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De los diecinueve capítulos, diez terminan en puntos suspensivos, uno en exclamación, y en dos más los puntos suspensivos figuran en las penúltimas frases


Enviado por   •  16 de Noviembre de 2013  •  1.319 Palabras (6 Páginas)  •  281 Visitas

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De los diecinueve capítulos, diez terminan en puntos suspensivos, uno en exclamación, y en dos más los puntos suspensivos figuran en las penúltimas frases. Esto concede carácter a la novela, y supone, a mi parecer, un anticipo al conocido fragmentarismo de La colmena (1951), patente aquí a nivel de frase, allí en unidades mayores, la escena o el capítulo.

Cela al corregir las primeras ediciones de La familia con vistas a dar una versión definitiva de la novela en su Obra Completa suprimió numerosos puntos suspensivos6. Tomando la muestra utilizada antes para ejemplificar la cualidad sintáctica de la obra, la cuenta de los finales de capítulo acabados en suspensivos, vemos que los redujo de trece a diez. Lo significativo del cambio para nosotros es que al esquema narrativo establecido hace un momento habría que añadir a posteriori la figura de un estilista, ocupado de la gramaticalidad y corrección del texto, es decir, de quien efectúa el «pulido» que la «Nota del transcriptor» negaba. Aunque sustancialmente la ficción quede igual, el texto sufre una transformación, pues el autor se convierte en lector de su creación, en lector gramatizante, y luego, como estilista, en corrector de pruebas. No existe por tanto contradicción; el «pulido» no varía el sentido, simplemente reduce los excesos, actividad propia del buen editor.

El narratario tal y como lo describen los forjadores del término no sabe nada del relato a su comienzo, excepto la lengua del que cuenta, mientras acaba al final con los mismos conocimientos del narrador. Su figura, según Gérard Genette, Gerald Prince y Ann Piwowarczyk, es lingüística; yo prefiero tratarla (y ello se deducirá de lo aquí escrito) como una estrategia narrativa7, una posibilidad del narrador de desdoblarse, un reflejo en el papel que surge en la punta de la pluma. Estrategia, por cierto, muy apropiada para la autobiografía. Pascual cuando emborrona las primeras páginas cree que «en ocho días lo despacharía» (p. 146), pero «las cosas nunca son como a primera vista las figuramos» (p. 145), y surgen «aspectos desconocidos» (p. 145). Al mirar las cuestiones por el microscopio de la pluma-lanceta, existen los vacíos sin llenar, preguntas sin respuesta, que la escritura irá supliendo en exclamaciones, puntos suspensivos, etc.

Al final desaparece el misterio, narrador y narratario se fusionan. La historia queda contada.

Entonces sí que ya no había solución. Me abalancé sobre ella [la madre] y la sujeté. Forcejeó, se escurrió [...] Momento hubo en que llegó a tenerme cogido por el cuello. Gritaba como una condenada. Luchamos; fue la lucha más tremenda que usted se puede imaginar. Rugíamos como bestias, la baba asomaba a la boca [...] En una de las vueltas vi a mi mujer, blanca como una muerta, parada a la puerta sin atreverse a entrar. Traía un candil en la mano, el candil a cuya luz pude ver la cara de mi madre, morada como un hábito de nazareno [...] Seguíamos luchando; llegué a tener las vestiduras rasgadas, el pecho al aire. La condenada tenía más fuerzas que un demonio. Tuve que usar de toda mi hombría para tenerla quieta. Quince veces que la sujetara, quince veces que se me había de escurrir. Me arañaba, me daba patadas y puñetazos, me mordía. Hubo un momento en que con la boca me cazó un pezón -el izquierdo- y me lo arrancó de cuajo. Fue en el momento mismo en que pude clavarle la hoja en la garganta [...]

(p. 193)

Y la frase última: «Podía respirar [...]» (p. 194)

El momento vivido, el asesinato de la madre con que se cierra la novela, supone una intensificación del jadeo sintáctico; los suspensivos reproducen las vacilaciones ante el acto supremo de matar a quien nos dio la vida. Y concluye con una afirmación, «Podía respirar [...]». El narratario había sido, pues, el espacio del tú desazonado, a quien en la continua incertidumbre le iba confiando la solución, en ese pozo negro la resolución ha ido tomando cuerpo. Una vez tomada la decisión y cumplido el destino, Pascual descansa, respira. Final que contrasta con

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