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DISCURSO ARGUMENTATIVO


Enviado por   •  25 de Junio de 2013  •  525 Palabras (3 Páginas)  •  632 Visitas

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Todo el mundo miente. Tú mientes, quizá menos a menudo, quizá más, pero lo haces. Y lo interesante no es saber cómo mientes o sobre qué mientes, sino por qué.

Todo el mundo, además, se pregunta acerca de la mentira. ¿Qué es lo que nos incita a maquillar la verdad, a cambiarla y deformarla? ¿Por qué, después de caer en la trampa de la mentira, y después de odiarla, preparamos nosotros mismos una estrategia? ¿Por qué, en ocasiones, lo hacemos sin querer? ¿Es que es algo automático que no podamos evitar? ¿Por qué si no me gusta finjo que me cae bien? ¿Por qué le critico después? ¿No podría, simplemente, decirle que no quiero ser su amigo? Muchas de estas preguntas logran torturarnos, a veces en forma de remordimientos por haber dicho una mentira. Sin embargo, seguimos cometiendo el mismo error, una y otra vez. ¿Por qué? Tiene un motivo.

Se llama autorrechazo. No el mismo autorrechazo que siente una persona a la que no le gusta su físico, u otra persona que odia su manera de ser. Es un autorrechazo mucho más sutil, un sexto sentido que te lleva a modificar la verdad para no herirte. Por lo tanto, no es un problema de la persona mentida, sino del mentiroso. El sabio psicoterapeuta gestáltico y escritor Jorge Bucay habla de ello en su libro “Déjame que te cuente”:

El mentiroso ya se ha juzgado a sí mismo. Es decir, mentimos porque creemos que la verdad no será aceptada por la otra persona, aunque en realidad, no es aceptada por nosotros mismos. ¿Por qué nos avergonzamos y huimos así de nuestras propias acciones? No sólo es por autorrechazo, sino que hay otro componente, quizás incluso más importante. Muchos dirán que mentimos porque a veces actuamos de manera incomprensible o egoísta. ¡Pero no es así! Todo el mundo puede actuar mal a veces, o incluso muy a menudo. ¡Pero el verdadero motivo por el que nos avergonzamos y huimos es porque la sociedad nos hace huir!

Los prejuicios son, en realidad, el origen de las mentiras. Si pudiéramos vivir sin la necesidad de dar explicaciones (siempre y cuando no hagamos daño a terceras personas), y si no existiera esta ridícula necesidad de llevarse bien con todo el mundo, no habría necesidad de mentir. Si fuera lo más normal del mundo anular un plan porque ya no te apetece, ¿para qué mentir? ¿Para qué decir que te encuentras mal o que olvidaste algún otro plan?

Es más, si la gente comprendiera que somos millones de mundos conviviendo en un mismo espacio, si comprendiera que miles de nosotros somos opuestos y que centenares de nosotros seríamos imposibles de conectar, en definitiva, si la gente pudiese por fin entender que no sólo es blanco y negro, que no sólo es odiar o amar (¡o fingir amar!) a alguien, si por fin se diera cuenta de que existe la convivencia y la armonía, de que no hace falta gustarle a todo el mundo o que te guste todo el mundo, sólo respetar y dejar vivir, y aferrarte a los que son como tú, a los que te aceptan tal y como eres… la hipocresía moriría.

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