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Cuento Peor que el infierno

emilio0899Trabajo17 de Octubre de 2015

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PEOR QUE EL INFIERNO

Le quite la bolsa de la cabeza, estaba  lleno de sudor y sangre saliendo de su nariz. Mi mano temblaba más de lo normal y aun no sabía si estaba seguro de lo que estaba por hacer y simplemente rompí en llanto. El no dijo una sola palabra y porque habría de hacerlo, toda su vida había sido indiferente al sufrimiento de los demás y eso mismo había sido lo que lo  había llevado a estar atado en aquella silla.

Había estado imaginando este momento desde que perdí a mi hijo ya hace varios años y no hacía más que culpar a este hombre por lo ocurrido y ahora que lo tenía me era difícil hacerle lo mismo. El nos abandono, por el murió Javier, no merece otra oportunidad; eran las frases que me repetía cada segundo para tener el valor necesario para continuar. Pensé en Fernanda y como había sucumbido a la locura meses después de perder a Javier. Yo en cambio solo me mataba trabajando para poder pagar sus medicinas y que se apartara del horrible purgatorio en el que vivía. No puedo negar que en más de una ocasión tome de sus pastillas para sentir lo mismo y que al menos por unos instantes sintiera que aquel dolor dejaba de comerme por dentro. Después de eso tenía temblores cada vez más recurrentes con los que tuve que aprender a vivir. Me duele el aire, la sangre quema mis venas y mi cama es de alfileres” era la frase favorita de Javier que leyó en un libro y ahora era la que describía perfectamente como me sentía, yo había hecho todo lo que pude para que el aprendiera a leer y tuviera una mejor vida que la que teníamos en Iguala. Pero no hay ninguna  posibilidad, en este país los hijos de pobres seguirán siendo pobres y los hijos de ricos seguirán siendo ricos. Esto lo llevo a una de las tantas marchas por la que le pagaban unos cuantos pesos por ir a llenar la plaza. Él ni si quiera era normalista pero aun así se lo llevaron, se lo llevaron  para no volverlo a ver.

Todos esos pensamientos hicieron que lo golpeara repetidamente como si con cada golpe reviviera a Javier. Finalmente me tire al piso para continuar con mi llanto. Después de un par de minutos me levante y le grite:

-¡Ves lo que me hiciste¡ Hare que sufras lo mismo que yo.

Pero no contesto, le seguía saliendo sangre por todo el rostro y poco se reconocía la persona que era antes de que  todo esto sucediera.

-Veamos si hablas con eso—le dije en un tono más bajo y con una pequeña sonrisa en el rostro

Salí de la pequeña habitación  y recorrí un pasillo que llevaba a las otras áreas de la casa, entrè en la última puerta de la izquierda donde se encontraban  vendadas y amarradas  su esposa e hija. Hice que su mujer se levantara y regrese a la habitación donde se encontraba. Al verla no hizo más que torcer un poco los labios y soltar un gemido. Saque la pistola de mi cinturón y se la coloque en la sien y disparè. Su cuerpo sin vida cayó en frente de él y un pequeño rio de sangre mojo sus zapatos,  yo solo salí de la habitación y me fui a dormir.  

Recuerdo muy bien el sueño de aquella noche en el que perseguía a mi hijo por un enorme parque, el se ponía diez pasos infranqueables delante de mi que me torturaban lentamente haciéndome tener esperanza de que en  algún momento lo alcanzaría y que toda esta pesadilla acabaría. Finalmente desperté sudando y me asome por la ventana, era aun de madrugada, fui al cuarto donde mi rehén se encontraba, sentí gran satisfacción al verlo tirado ahogado en llanto. Lo levante bruscamente y me escupió en el rostro, yo no hice nada mas que reirme y darle un golpe en el rostro.

-¿ Ahora si quieres hablar?-

-Si —dijo con la vos cortada

-¿ Que le dirás a tu hija sobre su madre?

-No diré que fuiste tu, si eso es lo que te preocupa

- ¿Y que te hace pensar que saldrás de aquí?

-Pedirás un rescate y cuando pague me dejaras ir

- Eso no es lo que quiero, lo que quiero es que sufras como yo sufrí

- Nunca te he visto en mi vida, no sé qué te pude haber hecho

-No tengo por qué darte explicaciones… simplemente pagaras

Salí de la habitación y regrese con su hija y la solté para que corriera a los brazos de su padre; la pequeña a los mucho tenía cinco años, era a  la que mejor había tratado en todo este asunto pero lo que hice a continuación simplemente acabo con lo poco que dormía desde lo de Javier.

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