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Criteri Para Evaluar Ensayo


Enviado por   •  26 de Mayo de 2013  •  2.561 Palabras (11 Páginas)  •  509 Visitas

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CRITERIOS QUE SE TENDRÁN EN CUENTA EN LA EVALUACIÓN DE LOS ENSAYOS

Presento a continuación los criterios fundamentales que tendré en cuenta al evaluar los ensayos. Constituyen también orientaciones útiles para los que quieran presentarse al “Concurso de ensayo” que se abrirá en la Universidad, en el marco del “Proyecto Interdisciplinario de Antropología y Ética”, y, en general, para los trabajos que deberán desarrollar durante sus años de estudio. Además, si se siguen las siguientes normas, la redacción de un ensayo se convierte en una de las herramientas más poderosas para el aprendizaje y para el desarrollo de la propia capacidad reflexiva. Aunque tome tiempo, les aconsejo leerlos con calma, lo mismo que el otro documento sobre “Orientaciones para escribir un buen ensayo” que está en esta misma sección de la web del curso.

PRIMERO Y FUNDAMENTAL: CLARIDAD Y RIGOR EN LA ARGUMENTACIÓN.- Lo que se pide para este curso Antropología Filosófica son ensayos filosóficos, y no simplemente literarios. Esto implica que de ningún modo puede limitarse a ser una divagación acerca de algún tema –es decir, no basta con que el tema sea “filosófico” para que el ensayo también lo sea– ni una mera expresión de opiniones o creencias subjetivas o una comunicación de vivencias personales. Se trata de un trabajo de argumentación rigurosa, mediante la cual las tesis que se defienden o las conclusiones que se proponen se presenten de una manera convincente, es decir, procurando presentarlas de tal modo que todo sujeto racional bien dispuesto debería prestarles su asentimiento. En esto consiste justamente su carácter racional.

Para esto, es necesario tener en cuenta que la argumentación tiene ciertas estructuras básicas que es preciso respetar y dejar claras en el desarrollo del ensayo. No puedo aquí detallar todas las posibilidades de estructuras argumentativas, pues eso requeriría un curso o tratado completo de lógica, pero sí haré algunas observaciones fundamentales.

En toda argumentación, hay un punto de partida, que son las premisas, las cuales no se demuestran, sino que son la base para demostrar la conclusión, por lo que debe procurarse que sean lo más sólidas posible. Puede tratarse de principios evidentes para la razón, de los que no parece razonable dudar; por ejemplo, “Todo efecto debe tener una causa proporcionada” (Tomás de Aquino); “el ser no puede provenir del no-ser” (Parménides); “Si pienso, existo” (Descartes). También puede tratarse de una experiencia común y manifiesta, que todos o casi todos los seres humanos comparten; por ejemplo: “El hombre desea por naturaleza saber, incluso con independencia de la utilidad práctica” (Aristóteles); “Es muy frecuente que las pasiones inclinen al ser humano en contra de los dictados de su conciencia” (Kant), y un larguísimo etcétera. En este grupo de premisas podemos incluir afirmaciones que se consideran adquisiciones seguras de la ciencia o, al menos, como las hipótesis más probables, aunque nosotros mismos no tengamos la evidencia; por ejemplo, “Las galaxias se encuentran actualmente en expansión, alejándose cada vez más unas de otras”. En ocasiones, puede tratarse de algún hecho singular, que luego nos servirá para demostrar que alguna supuesta “ley general” o “universal”, o algo que se piensa comúnmente, es falso; por ejemplo, “Uno de los más grandes científicos del siglo XX, como Albert Einstein, creía en Dios” (Luego, no parece verdad que “un sólido conocimiento científico implica abandonar la creencia en la divinidad”, como muchos sostienen). En esta misma línea, están las definiciones que derivan de los contenidos básicos de los conceptos; por ejemplo, el de libertad: “Que una acción sea libre, implica que no estaba determinada por causas anteriores a la decisión misma, y que ésta pudo haberse orientado en otra dirección”: esto no se demuestra, sino que deriva del concepto mismo de libertad. O bien, alguien puede elegir iniciar un razonamiento a partir de una premisa que tal vez muchos no comparten, y en tal caso es necesario enfatizar que uno está consciente de eso. Por ejemplo, en el razonamiento de Ockham desarrollado en clases, que partía de la base de que “Dios es lo absolutamente primero y que es absolutamente libre al crear”. Hay otras posibilidades, pero con esto queda clara la idea. Qué tipo de afirmaciones no pueden servir como base de un argumento estrictamente racional o filosófico (y pongo ejemplos que me han tocado): “Yo, como católico, por el don de la fe, estoy convencido de que..., por tanto, sé que el fin del hombre está en unirse a Dios”; o “Sentí una ternura tan grande y tan profunda que me di cuenta de que el amor es el motor de la existencia...”, cosas que pueden ser muy válidas y tal vez una fuente de certeza individual, pero que no pueden ser, por lo menos inmediatamente, la base de un argumento racional, puesto que no pueden ser comunicadas a otros con la evidencia que tal vez poseen para uno. Insisto: racionalidad = comunicabilidad.

Luego, si se añade otra premisa relacionada con la anterior, igualmente sólida o que se puede demostrar por otros medios, muchas veces es posible ya extraer una conclusión. Por ejemplo, “Las leyes de la naturaleza física o de la materia, que se caracterizan por la determinación, no son causas proporcionadas para explicar la libertad, que es indeterminada” (segunda premisa); “Luego, debe buscarse una causa distinta de la naturaleza material para explicar la existencia de libertad en el ser humano” (conclusión; Platón, Agustín, Tomás de Aquino, Descartes, en cierta forma Kant, etc.). Otro ejemplo: “todas las cosas que se alejan entre sí, si se prolonga la línea de tiempo hacia el pasado, en algún momento estuvieron reunidas” (segunda premisa); “Luego, las galaxias, en algún momento del pasado, estuvieron unidas en un mismo punto” (conclusión; hipótesis o teoría del “big bang”). Otro ejemplo, siguiendo el argumento de Ockham: “Una idea eterna y necesaria de lo que es justo o injusto sería algo distinto de Dios y algo a lo que Dios estaría obligado a “obedecer” al crear, (suponiendo que queramos decir que Dios es justo). Pero esto implica que Dios no es absolutamente libre al crear” (segunda parte del argumento). “Luego, no se puede afirmar la existencia de una idea necesaria y eterna de lo justo o injusto, sino que lo justo o injusto es lo que Dios decide que sea tal” (conclusión).

De este modo, se ve también que, si uno quiere criticar un argumento, tiene que mostrar, o bien que su estructura no es correcta, o bien que alguna de las cosas que se daban por ciertas, en realidad, no son verdaderas. Por ejemplo: “¿Estás seguro de que la idea eterna y necesaria de lo

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