EDUCACION AMBIENTAL
Chunli21 de Agosto de 2013
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El papel político y pedagógico de la Educación Ambiental y la superación de la dicotomía teoría-práctica
CARLOS GALANO*
“La Tormenta”
El viento se levanta y todo se revuelve,
Él se levanta y camina a encontrarse con otros.
Algo le ha dicho que es deseo de muchos...
La tormenta nacerá del encuentro de estos dos vientos,
Llega ya su tiempo, se atiza ya el horno de la historia.
Reina ahora el viento de arriba, ya viene el viento de abajo,
Ya la tormenta viene....así será.
COMANDANCIA GENERAL DEL EZLN
Selva Lacandona. 1993.
LA TORMENTA
La tormenta que oscurece todos los horizontes tiene los celajes de la crisis ambiental. La epistemología y la información masiva revestidas con los ajuares enhebrados por meteorólogos ocasionales andan rumiando con mucha insistencia sobre las dificultades que atraviesa la humanidad contemporánea.
Constelaciones reflexivas de argumentos, circulando por la vereda del mecanicismo, no pueden dar cuenta de los profundos desequilibrios que estallan por todas las dimensiones de la realidad. Etiquetas vacuas solamente pueden narrar el suicidio de lo conocido. pos industrialismo, pos estructuralismo, pos fordismo, modernidad inconclusa, pos humanismo, etcétera. Literatura de toda especie ahonda sobre los fenómenos del desencanto y la pérdida de referencias, así como del vacío de sentidos de una época condenada a ser presente perpetuo.
También, y no es menos cierto, es frecuente escuchar en la panoplia de los mass media, a políticos e intelectuales adscriptos al triunfo inexorable de lo mismo, exaltar los valores de la civilización del consumo y del individualismo posesivo, cual unicato religioso universal, en el mismo movimiento cultural donde se desvanecen las significaciones del sujeto libre y autónomo.
Con frecuencia suelen leerse infinidad de trabajos sobre los conflictos dificultosos desplegados en todos los frentes de la sociedad, la política y la economía. Asistimos cotidianamente al rito de la información periodística, ya en su época preocupante para Hegel, dando cuenta de las tensiones sociopolíticas nacionales e internacionales y de ciertas efervescencias culturales, de modo tal que la información escrita, oral o televisiva, es codificada todas las mañanas en verdaderos partes de guerra, que narran turbulencias, enfrentamientos, muertes, violencias, invasiones, supuestas catástrofes naturales.
El concepto crisis es traído de los pelos para fundamentar los distintos impactos producidos por la ingobernabilidad creciente del mundo, sus regiones, países y ciudades. Algunos sostienen que se suceden vertiginosamente los cambios en una época opacada por el derrumbe de las referencias fundadoras. Otros, como en nuestro caso, sostenemos que asistimos a la epifanía dramática y esperanzadora de un cambio de época.
La tormenta genera inquietud y conmueve los espíritus sensibles, envilece aún más la retórica hegemónica y abre grietas inabarcables en el cómodo edificio dogmático de la racionalidad instrumental. Esta crisis global, expresa en sus múltiples manifestaciones, la crisis agónica de una etapa histórica construida de espaldas a la complejidad de la realidad física, biológica y simbólica de la realidad, reduciendo la idea de progreso y modernización a la órbita cuantitativa del mecanicismo simplificador, fraguado en las ciénagas de la racionalidad instrumental, escrita en tonos economicistas con la tinta contaminada por la eficiencia productivista, sea industrial o agraria, que en el último tramo del siglo XX, se revistió con los ropajes de burbujas comerciales y financieras. Todo ello sacralizado, con cierto mesianismo, por el aparato tecnocientífico como vector omnipotente de la sociedad de consumo. Curiosamente esto se asemeja al estallido de lo homogenizante, al canto de sirena del triunfo de lo mismo, de lo igual, de lo metastásico, particularmente en los ámbitos metropolitanos, donde se impone el estilo internacional único.
Pero, sobre todo esta tormentosa crisis, escrita con las gramáticas de múltiples fundamentaciones, en tiempos de la globalización metafísica, es una crisis epocal y particularmente, es la crisis de un modelo de conocimiento y de una concepción sobre la cultura y el desarrollo, hegemónicamente totalitaria en las últimas centurias. Es la crisis del conjunto de los artefactos culturales de la época productora del crecimiento insustentable y excluyente, de ciudades configuradas como archipiélagos de pobrezas en torno a centros de “consumo conspicuo”. Las teorías políticas y económicas, las concepciones pedagógicas y curriculares, las visiones sociológicas y culturales de esa cosmovisión, confluyeron sobre el territorio del pensamiento moderno, cristalizando modelos estatales y relaciones internacionales, generadores de infinitas desigualdades, injusticias de todo pelaje y violencias de todo signo.
