ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Cuento De Oda

lissjazz10 de Abril de 2015

2.447 Palabras (10 Páginas)327 Visitas

Página 1 de 10

Instrucciones:

1. Para realizar esta tarea haz clic aquí para descargar el cuento.

2. Identifica en el cuento que acabas de leer las siguientes características de la Literatura de onda

• Personajes y temas urbanos

• Jóvenes de clase media alta

• Incorporación de argots urbanos

• Extranjerismos dentro del lenguaje

• Narrativa sencilla

• Sentimiento de rebeldía, inconformidad e insatisfacción

3. Ahora crea un cuento de 2 cuartillas donde relates alguna experiencia personal o ficticia de tu juventud que contenga las características del inciso 2. Recuerda que tu cuento debe tener un título creativo

La gran piedra del jardín*

José Agustín

L a gran sorpresa en casa de Pascual fue que su familia salió de vacaciones y él encontró las llaves del bar. Ya estaban ahí Ricardo, fumando como loco, Hugo y Óscar: dos amigos de Pas-cual y conocidos míos. Tras los saludos de rigor, Pascual esperó un instante de silencio para proceder solemnemente con el saqueo. Todos estábamos entusiasmadísimos, porque aparte de las botellas había varios cartones de Phillip Morris. Pero Pascual dijo que no tocáramos los cigarros porque, de saberlo, su padre se pondría furioso. Eso nos descorazonó un poco, pero volvimos a entusiasmarnos cuando Pascual sacó una botella de brandy no malo porque dice solera. Luego meditó que su padre se daría cuenta por lo mismo y buscó otra botella.

Un proceso similar aconteció con cuanto frasco to- maba y apuesto que estuvo a punto de sugerir que mejor compráramos algo si no hubiésemos protestado. Entonces, no de buena gana, sacó una de ron. Todos nos servimos tragos para adulto, pero Pascual hacía trampa: se servía poco ron, mucho refresco y aun le echaba agua. Sin embargo, fue el primero en marearse. Le siguió Ricardo, que había estado secreteán- dose con Hugo y Óscar. El canalla se levantó para decir:

—He decidido pelarme de casa, me iré tan pronto como sea posible. Él —me señaló, el canalla— está de acuerdo conmigo y piensa acompañarme.

Quise aclarar que era una mentira king size, pero Pascual gritó:

—Perfecto perfecto perfecto, nosotros seremos tumbas y no diremos nada cuando empiecen a buscarlos, ¡salud!

Todos bebimos. Ricardo dio un saltísimo para proclamar con entusiasmo:

—Nada de eso, el chiste es que seamos varios, ¿por qué no vienen ustedes también?

Súbito silencio.

—Pues... —musitó Pascual.

Hugo fingió quedarse pensativo mientras Óscar balbucía:

—Yo, no sé, habría que pensarlo.

Interrumpí, juzgando que era el momento adecuado.

—Oye, Ricardo, en la mañana nunca dije que te acompañaría... —me miró ofendido.

—Pero tú...

—Dije que no —insistí—, es más, no creo que hagas nada.

—¿Me estás tomando por un rajón?

No quise contestar porque lo conozco y sé que le encanta hacer tango por cualquier asunto. Pascual, con lucidez insospechada, logró parar todo al decirnos que aún tenía otra sorpresa. Uy, qué emoción. Ricardo olvidó toda ofensa, y como chamaquito, empezó a preguntar cuál sorpresa. Hugo y Óscar gimoteaban también y nuestro anfitrión, feliz.

—Antes que nada, otro chupe —dijo y sirvió de nuevo. Con toda mi mala leche intervine:

—Dame tu vaso, Pascual, estás haciéndote pato.

Quedó sorprendido y aproveché ese instante para arrebatar el vaso: casi lo llené de ron y sólo puse un chorrito de refresco. Pascual quiso protestar.

—Oye, nadie está bebiendo así.

Me tragué un pero tú sí al decirle que eso no era cierto y lo invité a probar nuestros vasos, rematándolo con un pato pascual. Titubeó un momento, y como seguramente recordó que sus padres no regresarían en una semana, aceptó la perspectiva de quedar privado.

—La sorpresa —gimió Hugo.

—Primero hay que chuparle —insistí, comprendiendo que también yo comenzaba a marearme.

