Deja atrás lo conocido
JaironGarciaTesis12 de Junio de 2015
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1 Deja atrás lo conocido
Hace muchos años, en la sabana de África, sucedió algo extraordinario. Una hormiga, más pequeña que una gota de lluvia, encontró la fortaleza, el poder y la determinación que necesitaba para mover un elefante de tamaño colosal.
Pero esta historia es absolutamente verídica.* Después de meses y meses de una exploración personal muy tenaz, Adir (una hormiga macho bastante aprensiva), aprendió a controlar el poder de su subconsciente; es decir, a su compañero de equipo, el elefante Elgo. Al hacerlo, Adir no sólo aprendió más sobre sí mismo, también supo qué necesitaba para convertirse en un líder al que valía la pena seguir.
Bajo el entrenamiento de un viejo y sabio búho llamado Brio, los sueños de Adir de tener un mejor futuro, tal vez, jamás se habrían vuelto realidad. Con la ayuda de Brio, Adir descubrió lo que significa ser líder, Y sobre todo: aprendió que ese conocimiento personal tan importante, le permitiría convertirse en líder para otros. Adir y Elgo cambiaron el curso de sus vidas. Y después de conocer lo que Brio compartió con Elgo, tú también podrás cambiar el rumbo de la tuya.
Una noche, ya muy tarde, Adir dormía apaciblemente en su cama cuando, de pronto, lo despertó su amigo Charlie. ¡Adir! ¡Adir! jadeó Charlie al mismo tiempo que lo sacudía. ¡Hay una tormenta muy fuerte y debemos asegurarnos de que estén protegidas las provisiones! Adir, que había estado sumergido hasta entonces en la agonía de un sueño muy denso, se levantó de la cama de muy mal humor. Se talló los ojos, siguió a Charlie y ambos salieron del hormiguero. Cuando estuvieron fuera, Adir se dio cuenta de que toda la colonia había sido convocada para ayudar en esa importante labor. Observó a sus amigos y colegas corriendo, tratando de llevar la comida y las provisiones del terreno que estaba siendo arrasado por el viento, a un lugar protegido. Mientras trabajaban, la lluvia y el viento arreciaron. No pasó mucho tiempo antes de que se diera cuenta que la situación era un caos. Muchos de sus colaboradores corrían en círculos como hormigas recién decapitadas.
La lluvia se prolongó con fuerza sobre la tierra y los vientos no dejaron de silbar en la planicie. Era imposible saber cuán a la deriva estaba Adir, ya que, en medio de la absoluta oscuridad de la noche y del vigor de la tormenta, había perdido toda forma de orientarse. Cuando finalmente el viento lo depositó sobre la tierra, se escabulló hasta la protección que le brindaba un barranco. Ahí colapsó el golpeado cuerpo de la hormiga quien, de inmediato, cayó en un profundo sueño. Adir no sabía que aquel suceso le cambiaría la vida para siempre. Lo alejó de las comodidades que conocía en su colonia y le dio la oportunidad de ver la vida desde otra perspectiva. De hecho, de no haber sido por aquella espantosa tormenta, Adir jamás habría descubierto el Oasis.
Cuando Adir despertó y descubrió la calma tras la tormenta de la noche anterior, entre otras muchas cosas, se sintió confundido. Se talló los ojos, bostezó y, casi de inmediato, se dio cuenta de que estaba en un lugar desconocido para él. El terror de la noche anterior se apoderó de nuevo de la hormiga y, en ese preciso momento, comenzó a sentir una gran ansiedad e incomodidad en la boca del estómago. Miró alrededor pero no vio a ninguna de las otras hormigas. De hecho, no vio evidencia alguna que probara que la colonia alguna vez existió. Exploró el terreno en la cercanía pero no detectó ningún rastro que llevara a casa. Sin su colonia, Adir no sabía qué hacer y, mucho menos, cómo ocuparía sus días y sus noches. Tal vez lo más atemorizante de todo era que, al no pertenecer a la colonia, no tenía ninguna misión ni objetivo. Se quedó observando el fulgurante charco de agua de lluvia, único residuo de la tormenta de la noche anterior. Mientras contemplaba su reflejo se dio cuenta
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