EL CENTINELA DEL CONOCIMIENTO
OSCAR437 de Septiembre de 2011
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EL CENTINELA DEL CONOCIMIENTO
Dentro de las instalaciones de un colegio o claustro educativo todas los espacios deben estar debidamente adecuados para lograr una óptima y agradable convivencia de todas las personas que lo ocupan e interactúan en función de la formación y el desarrollo de las mentes ávidas de saber: aulas espaciosas e iluminadas y con un ambiente acogedor, amplios corredores, espacios al aire libre, espacios deportivos, zonas de alimentación etc, etc. Entre todas estas instancias hay una que merece un lugar privilegiado y que debería estar situada en el centro mismo de toda la planta física de la institución y no en el último de los rincones como así ocurre en no pocas instituciones, dicho lugar es la biblioteca. Si, la biblioteca, esa palabra compuesta sólo por cuatro sílabas pero que encierra un gran significado y cumple una gran función en la preservación y difusión del conocimiento.
Cuando uno o varios de los alumnos incurre en alguna falta disciplinaria o académica, algunos de sus profesores les imponen como castigo enviarles a la biblioteca, cuando debería ser considerado un premio, un honor y no un castigo el pisar los umbrales del templo del conocimiento en el que aquélla se constituye. La biblioteca, en perfecta complicidad con el silencio que encierran sus paredes, es la gran pizarra que se extiende generosa ante quienes acuden a ella buscando saciar la sed de conocimiento que carcome sus mentes. Es la lámpara de aceite inextinguible que ilumina a quienes desean trasegar por las sendas del arte, la lógica, la matemática, la biología, la medicina, la lingüística y toda ciencia en general. Y, si bien es cierto que ella es un barco que navega sobre el profundo y anchuroso mar de la cultura, también lo es que, sin un capitán que dirija y guíe su rumbo, puede naufragar y echar a perder el invaluable tesoro del conocimiento que porta. Ese capitán es tan valioso e imprescindible como su misma embarcación. He ahí el gran papel que, el bibliotecario, juega en una institución educativa, pues sobre él recae la gran responsabilidad de llevar a buen puerto el alcázar que contiene todas las áreas del saber que, con diligente entrega, imparten los profesores a sus alumnos.
Es gracias a la labor de ese administrador de la información que los estudiantes pueden encontrarse con un ambiente acogedor cuando entran a la biblioteca. Un espacio limpio, pulcro, en la medida de lo posible libre de polvo, sin libros ni otros documentos apilados y desordenados, sino ubicados en sus respectivos estantes y casilleros, con toda la información pertinente y a la mano sobre cualquier tipo de consulta o cualquier otra clase de inquietud que, con respecto al conocimiento y a la cultura puedan tener quienes pisan el suelo y traspasan el umbral del gran receptáculo del saber que es la biblioteca.
Es por todo esto, que así como en toda institución educativa es importante el papel que juegan las directivas, como rectores de políticas administrativas y de control, los coordinadores, como administradores de las funciones académicas y disciplinarias, los profesores, como portadores del saber y directos responsables de la formación humana e instrucción intelectual de sus alumnos, también es muy importante el loable papel que desempeña el bibliotecario, como el custodio y administrador de ese invaluable tesoro del que, todos, sin distingos de credo, raza, ideología, sexo o condición social, pueden tomar parte, el tesoro de la cultura y el conocimiento que alberga toda biblioteca.
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