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Constitucioon Subjetiva

lucilaa13 de Junio de 2013

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CONSTITUCION SUBJETIVA Y DISCAPACIDAD

El desarrollo del trabajo consiste en explicar cuestiones inherentes de los movimientos subjetivos que deben jugarse en los primeros tiempos del bebé en la relación con su madre para que se juegue la constitución de un psiquismo más allá del déficit.; así también me propongo mostrar que sucede cuando esto no acontece del modo esperado y el niño con una discapacidad queda ubicado por la mirada de estos padres en su propio déficit. Incluyo también en el trabajo la cuestión de que este proceso, para llevarse a cabo de modo esperable, requiere de un tercero que entre en el juego, el padre.

Si bien este recorte es amplio, me sentí convocada a hacerlo porque considero que las experiencias de los niños en sus primeros tiempos de vida resultan de fundamental importancia y nuestro papel allí, como profesionales psicólogos, requiere un compromiso auténtico y una intervención medida y ajustada a la singularidad de cada familia.

INTRODUCCIÓN:

El nacimiento de un hijo lleva consigo la reactualización y la puesta en juego de la historia de los propios padres y de cuestiones muy íntimas de su propia subjetividad. Con la paternidad se juegan cuestiones del propio narcicismo, del ideal perdido que vuelve a entrar en escena. El hijo nacido implica en sí mismo una posible promesa de realización (por medio de él) de aquellas cuestiones, concientes e inconscientes, que los padres debieron resignar o no lograron alcanzar. Cuando el hijo que nace es portador de algún déficit todas estas cuestiones del psiquismo implicadas pueden verse reavivadas.

Algo del orden de la castración se reactualiza ante el nacimiento de este hijo, centrándose la mirada en relación al déficit de ese niño, diverso al que estaba inscripto en el deseo de los padres y en su imaginario. La castración toma cuerpo en esa “falla”.

Para que de un “cachorro humano” devenga sujeto, es necesario que algo del deseo de los padres se juegue en él. Es necesario que se den ciertos movimientos en la economía psíquica de los sujetos que cumplen las funciones parentales para que se vayan haciendo marcas en el pequeño ser que lo inscriban como hijo, como niño amado. Y así como es necesario que este niño ocupe un lugar en el deseo, también es necesario que progresivamente estos padres deseen más allá del hijo. Es a partir del doble movimiento de alienación-separación del que habla Jacques Lacan que el niño es investido libidinalmente pero sin queda sujetado al puro capricho de las figuras adultas como objeto de su goce.

El tránsito por este doble proceso en relación a sus hijos conlleva una amplia complejidad y diversos avatares en todos los sujetos. Me interesa desarrollar en este trabajo las particularidades que pueden agregarse en el caso de que el niño nacido resulte tener un déficit. Me propongo articular situaciones clínicas con el recorrido teórico, teniendo como eje la pregunta en relación a qué sucede con el proceso de separación entre una madre y su hijo cuando este último está marcado por alguna cuestión orgánica que lo inscribe como “niño discapacitado”; diverso al hijo ideal que se jugaba en el deseo parental. También me propongo mostrar que sucede con la posición del padre en la medida que el material clínico me lo permita.

DESARROLLO:

Partiendo de la cuestión central del psicoanálisis en la cual el sujeto tiene su origen en el campo del Otro, podemos comenzar por repensar lo escuchado en un Ateneo en el Gabinete acerca de una niña a la que llamaré P. P nació con Síndrome de Down. Tiene 4 años y asiste a la Institución desde los 8 meses. Por lo desplegado durante el Ateneo, se logra colegir que algo del proceso de separación entre esta niña y su madre no termina de ser inscripto a nivel de los significantes. P es presentada como una niña muy controladora de la presencia de su mamá, la cual insiste en una actitud sobreprotectora. La sobreprotección resulta justificada desde el discurso de la madre a raíz de una operación del corazón que tuvo la niña a los tres meses. La nena duerme en la cama de los padres “… me quedó mucho miedo de la operación, más que el diagnóstico” – dice la mujer. Relata no poder alejarse físicamente, por lo menos sin sentir una importante angustia. Observa por la ventana cuando su hija está en sesión, corre cuando tiene que ir a algún sitio sola, también expresa que su “no” como límite, carece de valor ante los caprichos de su hija. Cuando comenzaron en el Gabinete a realizar un trabajo específico con relación a la separación, se manifestó un ausentismo importante a las sesiones.