Automáticamente, todos bebimos, como si fuera algo sagrado. Hugo y Ricardo, impacientes, exigieron la sorpresa, amenazando con abrir el brandy solera. Pascual se levantó sonriendo, para perderse por el pasillo. Aunque parezca mentira, nos sentimos desamparados (un poco) durante su ausencia, y quizá por eso, cuando regresó apuramos nuestros tragos a guisa de bienvenida.

Pascual venía muy misterioso, con varias revistas a todas luces gringas dado lo brillante del papel. Se colocó en el centro del sofá, y al momento, Hugo y Óscar fueron a su lado. Me coloqué atrás, junto a Ricardo. Pascual ya estaba diciendo, pero sin dejarnos ver las revistas.

—Las encontré el otro día, mi papá me encerró en la biblioteca, castigado, como no tenía nada que hacer, revolví todo y así salieron estas preciosidades. Vean nomás.

Abrió una revista al azar. Fiu, silbaron todos al ver a una muchacha desnuda cubriendo su sexo con las manos. Como los apretaba con los brazos, sus senos se veían enormes. Pascual empezó a volver las hojas con excesiva lentitud, regodeándose con los desnudos. Hugo, Ricardo y Óscar estaban en perfecto silencio, sin despegar los ojos.

—¡Qué emoción; grazna, Pascual! —comenté con la voz demasiado chillona, lo cual me delató: pretendía darme aires de entendido. Afortunadamente, ninguno se dio cuenta. Cómo iban a darse cuenta. Continuaban silenciosos bebiendo sorbitos y fumando como apaches. Ante la perspectiva de formar parte del coro de exclamaciones, me estiré para tomar una revista e iniciar la ronda a mi manera. Muy interesante tórax.

Perfecta conformación craneana. Etcétera. Me miraron sorprendidos, mientras yo torcía mis imaginarios mostachos.

—Déjenlo, está loquito —al fin graznó Pas-cual. Y entonces ellos iniciaron los mira, uh, zas, qué bruto, bolas, rájale, guau, mamasota.

Al poco rato, Ricardo, mareado del todo, acabó durmiendo casi sobre Pascual, que seguía atentísimo viendo los cuerazos. Hugo y Óscar, tras tomar sendas revistas, fueron a los sillones para gozarlas. Pascual bebía cada vez más rápido, estaba muy colorado; después se levantó, siempre con su revista, y se fue por el pasillo. Supuse que iba a vomitar. Ricardo dormía en el sofá, con sonoridades aparatosas. Hugo se había quedado quieto, viendo el vacío, un poco triste. Óscar dejó su revista, y entre eructos, inconscientemente se exprimía los barros. Siempre me ha causado repulsión ver a alguien en esos menesteres y sobre todo a Óscar: es un barro andante.

Perfectamente aburrido, y aún no ebrio, me encaminé hacia el baño, para burlarme de Pascual, a quien esperaba encontrar en pésimas condiciones.

No me molesté en tocar la puerta, para sorprenderlo. Fue un error: Pascual se hallaba sentado sobre la taza, haciéndose una, mientras echaba ardientes miradas a la revista que puso en el suelo. Se quedó de una pieza al verme y sólo alcanzó a musitar:

—Quihubo.

—Quihubo —respondí antes de cerrar la puerta. Yo también, y no entiendo por qué, me quedé de una pieza. Mi reacción natural debió haber sido la risa, mas nada de eso.

El corazón comenzó a bailotear en mis adentros, como si presintiera algo. Sin saber la razón corrí a la cocina y pude ver, con real pavor, que la estúpida familia de Pascual había (seguramente) cambiado sus planes y ya estaba ahí: su padre aprestándose a bajar del coche y los hermanitos haciendo un escándalo de los mil demonios. Busqué la manera de esfumarme de la casa sin que nadie me viese, pero no había puerta atrás ni cosa por el estilo. Entonces, temblando como idiota, abrí la ventana y salté al jardín, donde quedé agazapado, esperando que entraran los pascualos. Eché pestes un buen rato porque los canallas no tenían para cuándo, pero al fin lo hicieron. Más rápido que de prisa salté la barda y no paré de correr hasta diez cuadras adelante. Me senté en la banqueta, resoplando, pero muerto de la risa al imaginar el escándalo que se habría armado en casa de Pascual. El problema fue que con la carrera acabé mareadísimo; si llegaba en esas condiciones

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (16 Kb)
Leer 9 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com