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Creción De Espacio Teatral

walfrealva29 de Mayo de 2014

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Creación o Espacio Sonoro en la Escena Teatral.

Partimos de considerar el espacio sonoro teatral como un objeto históricamente relegado dentro de los estudios teatrales, es decir, sin la suficiente tradición ni inscripción como cuerpo disciplinar. Ni el teatrista ni el crítico han contado con las herramientas conceptuales suficientes a su servicio para el abordaje y el análisis de lo sonoro/musical-escénico, lo que tiene su correlato en la ambigüedad respecto de la categorización de las incumbencias o de la terminología utilizada en el discurso social y técnico en este campo, a la hora de emprender un análisis teórico o crítico.

El concepto espacio sonoro teatral supone una doble acepción: remite, por un lado, al campo de estudios dentro de la teatrología en donde se inscribe y pretende validarse, y por otro, a la imagen escenoacústica que fabrica el universo

sonoro de una obra. Es decir, hace referencia:

a) desde el punto de vista epistemológico, a la identificación de un espacio del

saber acerca de lo sonoro/musical como incumbencia en el contexto de las diferentes áreas disciplinares que integran los estudios sobre la puesta en escena;

b) desde el punto de vista significativo y comunicativo, a la imagen que construyen los hechos sonoros actualizados en el contexto de enunciación escénica.

La validación del espacio sonoro como medio escénico

Muchas veces, cuando se teoriza acerca del hecho teatral o se exponen sus lineamientos desde tratados semióticos y diccionarios específicos, se parte de

situaciones históricas o de modelos ideales de producción, desde donde son descriptos los sistemas de signos que convoca la puesta en escena, más allá de las condiciones escenotécnicas reales y puntuales, de los insumos humanos

particulares o del medio cultural en el que están insertos. En tal sentido, la metáfora del "espacio vacío" al que remitía Peter Brook en cuanto posibilidad de

habilitar cualquier espacio como lugar de enunciación escénica, puede acontecer

tanto en salas fuertemente equipadas, en el marco de la infraestructura de los teatros independientes, en espacios alternativos o bien en la calle. En cada una de

estas instancias, puede pensarse y fabricarse el espacio sonoro teatral, pero su

construcción depende tanto de la materia prima mínima necesaria para proyectar

sus diseños, dispositivos y efectos, cuanto de la urgencia estética por considerar al artificio sonoro/musical en igualdad de importancia que cualquier otro medio

escénico.

Respecto de la crítica teatral, ésta tradicionalmente da cuenta de los aspectos performativos del hecho musical, o sea, siempre y cuando existan personajes músicos con una modalidad dramática o épica, o acerca de aquellos acompañamientos musicales con similar funcionalidad. Pero rara vez se expresa

acerca del concepto espacio sonoro, o respecto de la banda sonora propiamente

dicha, esto es, con relación a otros contenidos tales como la función significante de la música o a su pertinencia dramática y dramatúrgica, sobre todo teniendo en

cuenta la cantidad de oportunidades en que lo sonoro y lo musical ofician, en tanto

que significantes, de verdadero relevo del entorno escenoplástico o de la propia

acción, cuestiones que, de hecho, no competen al campo de la teoría y crítica de la música.

En otras palabras, puede que desde cierto nivel de producción escénica, acotada por la disponibilidad de recursos económicos, no se tenga acceso al encargo de una música original o a convocar a un diseñador sonoro, o que si es factible autogestionar tales músicas, diseños y manipuladores técnicos, no se cuente luego con el dispositivo mínimo para su materialización.

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