor. Así las cenizas (menores de 2 mm) caen a una considerable distancia del cráter. Cenizas expulsadas en las grandes erupciones cuaternarias de los estratovolcanes y megavolcanes del noroeste de los Estados Unidos, recubrieron buena parte de su territorio del sur de Canadá. Los efectos sobre la vegetación responden a la potencia del depósito y a la proximidad del elemento de riesgo al cráter. Los daños provocados por la caída de piroclastos van a estar condicionados tanto por el volumen, temperatura y grado de humedad, velocidad de caída y tamaño de las partículas del material que se deposita, como por las características de la propia vegetación. La densidad del follaje, la forma y distribución de las hojas en las plantas, el período del año en el que se desarrolla la erupción, son factores condicionantes del daño infligido. Donde alcanzan su máxima potencia, los depósitos de piroclastos pueden enterrar completamente la vegetación, sobre todo si esta es de bajo porte. El peso de la ceniza acumulada sobre ellas puede doblar y romper las ramas de los árboles, sobre todo si estos (áreas tropicales) tienen hojas de gran tamaño capaces de albergar importantes cantidades de tefra. Cerca del cráter la caída de piroclastos calientes puede quemar directamente la vegetación como se ha visto en algunas exhalaciones del Popocatépetl. La velocidad de caída provoca la pérdida de hojas y ocasionalmente la completa desfoliación
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