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DIOS EN LAS MATEMATICAS


Enviado por   •  22 de Mayo de 2013  •  2.262 Palabras (10 Páginas)  •  872 Visitas

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Si nosotros queremos encontrar a Dios, siempre pensamos en encontrarlo en astronomía, biología o la genética, pero no nos imaginamos siquiera poder encontrarlo en la vida real a la vuelta de esquina, tal vez en la más abstracta y exacta de las ciencias, que es la matemática.

Desde comienzos de la ciencia el hombre se ha preguntado porque las matemáticas, corresponden tan perfectamente con el mundo real, ¿Por qué?; bueno esto gira en torno a otras preguntas: ¿Cuál es el origen de las matemáticas?, ¿son invenciones de la mente humana?, ¿son descubrimientos?, ¿son abstracciones de la experiencia?

Incluso durante la historia, se ha escuchado de las grandes mentes, la relación de Dios en las matemáticas, o incluso la existencia de Dios como por ejemplo:

Para Platón el universo estaba regido por ciertas pautas matemáticas básicas. “Dios utiliza siempre procedimientos geométricos”, señaló. Galileo Galilei fue aún más lejos: “Las matemáticas son el alfabeto con el cual Dios ha escrito el universo”. Conocida es la frase de Albert Einstein: Creo en el Dios de Spinoza, que es idéntico al orden matemático del Universo”; y más conocida aún: “Dios no juega a los dados con el Universo”, para refutar la Teoría del Caos. Incluso se cuenta que llegó a decir “Denme 10 años, y encontraré la fórmula matemática de Dios”.

Además de ello contamos con casualidades que la matemática nos presenta en la vida, porque así como 2 + 2 = 4, es como se entiende la existencia de Dios, y para mayor entendimiento, en la matemática se presentan tantas sorpresas, que ni siquiera se pudiesen haber imaginado, como por ejemplo esta la conocidísima tabla del nueve, cualidad que la primera y última cifra de todos ellos suman justamente 9. Es más, si sumamos todas las cifras de cualquier número natural multiplicado por 9, y volvemos a sumar las cifras del resultado, y así sucesivamente hasta que quede una sola esta va a ser, en todos los casos, el 9, como no podía ser de otra manera.

9 – 18 – 27 – 36 – 45 – 54 – 63 – 72 – 81

Ahora si queremos encontrar más sorpresas, con el ejemplo anterior se, puede hacer una multiplicación que tal vez nadie se pudo siquiera imaginar:

12345679 x 9 = 111111111

12345679 x 18 = 222222222

12345679 x 27 = 333333333

12345679 x 36 = 444444444

12345679 x 45 = 555555555

12345679 x 54 = 666666666

12345679 x 63 = 777777777

12345679 x 72 = 888888888

12345679 x 81 = 999999999

Es decir que el dígito por el que multiplicamos a 9 en cada caso, repetido 9 veces. También si multiplicamos por 9 a los números del tipo 1089, 10989, 109989, etc., los obtenemos invertidos: 9801, 98901, 989901, etc. Las explicaciones que podamos encontrarles a estos fenómenos no quitan su imponencia, fuerza y sobre todo realidad.

A fin de cuentas, no podemos ir más allá de que en definitiva son propiedades intrínsecas del número (en este caso el 9).

El universo infinito de los números naturales aún nos permite una duda: Los números existentes son tantos y las operaciones imaginables entre ellos que es lógico que algunos presenten singularidades o coincidencias. Extraño sería que no las hubiéramos podido pensar.

Si bien estas coincidencias son notoriamente más abundantes de lo que intuimos como normal en un marco aleatorio, hay un universo numérico que nos permitirá desalojar definitivamente este argumento y e incluso nos abrirá una clara puerta hacia una demostración matemática de la existencia de Dios: los números irracionales.

Un ejemplo más vivo es el numero e o número de Neper, con un valor aproximado de 2 718 281 828, que es la base de los logaritmos naturales, lo que quiere decir que el In e = 1.

Algunos usos del numero e, como por ejemplo para de determinar la variación de antigüedad de un objeto: Q = Qo * e -0.000124 * t, donde Q es la cantidad de carbono final e inicial según corresponda y t el tiempo.

También en los rayos X, para determinar un fractura I = Io * emx, donde I es la intensidad para atravesar un cuerpo y x es el coeficiente de absorción por grosor del cuerpo.

Ahora para determinar la hora cuando murió una persona, en el caso de asesinatos también se usa el numero e, en la fórmula: T = T aire + ((T cuerpo – T aire) / ek * t); donde T es la temperatura, k una constante numérica y t el tiempo en horas desde la medianoche.

A medida que encontramos en la ciencia este tipo de paradojas se hace más vigente la hipótesis de un Dios creador. Si asumimos que la matemática no es un puro invento del hombre, sino que está• implícita en la naturaleza, y luego vemos su perfección y complejidad, nos damos cuenta de que la misma no podría existir porque sí. Esto se intensifica al ver como este complejo conjunto de reglas domina la materia en todos sus niveles -desde las partículas subatómicas hasta las constelaciones- y hace posible nada menos que la existencia humana con toda su grandeza.

Por supuesto que nada nos dice esto sobre qué tipo de inteligencia estaría involucrado, ni sobre la verdad o falsedad de los numerosos prejuicios que giran en torno a la palabra “Dios”. No permite plantear a Dios como un creador omnisciente y todopoderoso, ni siquiera podemos saber si es un solo ser, varios o ninguno (algún tipo inimaginable de entidad), ni si es realmente un creador o un simple arquitecto de la materia posterior a su existencia.

Ahora con mucha más coherencia se podrá entender aquella frase de Mauriti Cornelis Escher: "Las leyes de la matemática no son meramente invenciones o creaciones humanas. Simplemente "son": existen independientemente del intelecto humano. Lo más que puede hacer un hombre de inteligencia aguda es descubrir que esas leyes están ahí y llegar a conocerlas."

De lo que al final no estamos en posición de saber lo que es, pero al menos estamos más cerca de saber algo que no es: La nada, la casualidad, “por qué si”.

Podemos afirmar, sin miedo a mezclar la razón con cuestiones de fe, que algún tipo de entidad ajena a lo que conocemos tiene que estar involucrada en la dinámica del universo, en su creación u ordenamiento. La meditación sincera sobre la profunda implicancia de estos temas y de todas aquellas maravillas del universo que logran tocarnos de cerca, es fundamental para llegar a comprender donde estamos parados.

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