Para repensar cuestiones que se juegan en esta relación es importante remitirse a la conceptualización de Alienación de Jacques Lacan. Este es un primer momento de constitución psíquica en el que necesariamente el niño, al pasar por el desfiladero de significantes del campo del Otro, queda atrapado en este. El bebé es nombrado por la madre, es significado por ella y es ella la que pone palabras, sentido y acciones a las necesidades de su hijo. El niño es libidinizado por la madre, en tanto ocupa en ella el lugar de su deseo, el falo. Quedan así constituida una unidad, y en tanto que el Otro es el que hace surgir al sujeto; al mismo tiempo lo barra, lo anula en su presencia.

A esta operación debe sumársele un segundo movimiento de causación subjetiva, la Separación. Es necesario que el niño le haga falta a la madre, en el sentido de que ella pueda desear algo más allá de él. Este es el camino por el cual el bebé puede constituirse como cuerpo diferenciado, en el doble movimiento yo - no yo. Estas cuestiones, en situaciones relativamente ideales, transcurren naturalmente. Sin embargo, podemos observar que cuando existe junto con el nacimiento del hijo un “diagnóstico” que hace marca en los padres y actúa como obturador del deseo, estas cuestiones pueden verse dificultadas. Así es que en el discurso y el actuar de la mamá de P podemos comprobar que hay algo en relación a la discapacidad de su hija que no ha sido aún elabora. Incluso, considero como posibilidad que la operación cardíaca de la nena haya funcionado como velo a lo no tramitado del diagnóstico, dando cuenta de un duelo no concluido de esa hija “sana” no nacida. Es así que las cuestiones de sobreprotección son justificadas por esta operación. Cuando la madre teme por el bienestar de su hija, espiando por la ventana, teniéndola siempre bajo su mirada; podemos inferir una formación reactiva al deseo de muerte que se juega en relación a esta hija “intrusa”. También se pesquisan cuestiones de esta índole cuando reviso otro caso: un nene al que llamaré J. J también tiene 4 años, de acuerdo al diagnóstico presenta retraso madurativo y trastorno específico del lenguaje. También se observan en la mamá de J dificultades en la separación de su hijo. Por lo descripto en el Ateneo, también fue difícil trabajar la cuestión de la separación . La preocupación de la mamá pasaba por quién iba a alimentar a su hijo cuando ella no estaba, manejando la asistencia del niño al jardín de modo caprichoso y corriendo el riesgo de perder la posibilidad de doble jornada (como ganancia secundaria el chico estaría todo el día con ella). J se presenta como un niño apocado, sin iniciativa, tímido, con dislalias en el lenguaje pero con buenas posibilidades de comprensión. A diferencia de lo que relatan sus padres, este nene presenta en las sesiones buenas capacidades de aprendizaje, buenas posibilidades de hacerse entender y de simbolización en sus juegos. Podemos concluir que en este caso los padres “discapacitan” a J, en el sentido de no ver sus posibilidades y ubicar el sujeto en el lugar de sus déficits. Al comenzar a jugarse cuestiones de la separación por medio de las intervenciones del gabinete, pudo comenzar a articularse de modo diverso algo del deseo de estos padres en relación a su hijo. Como explica la Lic. Fainblum, el quiebre del narcisismo parental jugado ante el nacimiento de estos hijos portadores de un déficit “generaría limitaciones en la posibilidad de asunción de las funciones maternas y paternas y en consecuencia también estarían dificultados los intercambios gozosos con el niño (…)” intercambios que permiten la inscripción significante y la subjetivación. Así es que J se presentó al gabinete con un tono muscular débil, “como un viejito” en el decir de una de las terapeutas. Puede observarse que en esta familia algo del orden de la angustia no elaborada en relación a la discapacidad viene a jugarse en el “no esperar mucho” por parte de este hijo. Si no se espera mucho, no hay desilusión al no cumplir el niño con los anhelos narcisistas de los padres. La cuestión de la sobreprotección también puede pensarse como velando la falta de expectativas puestas en su hijo, de modo que no se le demanda esfuerzos.

Resulta importante destacar que en los progresos observados en estos niños en su desarrollo subjetivo en relación con su madre, algo diverso comienza a operar desde el lugar del padre. Si articulamos rápidamente desde los tiempos lógicos del Edipo, en un primer tiempo el niño se encuentra identificado al deseo materno en tanto falo. Resulta necesario que el padre intervenga privando a la madre de ese falo =niño (en tanto la madre lo habilite). El niño debe dejar de ser el falo de la madre para poder acceder a tenerlo o no tenerlo. Recién en un tercer tiempo se articula la castración, y este padre privador pasa a ser un padre dador (que el mismo atravesó la castración). El complejo del Edipo permite al niño ser un sujeto del deseo, en tanto queda inscripta la falta en el Otro.

Ambos padres, el de P y el de J, comienzan

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