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Crimen De La Humanidad

gerafrausto4 de Octubre de 2013

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Crimen de lesa humanidad

14 de abril de 2011

El próximo día 18 de este hermoso mes de abril, se cumplirán 36 años de que fuera secuestrado en Monterrey mi hijo Jesús Piedra Ibarra.

Nos enteramos por la prensa, desgraciadamente 13 días más tarde, tiempo que hubiera sido valioso para luchar, para interponer recursos legales que obligasen a sus captores a presentarlo ante autoridad competente… pero nadie, ninguno de quienes pudieran saberlo se atrevió a llamar a nuestro teléfono… y 13 días después —repito— leímos: “Cae Piedra Ibarra”, a grandes titulares en el periódico El Norte de Monterrey, y una descripción prolija del suceso.

Para entonces ya lo habían trasladado a la capital y llevado a la “sede” de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) (Circular de Morelia 8), lugar espeluznante en el que guardaban su ilegalidad y su sevicia Nazar Haro y otros muchos torturadores y por el que pasaron infinidad de detenidos que después fueron encerrados en el Campo Militar Número Uno en el DF, en la Base Naval de Icacos de Acapulco, y en el Campo Militar La Joya, en Torreón, o en otros centros clandestinos del sexenio echeverrista, hechos todos, fuera del marco constitucional y del Código de Justicia Militar del año 1975 que fue uno de los años con gran número de “desapariciones” en muchos estados del país, principalmente en Guerrero, estado “pionero” en este delito en el gobierno del tenebroso Rubén Figueroa.

Agotamos la búsqueda de justicia en Monterrey; hablamos con todos los funcionarios que pudiesen y debieron de haber actuado conforme a derecho, pero todos se veían atemorizados y algunos con cierto asomo de vergüenza, sólo el gobernador Pedro G. Zorrilla Martínez, doctorado en Derecho en la Sorbona, osó decirme como una justificación al ilegal proceder de sus subalternos: “su hijo no es una blanca palomita”, de alguna manera, como tratando de legitimar el ilícito del secuestro y la incomunicación de mi hijo… y empezó mi calvario.

Mi esposo, sacado de su consultorio con violencia fue llevado a las oficinas de la policía judicial de Nuevo León en donde lo torturaron por órdenes de Carlos G. Solana Macías ocasionándole la fractura de una vértebra que le impedía caminar.

Con la enorme ansiedad de querer saber de mi hijo llegué al DF en compañía de mi hija mayor y acudimos a todas las instancias de procuración de justicia, pero sólo hallamos falsedad y simulación. Poco tiempo después mi hija, por razones de sus estudios, tuvo que regresar a Monterrey y acudió en su relevo mi hijo menor, que al poco tiempo tuvo que regresar también por las mismas razones de su hermana. Después le tocó a mi otra hija, que tuvo un poco más de tiempo para acompañarme, pero acabé quedándome sola y triste por sus ausencias y por la enorme frustración de no encontrar justicia ni en la Procuraduría General de la República ni en la Secretaría de Gobernación ni por parte del presidente Luis Echeverría con el que a pesar de su enorme habilidad de huidizo logré hablar con él en 39 ocasiones, la última el día 20 de noviembre de 1976, en las postrimerías de su mandato.

Se fue y dejó una enorme deuda de dolor en cientos de hogares que habían sufrido como yo el secuestro y la llamada desaparición forzada de uno o de varios de los integrantes de su familia.

Desde entonces no he cejado en mi empeño ni he perdido la esperanza de recuperar a mi hijo como lo sienten todas las madres y familiares que junto conmigo forman el Comité Eureka. Desde el secuestro de mi hijo han transcurrido 36 años —como ya dije— pero mientras tenga vida seguiré luchando por recuperarlo y seguiré sembrando la idea de justicia en todas las personas que pueda, en todos los mexicanos que sientan como suyos nuestra pena, nuestro dolor y la enorme frustración de no encontrar justicia y de ver día a día, año con año, sexenio

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