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Cultura, Derecho Y Sociedad: Lic. Edgardo P. Rozas


Enviado por   •  7 de Diciembre de 2013  •  7.243 Palabras (29 Páginas)  •  1.286 Visitas

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Cultura, Derecho y Sociedad

Autor: Lic. Edgardo P. Rozas

Una aproximación al concepto de cultura

Muchos de los conceptos utilizados por la sociología también aparecen frecuentemente en las conversaciones cotidianas. Por ejemplo, más de una vez hemos escuchado o leído en los diarios palabras como estado, sociedad, política, democracia, violencia, etcétera. Sin embargo, el pensamiento sociológico, al profundizar sobre estos fenómenos, ha llegado en muchos casos a elaborar definiciones cuyos significados difieren de los encontrados en el habla corriente o en el sentido común.

Es esto lo que ha pasado, en gran medida, con el concepto de cultura. En efecto, no es raro encontrar a veces que las personas hablen de “cultura” para hacer referencia a determinadas producciones de reconocida importancia simbólica, como el arte, la literatura o la filosofía. Inclusive, se llega a afirmar que una persona “tiene mucha cultura” cuando se advierte que participa exitosamente en algunos de estos ámbitos, o cuando conoce bien este tipo de producciones. Es decir, cuando es poseedor de determinada información.

Pero desde hace bastante tiempo las ciencias sociales utilizan, en general, otro significado del concepto de cultura. Para citar una definición clásica, podríamos decir que este concepto hace referencia a todo complejo que comprende el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y las otras capacidades o hábitos adquiridos por el hombre en tanto miembro de la sociedad. [1]

En esta definición podemos advertir varios elementos interesantes. En principio, la cultura no solo comprende producciones como el arte o las formas del pensamiento, sino también las costumbres y los hábitos, es decir, las “formas de hacer” que encontramos en una sociedad. Por otro lado, la cultura es adquirida por el hombre “en tanto miembro de la sociedad”. Esto quiere decir que, lejos de ser una propiedad individual, la cultura corresponde a una sociedad, y en razón de vivir y desarrollar nuestras actividades al interior de ésta es que también participamos de aquella.

Si bien los conceptos de cultura y sociedad refieren a distintos fenómenos, en la realidad se encuentran íntimamente ligados. Cuando hablamos de “sociedad” nos referimos a la trama de relaciones sociales existentes en determinado lugar y en un momento histórico particular. Cuando hablamos de “cultura”, nos estamos refiriendo a las diversas producciones surgidas de esa trama de relaciones sociales. Es decir que, si bien analíticamente podemos separar ambos conceptos, en la vida real se presentan simultáneamente, ya que no es posible pensar una sociedad sin cultura, ni una cultura que no corresponda a una sociedad.

Algunos pensadores sostienen que la cultura comprende tanto elementos materiales como inmateriales. Por ejemplo, tanto una vasija hecha en piedra en la América del siglo XV como un automóvil del siglo XX, serían producciones materiales que “nos hablan” de distintas sociedades y de sus formas de vida. Por el contrario, una idea, una tradición, o un conjunto de normas, serían elementos inmateriales, que también nos brindan información de una determinada sociedad y de una cultura en particular.

En muchas ocasiones se ha considerado también a la cultura como todo lo que no corresponde a la naturaleza. La oposición “naturaleza – cultura” implica reconocer que existen en el ser humano (al igual que en otras especies) determinadas necesidades de orden biológico (el hambre, el sueño, el deseo sexual, etcétera) comunes a todos los individuos, más allá de la cultura a la cual pertenezcan. Sin embargo, también es cierto que las formas en que los seres humanos responden a estas necesidades difieren en las distintas sociedades. En realidad, no podemos observar directamente aquello que es “estrictamente natural” en el hombre. Lo que observamos es determinada forma de comer, de dormir, etcétera. La cultura se apodera siempre de todas las prácticas humanas, aún de aquellas que están vinculadas a supuestas necesidades naturales, dándoles un carácter histórico y social particular. Y aún así, el ser humano en muchas ocasiones puede voluntariamente realizar actos que van en contra de estas necesidades o impulsos naturales: cuando realiza un ayuno durante varios días por motivos religiosos, cuando mantiene voluntariamente la abstinencia sexual, cuando realiza actividades que ponen en juego su vida (para practicar un deporte de riesgo, por ejemplo) o inclusive cuando decide quitarse deliberadamente la vida.

Que la cultura sea una producción social y no individual queda evidenciado en uno de sus elementos más importantes: la lengua. En efecto, si bien cada individuo hace un uso particular de la lengua (en lo que respecta a la utilización de las palabras, a la pronunciación, etcétera) no por eso podemos decir que sea el “creador” de la misma. En realidad, ninguna persona creó la lengua que hablamos: se trata de una creación colectiva, cuyo origen se pierde en el tiempo. Adquirimos este componente fundamental de la cultura a medida que vamos creciendo y desarrollándonos en la sociedad en la que vivimos.

El ejemplo de la lengua nos sirve también para señalar otros aspectos de la cultura. Por un lado, ésta resulta fundamental para la comunicación entre las personas, y por lo tanto, para la existencia de la sociedad. Es en la medida que compartimos un conjunto de ideas, valores, códigos y pautas de comportamiento, y una lengua, que podemos relacionarnos. Por otro, es evidente que estos elementos, al igual que la lengua, no permanecen inmutables: están en permanente proceso de transformación, aunque en periodos cortos de tiempo no lo advirtamos. Basta hablar un poco con nuestros padres o abuelos para darnos cuenta de que muchas ideas, tradiciones y creencias se han transformado o directamente desaparecido, del mismo modo que advertimos, al observar un diccionario antiguo o periódicos de otro tiempo, que las formas de hablar y de escribir también han sufrido mutaciones.

Diversidad cultural

Quienes hayan tenido la oportunidad de viajar al exterior de nuestro país, habrán podido advertir los inconvenientes que frecuentemente acarrean las diferencias culturales. Pero en realidad no hace falta cruzar una frontera nacional para percatarse de esto: actualmente, al interior mismo de los estados encontramos diferencias culturales significativas.

Desde un punto de vista, muchas veces nos sorprende gratamente encontrar grupos sociales que piensan distinto, que poseen otras creencias, otros valores, otra lengua...

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