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Crisis Mundial Con Relación A Los Valores

valle098 de Marzo de 2015

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INTRODUCCION

Para hablar sobre el tema de valores humanos es muy importante enfocar desde la perspectiva de tres dimensiones: Desde el punto de vista filosófico, desde el punto de vista de las comunicaciones, y desde el punto de vista de nuevas tecnologías. Por otro lado, es imprescindible enfocar socialmente e individualmente.

La sociedad peruana actualmente tiene serios problemas de conducta, y las personas que pertenecemos a una sociedad en países subdesarrollados tenemos una característica que permita identificarnos con facilidad; como es lógico no es posible estandarizar los parámetros que rigen nuestra conducta; sin embargo, es posible enderezar nuestra conducta. Construyendo parámetros ideales que encaminen nuestros actos al bien común.

A continuaci6n analicemos en síntesis muy apretada las dimensiones sociales e individuales que permitan tomar acci6n para una educaci6n masiva acerca de los Valores Humanos, que coadyuve optimizar las relaciones humanas para el logro de una mejor vida social dentro del respeto mutuo entre las instituciones, empresas, así como los profesionales de diferentes especialidades que prestan sus servicios como integrantes de una sociedad, deban hacerlo con moral y honestidad.

DESARROLLO

Crisis Mundial en relación con los valores

Crisis es hoy una palabra de uso cotidiano. Es raro el día que no la decimos o escuchamos y no falta quien la ve como una oportunidad.

Pero crisis significa etimológicamente "separar", "discernir"; y va unida siempre a la urgencia de tener que tomar una decisión. Decisión a menudo dolorosa, porque implica ejercer un mandato de libertad y, por lo tanto, de responsabilidad. Dice Jean Guitton que hoy vivimos la "crisis de las esencias": se refiere a la crisis de las ideas que hasta ahora formaban el lazo entre las civilizaciones.

Hoy no hay crisis solitarias, todas se comunican entre si, se reabastecen recíprocamente para lo mejor o para lo peor. Y esta es una de las razones de la angustia profunda, que ocupa el inconsciente de los hombres - pues todo hombre digno es intransigente sobre lo esencial. Ese hombre piensa con las categorías, idioma, circunstancia del momento que vive, de acuerdo con la programación recibida de su cultura, que le transmite los valores de su comunidad. Sabemos que la causa formal de la sociedad es el vínculo moral de quienes la componen, su intención de buscar juntos el Bien Común.

Cuando este vínculo moral deja de existir por el egoísmo e individualismo, acentuado en una búsqueda desenfrenada de si mismo por encima de todo, la sociedad entra en crisis y en riesgo de disolución. Se genera un estado de violencia, verdadera regresión humana, que abandona la racionalidad natural para conducirse con rasgos de animalidad, propios de una

infracultura. Este "desorden social" conlleva la violación de los derechos esenciales de la persona, el desprecio de la vida, propia y ajena, puesto de manifiesto en formas innumerables: desde la industria del secuestro y la apropiación de los bienes ajenos a través del hurto, del robo, hasta asimismo como una indebida carga social de impuestos claramente injustos.

Es también consecuencia de una sociedad en crisis la desenfrenada búsqueda del tener, que somete al ser humano a un consumismo de lo superfluo y aún de lo perjudicial, materializando valor y virtud cual si fueran nuevas mercancías de la oferta y la demanda. "Valor" traduce el término clásico de "bien" o "bondad"; es por lo tanto equivalente a axioma (en lógica), dignidad (en las cosas); es algo que vale de por sí y que merece ser visto, admirado, poseído - y que no nos permite estar ausentes al presente.

El primer valor es el don inestimable de la vida, valor sagrado y hoy cuestionado al mismo tiempo. A este le sigue el amor, lo único capaz de llenar el corazón del hombre -aún el amor no correspondido- porque aunque se mezclen motivos de amargura quien ama mucho es siempre feliz.

Otros valores - podríamos llamarlos tesoros - como familia, verdad, justicia, patria, religión, libertad, honor, fidelidad y algunos más, no son hoy enseñados ni mucho menos promovidos. Al contrario, muchas veces se los ridiculiza y son objeto de burla y de escarnio. Pero son éstos los que movilizan, porque estamos presentes sólo a aquello que nos comunica su valor y su sentido profundo.

Los valores son absolutos, en el sentido de que no son relativos a algo. Y cuando están en contacto con la realidad, hablan, sacuden, atraen, rompen la indiferencia, mueven a acometer resueltamente grandes empresas y a arrostrar con decisión los peligros que puedan presentarse. Es el caso de los héroes y de los mártires. Pensemos si no en Maximiliano Kolbe, por poner un ejemplo relevante y significativo en cuanto a lo que representa el valor más importante, como es el de la vida.

