Deconstrucción del desarrollo sostenible como origen de la pobreza
stephaniecortinaEnsayo21 de Enero de 2022
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DECONSTRUCCIÓN DEL DESARROLLO SOSTENIBLE MODERNO COMO ORIGEN DE LA POBREZA
ORIANIS LIZETH MONTALVO FRAGOZO
Ensayo
Profesor
Gilberto Giraldo Gómez
UNIVERSIDAD POPULAR DEL CESAR
FACULTAD DE CIENCIAS ADMINISTRATIVAS, CONTABLES Y ECONÓMICAS,
GLOBALIZACIÓN Y MEDIO AMBIENTE
VALLEDUPAR
2021
Deconstrucción Del Desarrollo Sostenible Moderno Como Origen De La Pobreza
Desde el bachillerato han sido introducidos los términos “internacionalización” y “desarrollo sostenible” en nuestras mentes, cuya relación representan una marcada polarización entre ser procesos beneficiosos e imprescindibles para el avance económico del mundo y ser peligros para los países en desarrollo, amenazando las condiciones de vida, el progreso social y el medio ambiente. Ahora bien, es imposible negar que en teoría el desarrollo sostenible moderno puede brindar importantes oportunidades en el avance mundial mejorando las condiciones de vida y reduciendo la pobreza. Pero, a la hora de la práctica no ocurre de esa manera, así como algunos países son prósperos y ricos, muchos otros están en crisis y endeudados aumentando la precariedad de las condiciones de sus habitantes, principalmente las comunidades rurales.
A lo largo de este ensayo, deconstruiremos el desarrollo sostenible moderno evidenciando sus faltas, debilidades y contradicciones basándonos en la obra Pobreza, riqueza y desarrollo sostenible de David Barkin. Además, ahondaremos en sus causas y consecuencias directas sobre el desarrollo rural y la degradación de los ecosistemas con el objetivo de reinventarlo de forma eficiente, justa y fiel a su esencia.
No es enigmático para la sociedad que la inmensa mayoría de su población empobrecida y vulnerable habita en zonas rurales abandonadas en el olvido, envueltas en la ignorancia y para colmo, culpadas de su propia miseria tal como Barkin describe en la primera sección de su obra, comunidades segregadas que exhalan hasta su último aliento en el pretencioso intento de subsistir. Hablamos no sólo de caseríos y poblados remotos a kilómetros de las inmensas urbes sino de naciones enteras cuyos ciudadanos incurren en dificultosas labores con el único objetivo de saciar el hambre y la pobreza.
Las risibles acciones destinadas al desarrollo rural en Latinoamérica aspiran, entre múltiples otros aspectos, a un crecimiento sostenible capaz de mermar la degradación ambiental. Barkin explica como este supuesto desarrollo sostenible cumple a cabalidad todo excepto su cometido dilatando la brecha de la desigualdad social y económica. Pues favorece a los contados productores con los recursos necesarios para innovar en la actividad agrícola y reducir el impacto ambiental mientras mortifica a los pequeños y tradicionales productores desprovistos de capital, conocimiento y, en consecuencia, de prácticas medioambientalmente amigables. Hipócritamente, el capitalismo responsabiliza a las victimas cuando la culpa recae sobre un sistema inequitativo y obsoleto.
Mientras incrementa la pobreza proporcionalmente lo hace la problemática ambiental. Sin embargo, es un error suponer que la ambición y el egoísmo de los pobres son causales de tales estragos ambientales. La verdadera razón es la discrepancia de los factores de producción que priva y castiga a las comunidades pobres y nativas de sus territorios bajo ese supuesto. Por lo tanto, el desarrollo sostenible moderno es la causa de estos males, su ineficiencia, practicas inadecuadas y enfoque hacia aquellos que no lo necesitan. Es pues, nuestro deber deconstruirlo y rescatar su esencia. Forjar soluciones que fortalezcan el legado cultural, la participación de las comunidades campesinas y nativas en la creación de empleos, aumento de ingresos y mejora de su calidad de vida. A la par del proteccionismo ambiental y la sostenibilidad.
