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CUENTO


Enviado por   •  13 de Octubre de 2014  •  761 Palabras (4 Páginas)  •  131 Visitas

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Lo último que recuerdo es su rostro enrojecido por la cólera mientras gritaba a los cuatro vientos como un orate que estaba despedido, así que tomo mis pertenecías, me trago mi orgullo y la poca dignidad que me queda y me largo del restaurante, uniéndome así a la larga lista de desempleados del país. Camino a mi hogar, me hallo atrapado en un embotellamiento vehicular, los gritos llenos de odio de los impacientes, el aturdidor sonido de las bocinas de los que creen que harán agilizar el tráfico haciéndolas sonar, la infernal ola de calor que hace que mi automóvil se asemeje a los hornos en los que trabajaba y el rio sin fin de automóviles me hacía desear no querer vivir más en este país de constante pugna sin razón alguna, de salir de esta gente ignorante y sin escrúpulos; mi esposa, en un tono burlón, siempre me dice que yo al nacer me equivoque de nacionalidad, y yo, aunque ella lo diga para mofarse de mí, estoy casi seguro de que en una vida pasada fui europeo de sangre azul, o quizá asiático, pero de algo si estoy más que seguro y es que mi finita estadía en Latinoamérica no es más que un error del destino. No veo el día de dejar a toda esta gente, esta gente que está en una etapa de evolución inferior, que está en un estado de inconciencia , que simplemente no van conmigo, solo vegetan, si pudiera alejarme de aquí sin dejar rastro solo llevaría a una persona, me decía yo todo el tiempo, esa persona seria ella, la que siempre ha estado a mi lado en los momentos difíciles, la que aunque se burle de mi delirio de superioridad siempre me apoya en todos mis planes y proyectos, mi esposa, la incondicional.

Horas después de reflexivos pensamientos, mientras estuve atrapado calcinándome en el infernal embotellamiento, logro llegar a mi casa, increíblemente con embotellamiento y todo, llego más temprano de lo usual, así que entro, y no encuentro rastro alguno de mi esposa, “debe estar en el cuarto”-me dije-, subo las escaleras para entrar a la habitación esperando sorprender a mi mujer con mi tan inesperada llegada, pero al entrar mi llegada se convierte en un sinsabor más amargo aun que el de la cruel despedida de mi trabajo, me encuentro con un cuadro tan desagradable que hace parecer al embotellamiento un carrusel, me encuentro con un exorbitante derroche de pasión y éxtasis consumado por los sudorosos cuerpos de mi vecino con el que hacia tan solo dos días había brindado por tener al fin, luego de muchas relaciones fallidas, una relación estable con la que pensaba era la mujer más maravillosa del planeta tierra, y a ella, la incondicional , la que siempre me apoyaba, mi esposa; sin interrumpir dicha grotesca escena y sin pedir explicaciones me largo sin mi presencia ser notada, grito y me desangro por dentro, ahora me encontraba más solo que nunca, aunque relativamente rodeado de mucha gente, pero de gente a la que nunca he pertenecido, miles de cosas pasaban por mi cabeza en ese entonces,

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