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Dimensiones de la educación..

Willenys RodriguezApuntes15 de Octubre de 2016

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Autor: Luís Ernesto Rodríguez

Fundamentación Teórica[1]

        La acción social constituye el objeto esencial de las ciencias humanas, pero para comprender su origen y manifestación se precisa de su contextualización a fin de identificar su origen y formas de expresión.  Esta premisa es válida cuando se aplica el concepto de acción a la educación, desde lo cual se puede afirmar que  es un proceso y un producto comprensible multidimensional y complejo dentro de estas ciencias.  La visión fenoménica que ofrece la escuela como educación es elemental e insuficiente para comprender la educación, aún cuando expresa la condición de producto o culminación de un proceso socio-cultural que permite la continuidad intergeneracional, modelada por la necesidad de educar y educarse.

        La acción social es permanente proceso en cuanto implica un quehacer, y este quehacer define la condición y la intencionalidad humana.  La acción permite trascender a su sujeto de una condición a otra en términos deseablemente progresivos, aún cuando puedan existir acciones regresivas o paralizantes que detienen la ruta de uno o más actores.  Concebir la acción social, y así mismo la educación como acción social, implica un discriminar no sólo de sus elementos estructurales – de lo cual dan cuenta las diferentes teorías de la acción – sino de aquellas dimensiones que condicionan su ocurrencia.  El sujeto de la acción no actúa sólo orgánicamente sino humanamente.  Esa humanidad es un complejo de interrelaciones de los elementos dimensionales que han permitido explicar la condición de totalidad en que se desarrolla su vida.

        En su complejidad, y asumiendo el símil de una madeja de hilos que  se entrecruzan para formar un tejido, la acción social – y la acción social de educar – evidencian una dificultad perceptiva y resolutiva que impiden su desenmarañamiento.   Se requiere, en este caso, una tarea científica de destejer ese fluir y confundir, más si se considera que la educación se presenta en su referente más inmediato en la relación maestro – alumno – escuela en forma idéntica en todas las experiencias hasta ahora registradas.  En la producción o génesis de la acción social de educar se da una influencia de dimensiones vinculantes entre sí, condicionándose e implicándose, constituyendo una unidad en la diversidad, presentada como objeto de conocimiento, siendo preciso considerar que:

El primer acto de conocimiento es de separación, algo que arranca a la confusión o indistinción.  Es construir una o más fronteras, es separar objetos unos de otros, así como de su entorno.  Pero también es preciso unir.  Los objetos no pueden ser considerados como entidades aisladas.  Su misma existencia depende de interacciones con otros objetos y con su entorno.  Conocer es ser capaz de distinguir y después unir lo que se ha sido distinguido (Morín, 1980, p. 108).

        Ante la confusión e indistinción presente al conocimiento de la educación como acción se impone la construcción de un modelo que visualice la representación de dicho objeto como un campo de observación y análisis multidimensional que pueda ser aprehendido en sus aspectos particulares.  En atención a esta exigencia se asume a la presente teorización que la educación se realiza en la convergencia de las dimensiones social, histórica, ideológica, política, científica y filosófica.  La educación es el núcleo de tales dimensiones, recibiendo de estas influencias directas y reportándoles, en forma de retornos, incidencias; pero, además de ello, las dimensiones mantienen relaciones entre sí, lo que evidencia su carácter de hilos estructuradores de la complejidad, por cuanto en ella las posibilidades del conocer son amplias, si se comparan con el significado de cada dimensión.  El modelo propuesto es el siguiente:

Gráfico 1: Modelo Multidimensional Explicativo de la Educación como Acción y Objeto de Conocimiento.

        La existencia de estas seis dimensiones en torno a la educación como acción están adscritas a un entorno relacional recíproco, constituido por un amplio espacio en que cada dimensión tiene la posibilidad de ser vinculada a las cinco restantes, conformando visiones complejas de dos o más implicaciones (p. ej. social – histórica, social – histórica – política, etc.).  En cada posibilidad una dimensión enriquece el conocimiento al vincularse con otra, generando convergencias dimensionales como posibles cambios del saber.   Las dimensiones se retroalimentan y es posible conocer su significado más allá de sí mismas; pues, tomando solo un caso como referente - lo histórico - no lo es en sí como acontecimiento, sino que también muestra lo social y lo ideológico, permitiendo una visión de totalidad sobre sus móviles de origen.