Lo anterior es preciso y claro, pero, contrario a lo que muchos piensan, no es algo reciente. En la segunda sección de su obra, Barkin describe detalladamente el contexto histórico de la pobreza rural. La crisis actual de las zonas rurales latinoamericanas se remonta a la época de la colonización cuando los nativos fueron desplazados de sus territorios y se les arrebató incluso el sentido de sus vidas, cuando se reemplazó el uso de la tierra para suplir y saciar las necesidades básicas humanas a explotar y extraer sus recursos con fines lucrativos. Fue entonces, cuando unos pocos, pero poderosos, acapararon y acumularon el control de la tierra, tal como ha persistido hasta hoy.
Posteriormente, a mediados del siglo XX, ocurrió lo que se conocería como la “revolución verde”, a grandes rasgos se trató del desplazamiento de prácticas agrónomas tradicionales y con ellas a sus campesinos por innovadoras tecnologías que permitían la producción en masa de cultivos valiosos. Similarmente ocurrió con los sectores de ganadería, pesca y silvicultura. Una mina de oro para enriquecer a los ricos. Por otro lado, las consecuencias fueron catastróficas. Devastador impacto ambiental, riesgos a la salud de trabajadores debido a las deplorables condiciones de trabajo y, a su vez, para los consumidores debido al excesivo uso de agroquímicos sobre los cultivos. Este relevante hecho de desarrollo agrícola es un claro ejemplo de responsabilidad en la creciente pobreza rural.
Las víctimas, campesinos y agricultores pobres, tenían dos alternativas, trabajar para recibir una miseria a la que consideraban salario arriesgando su salud y seguridad o, si poseían tierras, intercambiar sus cultivos tradicionales por no más que ese salario debido a las restricciones e imposibilidades para cultivar productos comerciales de valor. De esta manera, los grandes productores lograron consolidarse en empresas e industrias, mientras que el mercado de trabajadores dispuestos a ser explotados para sobrevivir crecía exponencialmente. Sin quedarse atrás, los estragos ambientales se acumularon con los años amenazando la existencia de múltiples especies, entre ellas, la humana.
En estos tiempos, la humanidad es consciente de la inquietante tragedia ambiental fruto de su propia mano, quizá no lo suficiente. En respuesta a tal preocupación, ha evolucionado la política ambiental obligando a múltiples sectores de la industria a disminuir su huella y reducir los efectos de la devastación. No obstante, este vago intento no da la talla para la magnitud del problema. Para colmo de males, las comunidades son las mayormente damnificadas y menos abordadas, demostrando nuevamente que la policía rural sólo perjudica a los necesitados.
Más adelante, a forma de síntesis, Barkin describe como la creciente expansión de los sistemas productivos toma posesión sobre los preciados y escasos factores de producción propios de campesinos e indígenas sumiendo pueblos enteros y vastas regiones en la profunda penuria. Aunado al parasito de la corrupción con subsidios, presupuestos y oportunidades que una vez fueron prometidos, pero nunca encontrados. Finalizando la sección, Barkin expone las desventajas del tercer mundo en el desarrollo rural. Esencialmente, los pequeños productores no están equipados para incrementar su productividad, entrar al mercado y ganar competitividad.
Ante todo, la discriminación y pobreza rural son un fenómeno histórico. Ahondar en el pasado nos permite identificar su origen y precisar con mayor lucidez contra qué arremeter. Por lo tanto, identificar las causas de nuestra problemática permitirá cumplir con mayor facilidad ingeniar una alternativa. Según Barkin, las principales causas de la pobreza rural son ocho.
- Políticas macroeconómicas y sectoriales discriminatorias. Históricamente, los productores rurales han estado atados a impuestos, tasas de cambio desfavorables y variadas formas de regulación fiscal y monetaria. Ideales para despojar a los campesinos pobres y pequeños productores de las ganancias de sus cultivos y financiar a los monopolios internacionales. Un pequeño porcentaje de ricos con acceso a los recursos necesarios para producir a gran escala y maximizar ganancias, al mismo ritmo que explotan y exterminan ecosistemas. Es claro cuando Barkin indica que debemos hacer énfasis en proyectos a micro-escala por pequeños productores priorizando el uso sostenible de la tierra y el ambiente.
