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Enviado por   •  25 de Enero de 2015  •  6.915 Palabras (28 Páginas)  •  165 Visitas

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Cuento de la muñeca del aparador

Bailaba la muñequita graciosamente en el aparador, su hermoso vestido blanco con brillos, iluminaba más que las propias estrellas, una vuelta, dos…y las personas quedaban encantadas, se reunían en rededor, esperando ver su linda carita tan tersa como la seda.

El dorado de su cabello dejaba con la boca abierta a cualquiera, todas las niñas querían tenerla, pero no estaba a la venta, al dueño de la tienda solo le interesaba lucirla, decía que era su obra maestra, la mejor muñeca que sus manos pudieron crear, así que estaría a su lado siempre, la exhibía solo porque el mundo no debía privarse de tal belleza.

Después de que la gente disfrutaba de su baile por horas, el hombre corría la cortina, y con un extremo cuidado, casi como si se tratara de una ceremonia solemne, la envolvía en finas telas, para llevarla a tras tienda, donde la colocaba en una cama hecha especialmente para ella.

Con el paso del tiempo, el hombre se hizo viejo, sin embargo su amada muñequita, seguía atrayendo la mirada de todos en el pueblo, ya que no se cansaban de verla girar día tras día en la misma dirección, luciendo sus hermosos atuendos.

El viejo era solitario, no se le conocía familia y a pesar de tener miles de pedidos de aquellos que esperaban encontrarlo un día con inspiración y tener una muñeca tan preciosa como la del aparador, no contaba con ningún trabajador, el solo se hacía cargo de todo. Estaba claro que su mundo eran las muñecas y se dedicaba a ellas de tiempo completo, aunque sus manos estuvieran llenas de artritis, y sus pies apenas pudieran dar pasó.

A pesar de su deteriorado estado de salud, seguía realizando el ritual del aparador para deleite de la gente y del propio. Pero en cierta ocasión, tropezó, arrancando la cortina de su sitio, y cayendo al suelo, sobre la pobre muñeca que se hizo pedazos. Las personas que veían corrieron rápido pasa asistir al anciano, pero al estar dentro de inmediato dieron un paso atrás horrorizados…los piezas de la muñeca regadas en el piso, no eran de trapo y porcelana…eran partes humanas.

Cuento de la chica del parque

Debo confesar que era la primera vez que salía a correr a pesar de vivir frente al parque. No soy un tipo muy activo, pero tenía días viendo a esa hermosa chica pasar frente a mi ventana, así que fui allá para conocerla.

Al final de su rutina ella hacia estiramientos en una banca dañada, ahí logré hablarle para presentarme y platicar un rato. Fue así por más de una semana, la vi a diario, y conversamos. Pero el día justo que reuní todo el valor para invitarla a salir ella no se presentó, tampoco el día siguiente, ni el próximo…

Al quinto día no pude resistir más, estaba preocupado. No tenía la dirección exacta, pero su casa estaba cerca y fue muy clara al describirme como llegar. Ahí me atendió un joven, casi me golpea al preguntar por ella. Pensé que era su novio, pero después supe que era su hermano, un chico bastante trastornado…por un buen motivo.

Me explicaron que ella había desaparecido meses atrás, yo les conté sobre mi encuentro con ella, y terminé dando mi declaración frente a la autoridad. Enviaron unos policías al parque. Decían que esperaban verla, pero en realidad me vigilaban a mí, me consideraban sospechoso de alguna manera. Peor aún, cuando tomaron declaración a la gente y nadie recordaba haberla visto.

Pude ir a parar a la cárcel cuando encontraron su cuerpo justo bajo esa banca, pero al desenterrarlo en presencia mía y de su familia, un vapor rosado se alzó del cadáver, tomando la forma de la chica, y flotando frente a nuestras miradas incrédulas me agradeció haberla encontrado y me absolvió frente a todos. Después simplemente se fue corriendo y desapareció.

Cuento de la muñeca del aparador

Bailaba la muñequita graciosamente en el aparador, su hermoso vestido blanco con brillos, iluminaba más que las propias estrellas, una vuelta, dos…y las personas quedaban encantadas, se reunían en rededor, esperando ver su linda carita tan tersa como la seda.

El dorado de su cabello dejaba con la boca abierta a cualquiera, todas las niñas querían tenerla, pero no estaba a la venta, al dueño de la tienda solo le interesaba lucirla, decía que era su obra maestra, la mejor muñeca que sus manos pudieron crear, así que estaría a su lado siempre, la exhibía solo porque el mundo no debía privarse de tal belleza.

Después de que la gente disfrutaba de su baile por horas, el hombre corría la cortina, y con un extremo cuidado, casi como si se tratara de una ceremonia solemne, la envolvía en finas telas, para llevarla a tras tienda, donde la colocaba en una cama hecha especialmente para ella.

Con el paso del tiempo, el hombre se hizo viejo, sin embargo su amada muñequita, seguía atrayendo la mirada de todos en el pueblo, ya que no se cansaban de verla girar día tras día en la misma dirección, luciendo sus hermosos atuendos.

El viejo era solitario, no se le conocía familia y a pesar de tener miles de pedidos de aquellos que esperaban encontrarlo un día con inspiración y tener una muñeca tan preciosa como la del aparador, no contaba con ningún trabajador, el solo se hacía cargo de todo. Estaba claro que su mundo eran las muñecas y se dedicaba a ellas de tiempo completo, aunque sus manos estuvieran llenas de artritis, y sus pies apenas pudieran dar pasó.

A pesar de su deteriorado estado de salud, seguía realizando el ritual del aparador para deleite de la gente y del propio. Pero en cierta ocasión, tropezó, arrancando la cortina de su sitio, y cayendo al suelo, sobre la pobre muñeca que se hizo pedazos. Las personas que veían corrieron rápido pasa asistir al anciano, pero al estar dentro de inmediato dieron un paso atrás horrorizados…los piezas de la muñeca regadas en el piso, no eran de trapo y porcelana…eran partes humanas.

Cuento de la chica del parque

Debo confesar que era la primera vez que salía a correr a pesar de vivir frente al parque. No soy un tipo muy activo, pero tenía días viendo a esa hermosa chica pasar frente a mi ventana, así que fui allá para conocerla.

Al final de su rutina ella hacia estiramientos en una banca dañada, ahí logré hablarle para presentarme y platicar un rato. Fue así por más de una semana, la vi a diario, y conversamos. Pero el día justo que reuní todo el valor para invitarla a salir ella no se presentó, tampoco el día siguiente, ni el próximo…

Al quinto día no pude resistir más, estaba

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