La tormenta ha puesto en jaque la arquitectura del sistema educativo conocido, especialmente el sistema fragmentario surgido el último proceso de transformaciones educativas y pedagógicas, como el ocurrido en Argentina, de la mano del neoliberalismo ideológico y el conservadurismo moral.
Por otra parte, el paradigma emergente, acunado por los afluentes de la complejidad y la interculturalidad, de lo ambiental y holístico, de la diversidad y lo inédito, de sinergias inconmensurables expresadas en grafías plurales, embellecidas de biodiversidad natural y potenciadas por los vientos de la diversidad cultural, dan cuenta de las luchas interminables de los pueblos de esta América irredenta, labrando surcos fecundos en un suelo donde podrá arraigarse una historia más justa e incluyente. Una historia interpelada por la crisis ambiental abierta hacia las costas del saber ambiental donde fecunden los deseos incolmables de lo absolutamente diverso, inscriptos en una racionalidad sustantiva para reimaginar otros mundos.
El viento de arriba
La educación en ese proceso histórico reconoce su génesis en el plasma orientador de la razón iluminista, guiando el derrotero de la sociedad hacia los olimpos del progreso indefinido, encontrando el ideal del aprendizaje en instituciones educativas, desde el pre primario a la universidad, cuya concepción megaordenadora se ejerce a través de la matriz disciplinaria, es decir la lógica de la fragmentación. Ahí está el origen de la lógica positivista, convertida en ideal pedagógico, entrometiéndose posteriormente en todos los escenarios sociales y políticos, y en los suelos de la subjetividad y de los mundos de vida cotidianos.
Aún en la actualidad, luego de las reformas insustentables padecidas por la educación en las postrimerías del siglo XX celebradas por las liturgias de moda generadas en el útero del poder concentrado, simultaneas y funcionales al rediseño del mapa mundial, esas reformas mas parecidas a parches macdonalizados, siguen expresando la fragmentación y los feudos disciplinares, siguen siendo el paisaje organizador de los sistemas educativos. Esa visión está contaminada por el desconocimiento del conocimiento y fue lacerando, en los últimos siglos, la desventura de un mundo insustentable, el desgarramiento excluyente de la inhospitalidad urbana, el desencanto y desorotización de la cultura, y la externalización y cosificación utilitaria de la naturaleza.
Desdichadamente ha inoculado la contaminación metastásica de la racionalidad instrumental de modo subrepticio, operando desde las brumas de la naturalización de las cosas, por los escurridizos laberintos del mito del progreso y la lógica productivista. A veces escribió en clave burguesa capitalista devenida actualmente en globalización neoliberal, y otras, en clave materialista histórica burocratizada y antiecológica, la prosaica narrativa de un mundo de conocimientos, oscurecido por consecuencias negativas inevitables, impactos ambientales catastróficos, visibles en la pérdida de biodiversidad natural y el aniquilamiento de la diversidad cultural.
Es que el núcleo vital e íntimo del paradigma de la ciencia clásica edificado en la modernidad, guardián eficiente de la racionalidad instrumental, muestra su incontenible proceso entrópico, su ignorancia y desprecio por la ley de los límites, produciendo, entre otros dolorosos efectos, “despauperización material y espiritual en los grupos humanos, especialmente en los centros urbanos, aumentando la violencia, la delincuencia y el desprecio por la vida, domesticación de los cuerpos y bulimia del alma.
Aún ese bunker pedagógico anida en el interior de los sistemas educativos, y eso genera efectos específicos sobre nuestra visión de la realidad, el paradigma mecanicista a través del despliegue de sus aventuras científicas reduccionistas y la orgía tecnológica de su maquinismo devorador, ha colonizado el mundo y depredado la naturaleza. Sus fundamentos son los que pretendemos desocultar y deconstruir. Todavía, como insinuamos más arriba, funcionan como el currículo oculto de la sociedad, la educación, el desarrollo y la cultura.
Están al acecho en el lenguaje cotidiano, han domesticado a la industria cultural y se constituyen en el ordenador congénito de las tramas urbanas.
Sus principios generadores que todo lo dividen, todo lo separa, todo lo reducen, todo lo unidimensionalizan, todo lo abstractifican y externalizan están arraigados en la razón devastadora conocida como episteme moderna.
Esas perspectivas lineales y mecanicistas constituyen la fragua determinista todavía vigente en los abordajes sobre la Formación Ambiental, que, entre
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