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Enviado por   •  7 de Mayo de 2015  •  631 Palabras (3 Páginas)  •  158 Visitas

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Todo esto en el contexto de la sexualidad como una energía, una fuerza positiva capaz de generar vida, plenitud y realización. La sexualidad es una tarea, un proyecto humano y espiritual de actuación libre, responsable y comprometida a lo largo de toda nuestra existencia. Las funciones, significados y valores, que la sexualidad recibe de la totalidad de la persona, se convierten en norma y criterio de su actuación libre y responsable de nuestra vida. Uno de los objetivos prioritarios de la sexualidad del creyente cristiano es, pues, el desarrollo de una sexualidad sana ordenada y madura en su vida espiritual. Por ello la importancia de vivir la sexualidad teniendo conciencia de que soy una persona valiosa y trato con personas valiosas. Vivir la sexualidad en el respeto de sí mismo y de los demás, en la valoración de sí y de los demás, sin caer en la cosificación o en el uso del otro. La persona creyente podrá también entender esta dimensión espiritual de la sexualidad, de tal manera que la vivencia de la sexualidad personal interpersonal sea ocasión de una experiencia de encuentro con Dios o el ser trascendente y de comunión con los demás seres. Es encontrar a Dios en la propia sexualidad y en la de los demás sabiendo que es un proceso. La sexualidad tiene capacidad de generar nueva vida en distintos aspectos y esto tiene mucho que ver con la dimensión espiritual y trascendente de la persona. Al vivir se puede trascender constantemente en los demás. Para comprender y vivir la sexualidad como fuente de espiritualidad es necesario que no separemos lo que Dios ha creado unido y redimió para superar lo que nosotros separamos. No hagamos de nuestra vida y de la sexualidad algo aparte de ella. No hagamos de nuestro cuerpo y de la sexualidad una cosa aparte. Hoy son cada vez más las personas creyentes y no creyentes, las que sienten una profunda necesidad o anhelo de una sexualidad integrada en su vida espiritual. Una espiritualidad que no sea moralizante, normativa, pesimista, condenatoria de nuestro mundo y cultura sexual. Que se base en el amor y que acoja a las personas que viven el amor allí donde se encuentran desde su ser hombre y mujer creados a imagen de Dios. Que responda a una actitud optimista para animar a las personas a vivir en plenitud su ser hombres y mujeres con un dinamismo de desarrollo integral. Desde su inicio, las Sagradas Escrituras ofrecen una valoración muy positiva del sexo, dentro de perspectivas humanizadoras de esta dimensión tan importante de la existencia. Encontramos en las Sagradas Escrituras una valiosa teología de la sexualidad, y quizá aun más, una espiritualidad (o una mística) de la sexualidad humana. La sexualidad no es un concepto “abstracto”, la sexualidad se vive, se pone en acción y se juega en las experiencias de la vida diaria, en lo cotidiano. La dimensión ética parte de la noción de la persona, hombre y mujer, como valor en sí misma. Esta va asumiendo a lo largo de su

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