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Deconstruccion Del Desarrollo


Enviado por   •  12 de Diciembre de 2011  •  2.515 Palabras (11 Páginas)  •  911 Visitas

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LA DECONSTRUCCION DEL DESARROLLO

Es un término utilizado por el filósofo postestructuralista , como Jacques Derrida. Este término de representa una variedad de investigaciones, realizadas principalmente en Francia, que emergieron de mediados a finales de los años 1960 para poner en tela de juicio la predominio del estructuralismo en las ciencias humanas: antropología, historia, crítica literaria y filosofía, además del psicoanálisis. El término no es originario de las investigaciones mismas.

La decontruccion Se basa en el estudio del método implícito en los análisis del pensador Martin Heidegger, fundamentalmente en sus análisis etimológicos de la historia de la filosofía. Así mismo Consiste en mostrar cómo se ha construido un concepto cualquiera a partir de procesos históricos y acumulaciones metafóricas (de ahí el nombre de deconstrucción), mostrando que lo claro y evidente dista de serlo, puesto que los útiles de la conciencia en que lo verdadero en sí ha de darse, son históricos, relativos y sometidos a las paradojas de las figuras retóricas de la metáfora y la metonimia.

Como resultado de la herencia de Nietzsche hacia Derrida, tiene un carácter positivo, creativo, afirmativo. Algo así es, de hecho, lo que se ha dado en llamar deconstrucción, estrategia y no método, pues de lo primero que pretende escapar es de la lógica, la regulación, la normativa, la jerarquía, e incluso el principio y el fin que vendrían marcados por un objetivo y un resultado.

Deconstrucción que pone en duda la presencia a sí mismo del sentido en una metafísica del presente y la presencia, una ontoteología obsesionada por esconder lo que olvida o no es capaz de asumir o dar: "No hay problemática del don sino a partir de una problemática consecuente de la huella y del texto. Jamás puede haberla a partir de una metafísica del presente, ni siquiera del signo, del significante, del significado o del valor"

Sin objetivo ni resultado, pues, no es la deconstrucción una tarea realizada por un sujeto, una forma de análisis ni un método. La escritura, el texto o lo que quiera que haya en ellos (un cierto ello neutro e indefinible) contienen la deconstrucción en sí mismos, no al modo de la contención de sentidos posibles y delimitables (al modo hermético), sino precisamente en la apertura a sentidos imposibles. Ello se deconstruye a sí mismo, la deconstrucción es (si se le puede poner ese predicado) un movimiento, una traducción, una transgresión, iniciados desde Platón mismo. Estrategia y movimiento que, como los procedimientos de la arqueología foucaultiana o el esquizoanálisis deleuziano, no remiten más que a sí mismos, es decir, encuentran en su propio hacerse su valor y su capacidad ,si la hay terapéutica y emancipadora.

La deconstrucción, por tanto se ejerce como una operación textual (y omitimos conscientemente un catálogo de procedimientos que puedan considerarse "deconstructivos", lo cual sería un contrasentido pues la negación más palmaria de la deconstrucción sería reducirla a un repertorio de reglas de lectura o escritura o análisis, y no es lugar ni siquiera para analizar en profundidad algunas técnicas usuales en Derrida), bien entendido que todo es texto. Y, como todo es texto y no hay contexto, los márgenes, los marcos, incluso el supuesto orden del discurso del cual hablaba Foucault, quedan comprendidos dentro del texto y de la operación. Lejos de Foucault, no hay un afuera irrebasable e inaccesible, pues los intersticios, las aporías, las discontinuidades, las fallas... están en el texto mismo, y en ellos se detiene la deconstrucción para devolver sentidos olvidados, mostrar otros caminos, subrayar la borradura del significante aplastado, hacer estallar la interpretación y mostrar la inagotabilidad de las traducciones posibles, así como su estricta imposibilidad. En esto han desembocado la hermenéutica, el estructuralismo o la búsqueda de sentido heideggeriana: en una operación que, valiente como exige Nietzsche, se sabe inconclusa, siempre en marcha, metáfora tras metáfora y traducción tras traducción, sin sentidos propios ni originarios, sin estructuras fijas, con una diferencia que opera sobre la significación hasta el punto de imposibilitar la distinción entre significante, sentido y significado:

Leer en un concepto la historia escondida de una metáfora, es privilegiar la diacronía, a costa del sistema, y apostar sobre esta concepción simbolista del lenguaje que hemos destacado de paso: la ligadura del significante al significado ha debido ser y seguir siendo, aunque enterrada, una ligadura de necesidad natural, de participación analógica, de parecido. La metáfora siempre ha sido definida como el tropo del parecido; no, simplemente, entre un significante y un significado, sino ya entre dos signos, de los cuales uno designa al otro .

Esa diferencia que opera en la escritura misma es la que ha hecho explotar Derrida hasta resultar indomable con el término différance. La différance es la carga de profundidad que Derrida lanza contra la metafísica de la presencia. A la vez diferencia espacial y temporal, algo en el texto imposibilita que se cierre su sentido en su remisión a otros signos, y aplaza por tanto en el tiempo indefinidamente su interpretación. Algo que sólo ocurre en el texto (pues la oralidad lo quiere olvidar), y de ahí la marca legible, visible pero impronunciable de esa "a" francesa en una palabra donde el francés ordinario escribe una "e". Esa diferencia hace que todo resulte incomprensible e inaprensible, quedando ella misma como tal, de hecho. La différance disemina, difiere, espacia y temporaliza (no se somete a las coordenadas espacio-temporales las genera, las pauta sin regla): es decir, escribe, motor de escritura. Esta solicita o pone en cuestión a la lógica misma, impide creerse la dualidad de los conceptos, impide, como en Deleuze, someterse a una lógica binaria que es producto, y no condición, del sentido (una especie de autolimitación que habrá a su vez que deconstruir). Y remite siempre a restos incalculados (la restancia es la imposibilidad de detenerse), a cenizas que siempre quedan para reclamar atención, y provoca, por demás, que todas las precauciones en la operación textual sean pocas y convenga siempre, conscientes en lo posible de que la deconstrucción nunca acaba y el sentido nunca se establece, mantener una vez más con Nietzsche.

la deconstrucción que es imposible o lo imposible y que no era un método, ni una doctrina, ni una meta-filosofía especulativa, sino lo que ocurre, me fiaba de ese mismo pensamiento. No hay porvenir ni relación con la venida del acontecimiento sin experiencia. Esta da buena prueba los indecidibles. Se trata de términos cuyo análisis muestra su imposibilidad

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