El sentido y los valores se encuentran unidos en la realidad y mueven la voluntad para producir la energía que se necesita para la acción.

"Nada es mas útil al hombre en este mundo, que la amistad", decía Cicerón; pero la amistad se alcanza únicamente cuando se olvida la utilidad. El empobrecimiento vivencial y la indiferencia que se observan hoy, sobre todo en una franja de personas aún jóvenes, responde a una pérdida de valores no utilitarios. Ya que cuando el dinero es el primer valor la chatura es inevitable.

Aburrimiento, abulia, la falta de ideales, de heroísmo, de ejemplos de calidad, son todos consecuencia de una civilización incapaz de descubrir el sentido de lo trascendente. Es Nietzsche uno de los primeros que cuestionan radicalmente los valores de Occidente. Nietzsche propone una inversión radical de los mismos. Su expresión "juicio de valor" es punto de partida de lo parcial, de lo emotivo, de lo socialmente determinado.

Ciertamente el deber supremo del hombre es buscar la verdad, aquella que negaban los sofistas, verdad que está envuelta en belleza y en fuerza. Resplandece y es más que poderosa. Se hace valer aunque se la quiera sofocar y el hombre no tiene dominio sobre ella. Es exigente y profunda y por eso obliga y compromete. No debe ser impuesta, sino expuesta, mostrada, descubierta. Y se la descubre mirándola, viéndola - no razonando.

Mientras no hay verdad, no hay paz en el alma; en cambio, quien está en ella adquiere una seguridad enorme, porque hay en el hombre voluntad natural de verdad y de unidad, de coherencia, de continuidad y de lógica. Hablar de verdad en la cultura contemporánea, en un ambiente enrarecido por el nihilismo, constituye una provocación.

Pero las grandes cuestiones de la existencia: Dios, el sentido de la vida, la muerte, la justicia, lo exigen y deben buscarse porque son las que realmente importan. Y así como la verdad exige inmutabilidad, la vida, exige variedad, cambio, adaptación. Por eso decimos que una doctrina es "verdadera" cuando une variedad y crecimiento, que son signos de existencia, con la constancia y la identidad, que son los caracteres de la esencia.

Hay transformaciones que ponen de manifiesto que la verdad haya podido cambiar, permaneciendo idéntica, a fin de ser propuesta a todos los tiempos. Esto lo percibimos claramente en la edad adulta, cuando nos damos cuenta cómo hemos cambiado a través del tiempo, permaneciendo siempre el mismo "yo".

Los hombres se encuentran siempre en la verdad: no en la mentira, ni en la ilusión, ni siquiera en los proyectos. Porque la mentira – la inautenticidad - destruye la unidad, fomenta y produce lo imaginario, es nada; y vivir de la nada causa inseguridad y angustia.

La aversión profunda hacia la mentira es algo que resulta incomprensible a quienes no entienden la importancia de este valor. En los sistemas políticos, la mentira sólo puede mantenerse un cierto tiempo - aunque para muchos hombres haya abarcado toda su vida - pero siempre termina derrumbándose. Hay múltiples ejemplos en la historia y todos los aquí presentes lo hemos vivido de una u otra forma. La mentira es lo que no es, por lo tanto no puede mantenerse. Ser justo y veraz supone siempre esencialmente la prudencia, que exige de quien obra que conozca. Y el conocimiento objetivo de la realidad es decisivo, ya que quien no considere todos sus aspectos caerá en la injusticia.

La prudencia está hecha de la memoria del pasado, de la inteligencia y comprensión del presente y de la previsión del futuro. En la Edad Media, se consideraba sabio al prudente, al que obraba bien, aquél a quien las cosas le parecían tal como son. Decía Eckhart que "las personas no deben pensar tanto en lo que han de hacer como en lo que deben ser". Es que la vida debe estar subordinada al bien común y - en la medida que el hombre no pierde la conciencia, es decir en la medida que la moral es, sobre todo, y ante todo, doctrina sobre su verdadero ser - se produce el cambio que asocia la moral a una doctrina del hacer, y sobre todo del no hacer: de lo mandado y de lo prohibido.

Pero la moral no es social, es ontológica; y su gran aliada es la lucidez. Cuando se experimenta el sentido de algo valioso siempre se tiene la voluntad de realizarlo, ya que la percepción del mismo está envuelta en una vivencia valoral.

El esfuerzo que se realiza para

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