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Conceptos Introductorios De Finanzas Públicas


Enviado por   •  27 de Agosto de 2014  •  3.829 Palabras (16 Páginas)  •  280 Visitas

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01 – FUNCIONES DEL ESTADO DENTRO DE LA VISIÓN CLÁSICA, MARXISTA Y KEYNESIANA.

Adam Smith

Es un claro ejemplo del mecanicismo, a mediados del siglo XVIII avanza sobre el pensamiento de Hobbes al sostener que el interés particular de los individuos (su actitud egoísta) en aumentar la producción no generaba otra cosa que el aumento del ingreso de toda la comunidad. Ello sucedía por lo que Smith denominó efecto de una mano invisible, la que generaba que en definitiva el objetivo alcanzado sea el bien de la comunidad. Cuando un individuo perseguía su interés particular no hacía otra cosa que beneficiar a la sociedad donde vivía, por ende el Estado no debía combatir el egoísmo particular, el que en definitiva llevaba al equilibrio general. El desarrollo económico cada vez mayor generado por el mercado, se sustentaba en las fuerzas de autorregulación del mismo.

Para Smith el rol del Estado debía ser reducido, limitándose a observar como los individuos, persiguiendo su propio interés y compitiendo entre ellos, logran incrementar la renta de la sociedad en su conjunto. El individuo que mejor producto ofrecía y a un menor precio era premiado por el mercado, desplazando a los restantes oferentes. No debe ser el Estado quien determine qué debe producirse sino el mercado. Si los consumidores están dispuestos a pagar por un bien un precio superior al de su costo, siempre va a existir al menos un productor dispuesto a producirlo. Si existe más de un productor, quien mejor y a menor costo produzca el bien será a quien en definitiva el mercado beneficiará.

De acuerdo con Smith, cada individuo debía aportar a las arcas del Estado de acuerdo a su capacidad, es decir, conforme con su ingreso, del cual podía disfrutar por la protección del Estado.

En definitiva Smith reconocía que la existencia del Estado era necesaria para proveer determinados bienes públicos, en particular la provisión de seguridad, tanto la defensa exterior (de otras naciones) como la interior (de otros individuos) y la del bien público representación exterior.

Adam Smith fue también uno de los impulsores de la doctrina del laissez faire: dejar pasar, dejar hacer que el mundo camina solo, lema utilizado por los fisiócratas, defensores también de la existencia de un Estado no intervencionista.

De acuerdo con Adam Smith el Estado debía tener la menor de las intervenciones posibles, toda vez que el bienestar general se lograba a través de la sana competencia de los agentes económicos entre sí. Si bien existe consenso en que la libre competencia estimula la producción y la innovación generando el progreso social y económico, también existen consenso en que en determinadas circunstancias el mercado no funciona o si funciona no lo hace bien, como lo demuestran períodos de grandes depresiones económicas y desempleo, como el que se generó en 1929.

David Ricardo

Se le reconoce haber sido el primero que analizó la imposición de manera científica en su obra magna. A inicios del siglo XIX demostró como la mejor asignación posible de recursos de manera universal, no ya sólo en un país, se lograba sin trabas en el comercio internacional, esto es sin impuestos distorsivos (derechos de importación y exportación) cuando los productos traspasaran los límites de un país.

También se lo recuerda por el desarrollo de la teoría de la renta diferencial de la tierra, conocida como renta ricardiana. De acuerdo con David Ricardo como los productores maximizan su utilidad donde el costo marginal es igual al ingreso marginal, son ellos quienes deben soportar la incidencia del impuesto a la renta, el cual no deberían trasladar a los precios.

Karl Marx

Las teorías de Smith y las del laissez faire sostienen que el libre funcionamiento del mercado de competencia perfecta conduce al bienestar general. Ello no siempre es así, principalmente por lo que se denominan fallas del mercado. El libre accionar del mercado, sin un Estado que administre funciones básicas (que provea bienes públicos) como justicia, seguridad y representación exterior y favorezca la igualdad de oportunidades puede conducir a una gran e inequitativa desigualdad económica. Ello generó que no todos los pensadores mantuvieran las mismas teorías y líneas de razonamiento que Adam Smith o Stuar Mill. Desde Charles Dickens, quien se encargó de describir en sus novelas la pobreza en la cual debieron vivir las clases trabajadoras, hasta Karl Marx, el más influyente de los pensadores socialistas, quien reclamó la presencia del Estado a fin de reorganizar la economía y la sociedad, principalmente mediante el control y la distribución de la producción, los que actuando de manera conjunta y persiguiendo el interés mutuo, contribuirían a mejorar el mundo, económica y socialmente.

Mientras Adam Smith sostenía que luego de un tiempo y perfecta libertad la humanidad conseguiría el máximo de bienestar, Marx percibía la historia como un desorden, continuas luchas de clases y antagonismo conducirían en alguna oportunidad a destruir los males del capitalismo y los males de las teorías que sus antecesores habían desarrollado. El mercado era un conjunto de fuerzas invisibles que no conducían al bienestar general, sino a una acumulación de capital y riqueza cada vez mayor, que incrementaba la desigualdad con el tiempo. De acuerdo con Marx, el dueño del capital obtenía un beneficio adicional o plusvalía pagando menos al factor trabajo. Para él la posibilidad de que el capitalismo falle no sólo era cierta, sino además continua, y tal proceso llevaba al antagonismo entre quienes se beneficiaban y quienes se perjudicaban.

John M. Keynes

En 1929 EE.UU. soportó una de las mayores crisis económicas de su historia, conocida como la gran depresión, que no tardó en contagiar al resto de las naciones. Su producto bruto cayó un tercio, llegando el nivel de desempleo a superar el 30% y las familias a perder casi todos ahorros. Estos datos demostraban que la economía basada en el mercado libre tenía sus fallas. A partir de ello, un economista inglés, desarrolla sus teorías basadas en el supuesto que el Estado debía actuar para estabilizar los problemas que presentaban ciclos económicos. En una época de depresión como la vivida a partir de 1929, era necesario que el Estado ampliara la demanda global, estabilizara los precios que descendían diariamente y a la vez impulsara el pleno empleo. La depresión produjo la baja de los precios de las cosechas, lo que en parte generó que los agricultores no pudieran devolver sus préstamos y que los bancos quebraran sin poder devolver los depósitos. Fue en respuesta a estos problemas que el presidente Roosevelt

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