        Hacia el interior de la educación como proceso generado a través de la acción formativa, cada dimensión mantiene una relación de influencia al penetrar su orientación y condicionamiento, dotándole de intencionalidad y de contextualidad; la educación es capaz de reproducir el contenido que desde cada dimensión emerge y le impone.   Pero, asimismo, cada dimensión recibe una influencia de la educación que estimula la reproducción de su contenido o su modificación o avance, ya que la educación es producción y posibilidad de desarrollo de nuevas formas, acontecimientos, pensamientos, decisiones y conocimientos.

        Hacia el exterior de la educación cada dimensión se relaciona o puede ser relacionada en el análisis con otras (1) teniendo como objeto posibles efectos sobre la educación.  Por ejemplo, no solo le interesaría conocer como lo científico influiría en la educación, sino como lo científico, político e ideológico permiten comprenderla.  En esta dinámica cada dimensión puede ser vinculada a otras para explicársela en términos de un proceso abierto a la comprensión en diferentes espacios de reflexión y análisis que puedan formular.

        Para identificar el sentido conceptual, funcional y tendencial de cada dimensión es preciso destacar que existen líneas de demarcación de un contenido que permite su lectura, admitiendo que tienen carácter condicionante.  En este sentido, se enuncian las relaciones correspondientes a cada dimensión.

        Dimensión Social de la Educación como Acción:  Si existe una condición definidora de la racionalidad de la educación es el reconocimiento de su naturaleza social.  En su origen, finalidad y realización la educación requiere de instrumentos sociales, los cuales están condicionados a una producción cultural heredada intergencialmente, y por las formas económicas de producir los bienes materiales en que la educación descansa.  Pero lo que define lo social es el poder y la asociación; poder para desarrollar las formas, contenidos y experiencias que reiteran la forma de ser de una sociedad, y asociación para convertir a sujetos específicos en miembros de ese conglomerado humano, diverso, conflictivo y dividido en clases.

        Responder a la exigencia conceptual sobre el ser de la sociedad implica ver en ello el origen de la acción e interacción humana bajo diversas formas de poder y sujeta a permanentes conflictos.  La sociedad no es un concepto abstracto, ni mucho menos la afirmación positivista de la unión de individuos por nexos comunes y asociaciones mecánicas.  Desde que la sociedad se dividió en clases antagónicas, predominando en ella relaciones de dominio y subordinación sobre las clases dominadas, ello se reflejo en la acción educativa, diferenciada para éstos en caso de haber tenido acceso a ella, y en otros casos enajenados de ésta, ya que el interés se ha centrado en formar a las clases dominantes o a sus adeptos o servidores (Fornaca, 1985).

        La sociedad es el contexto de relaciones en que los hombres, divididos en clases, se ven coaccionado y cohesionados a la convivencia, aún con todas sus diferencias.   Y es en esta situación sobre la cual se ejerce la acción humana, en términos de satisfacer necesidades naturales o creadas: los hombres, concebidos como sujetos, por ser capaces de sujetar su vida a condiciones recibidas y modificadas, son actores en cuanto su trabajo y toda actividad que los conduce a realizar su capacidad intelectiva - traducida en riqueza y cultura - está llena de intencionalidad.  Con ello sus actos son trascendentes y permiten alcanzan niveles de organización que institucionaliza para sistematizar el desarrollo de la vida social.

        La sociedad se ha establecido sobre bases materiales que conforman su economía, consistente en un inicio en la producción de bienes para la supervivencia, traduciéndose luego en medio de producción de capital y en fuente de conflictos originados de la explotación humana.  La sociedad ha logrado desarrollar un legado de manifestaciones como el arte, la ciencia, la tecnología, las creencias, tradiciones, costumbres y organizaciones que permiten la comunicación y continuidad entre generaciones (Durkheim, 1980; Azevedo, 1988) de modo que no desaparezca la esencia civilizatoria de la acción humana.  He ahí la función de la sociedad, convertir al sujeto social a través de la educación en ciudadano, ser social, trabajador, etc. a partir de la cultura heredada y su permanente ampliación o reconstrucción.  La producción o reproducción de la sociedad así lo ameritan y lo implican, no sólo como hecho de socialización sino también de culturización.

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