- Sistemas de tenencia inadecuados y polarizados. En el tercer mundo, la propiedad de la mayoría de la tierra se encuentra acumulada por una minoría de grandes productores desplazando la labor tradicional agrícola de los campesinos pobres, y, en consecuencia, erradicando su participación en el mercado. Cabe destacar que las limitaciones y prohibiciones legislativas inhiben el acceso a créditos y varios tipos de transacciones con la tierra al campesinado frenando el progreso agrícola. Por otro lado, en el desesperado intento de facilitar la asociación de campesinos con capital privado, la excesiva intromisión y mediación podría perjudicar la capacidad independiente y autónoma de los pequeños productores a negociar en busca de inversionistas.
- Sesgo anti-campesino en las instituciones de desarrollo. Preocupantemente, los campesinos son discriminados de forma sistemática en instituciones de carácter publico y privado, incluso en agencias de desarrollo e instituciones rurales. Los sesgos sobre la población campesina producen una desvalorización de la mano de obra y los recursos rurales. Cabe resaltar el creciente surgimiento de ONGs globales y locales destinadas al empoderamiento rural y la eliminación de estereotipos y sesgos campesinos en los últimos tiempos.
- Distribución desigual del ingreso y del poder político. Como herencia medieval, hoy en día aún predomina un sistema de dominación similar al feudalismo, el caciquismo en las áreas rurales. Idealmente, el cacique utiliza su poder y control sobre la comunidad para distribuir equitativamente el ingreso y solucionar las problemáticas con los recursos locales de manera eficiente. En detrimento de los habitantes, rara vez ocurre lo anterior. Comúnmente, el sistema de caciques supone un impedimento para el desarrollo rural y favorece el aumento de la extrema pobreza en estas zonas.
- Políticas inadecuadas de empleo. En el tercer mundo, el empleo agrícola representa una fuente de ingreso importante para muchos habitantes. Lastimosamente, la tasa de desempleo en las áreas rurales se encuentra en crecimiento y la fuerza de trabajo agrícola disminuye como resultado de la incorporación de nuevas tecnologías que amenazan la utilidad de la mano de obra humana. Además, la apertura económica global agrava la situación beneficiando el comercio de productos importados sobre los nacionales debido a su mayor margen de rentabilidad y reduce la creación de empleos debido a las innovadoras tecnologías extranjeras de producción a gran escala.
- Presiones contra las instituciones culturales locales. La transición de los campesinos a trabajadores asalariados supone una enorme desventaja ya que no gozan de los beneficios que conlleva tener un ingreso fijo, pero si de todas las responsabilidades que esto significa. Consecuentemente, desciende el tradicional apoyo reciproco y la cooperación mutua en proyectos comunitarios rurales hasta desaparecer. A su vez, el desplazamiento de las comunidades indígenas nativas incide en detrimento del legado y la identidad cultural. En general, los invasores no son conscientes de la información heredada sobre los cuidados del ecosistema, haciendo uso de practicas inadecuadas que contribuyen al deterioro del medio ambiente.
- La migración y la feminización de la pobreza. Hoy en día, la mujer rural aún sufre a causa de la discriminación y el machismo. Su papel en la comunidad ha asumido más roles con el paso del tiempo, incrementando la carga de las mujeres antiguamente limitada al cuidado del hogar y los hijos. La tasa de mujeres cabezas de hogar en el campo ha incrementado. Sin embargo, el acceso a la educación y a las oportunidades laborales no lo ha hecho. Aunado a lo anterior, la degradación ambiental dificulta la labor de la mujer al escasear en mayor medida los recursos de sobrevivencia necesarios para las familias
- El factor urbano y la pobreza rural. La expansión de las áreas urbanas densamente pobladas, su colosal demanda de recursos y enorme producción de desechos sin lugar para depositar agravan la pobreza y, por si fuera poco, evaden su responsabilidad. Crecientemente, los ingresos enviados por parte de parientes en las grandes urbes a sus familias en el campo se han convertido en una parte integral de los ingresos rurales. Si bien, las habilidades de las áreas rurales cooperan al mejoramiento de la calidad de vida de la sociedad, las habilidades adquiridas por los diversos empleos de migrantes diversifican la economía rural.
La brecha entre las grandes industrias y los productores agrícolas se expande con la creciente diferencia de productividad y ganancias, acumulando las extensiones de tierra para un uso único. Lo anterior resulta en la segregación de los pequeños productores pobres, el deterior del empleo y claramente, el rápido avance de la degradación ambiental que finalmente presiona a las comunidades rurales a optar por el trabajo urbano que desvaloriza su esfuerzo.
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