Crisis En La Vocaciòn Magisterial

Coincido con el ponente Alberto Tapia Valencia en el hecho de que la solución a varios de los problemas educativos no radican en la reformación de programas, en la implantación de estructuras o en la modificación del sistema. Es cierto que en el proceso de educación de los individuos influyen factores del contexto e infinidad de políticas; sin embargo, la formación integral de los estudiantes depende de lo hagamos o dejemos de hacer como docentes.

Ponemos en entredicho el significado que cada docente le impregna a su práctica, y me inclino hacia la idea de que el maestro no nace, se hace. Es decir, mediante la reflexión de lo que hacemos y cómo lo hacemos podemos crecer profesionalmente; para ello debemos detenernos y dar un vistazo a lo que hemos hecho en nuestras aulas con la intención de evaluarnos. Resulta complejo identificar y reconocer nuestras deficiencias, incluso puedo afirmar que pocos son aquellos que llevan a cabo esta actividad de manera sistemática (y la mayoría de las veces por obligación). Pero esta actividad ayudaría a reivindicar nuestra misión.

De lo anterior se desglosa la postura que tenemos ante el compromiso de educar: nuestra vocación. Si nos vamos a su significado etimológico, vocación quiere decir llamar, es ese deseo por emprender una carrera, profesión o cualquier otra actividad cuando todavía no se han adquirido todas las aptitudes o conocimientos necesarios. Parto del supuesto anterior, para hacer hincapié en que varios de los maestros no elegimos nuestra profesión por convicción, sino por factores sociológicos. Aún así, considero que si ya estamos dentro de, nos corresponde enseñar de la mejor manera posible, desarrollar habilidades apegadas a las necesidades que identifiquemos para alcanzar nuestros objetivos.

Sumando un aspecto más a la búsqueda de razones del fracaso de la educación en México, conviene analizar la formación que tuvimos en la Normal. Dicha formación docente, ha dejado de lado el valor social que representa nuestra labor. Por ello, a continuación se plantean algunas afirmaciones considerando 4 dimensiones:

• Dimensión sincrónica: Referida a la función explícita que realizamos en las aulas, el proceso de enseñanza-aprendizaje. Nuestro papel debe ser percibido como promotor del aprendizaje, motivador y sensible a las condiciones bajo las cuales sucede el aprendizaje. El docente debe generar la búsqueda constante del conocimiento. Pensemos en que los estudiantes nos conciben como un modelo a seguir, por tanto, la manera en que interactuemos con ellos influirá en su desempeño académico y también en la formación de su identidad social.

• Dimensión diacrónica: Consiste en la tarea implícita del docente: ser conciencia crítica, apreciar su realidad social y transformarla, para ello hay que tener bien claras las metas y objetivos de la educación. Falta reflexión y crítica en la práctica educativa, falta la conciencia del rol social y cultural que lleva consigo el ejercer la docencia: falta la inquietud por trascender y hacerlo de buena manera, y eso se aprende.

• Dimensión ontológica: Haciendo referencia al ser y deber ser del maestro. Actuemos como rectores de la conducta humana. En este sentido, el cómo somos se define mediante

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