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EL DECHADO: DISPOSITIVO DE CONTROL IDEOLÓGICO EN LA EDUCACION FEMENINA EN COLOMBIA


Enviado por   •  13 de Marzo de 2015  •  4.151 Palabras (17 Páginas)  •  185 Visitas

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La educación femenina en Colombia tuvo su origen en el periodo comprendido desde el último cuarto del siglo XVIII hasta la creación de las primeras normales femeninas en el decenio de 1870. Dicha educación estaba sujeta a una serie de normas impuestas por la sociedad y la Iglesia, quienes dictaban cómo debía ser educada una mujer. Estas normas eran parte de un modelo educativo que se estableció y aplicó en la Nueva España por medio de la fundación de colegios para niñas. Los conventos fueron las instituciones que se encargaron no sólo de construir y mantener los colegios femeninos, sino también se ocuparon de que la educación de éstas siguiera las reglas establecidas.

Fue en los conventos donde la educación femenina logró sus más importantes avances durante la Colonia, pues las religiosas debían aprender a leer para poder rezar el Divino Oficio. (FOZ, 1997).

Tal es el caso de la madre Francisca Josefa del Castillo (1671-1742), Sor Jerónima Nava de Saavedra (1669-1727) y la madre María Petronila Cuellar (1761-1814) quienes deseaban avanzar en el campo de las letras y para ello optaron por hacer votos perpetuos de castidad y obediencia en los conventos. Aunque el propósito de este tipo de comunidades religiosas no era la educación o la asistencia social sino la vida devota y contemplativa, de algún modo desembocó en la necesidad de instruir a las postulantes que ingresaban.

Pese a dichas intenciones en la América Española apenas una minoría de mujeres sabía escribir bien y acostumbraba a leer. Circunstancia que explica la casi nula o reducida generación de escritoras en ésta época.

En la nueva granada se conocen formas incipientes y rudimentarias de educación femenina ya que en las principales poblaciones se reunía a un grupo de niñas (las de familias más pudientes) vecinas para que asistieran a la casa de alguna señora (preceptora o maestra seglar) para “aprender las primeras letras, labores de costura como lomillo, cadeneta, dechado en punto de cruz, tejido y bordado, pero lo principal era cultivarles el carácter a través del aprendizaje de la doctrina cristiana, lo cual se lograba con la memorización de preguntas y respuestas del catecismo del padre Jerónimo Ripalda. Además les inculcaban nociones de urbanidad, moral e higiene; es decir las preparaban para que conservaran las tradiciones familiares y la fe”.

Durante dicha época se prestó poca atención a la necesidad de educar a las mujeres, ya que se acentuaba fuertemente el sistema de familia conocido como patriarcado donde el hombre se encarga de trabajar dada su “superioridad natural” y la mujer reside en el hogar criando sus hijos, manejando los asuntos domésticos y velando por el cumplimiento y enseñanza de los valores culturales y principios morales.

La Iglesia uso sus enseñanzas como modelo para argumentar la gran importancia moral de virtudes como la castidad y virginidad femeninas, recomendando medidas como el encierro en espacios que le permitieran llevar una vida ejemplar, retirada del mundo. Es decir de las pasiones y tentaciones terrenales.

Se observa un creciente interés por resaltar el papel de la mujer en la sociedad, destacar las virtudes y defectos inherentes a su sexo, fijar claramente los límites en los cuales podía ejercer su actividad cotidiana, que no eran otros que los de su hogar, y exaltar las virtudes que debían adornarla, como eran la pureza, el trato delicado, el candor, la bondad y la belleza espiritual.

Para la mujer es inconcebible una formación generalizada y específica más allá de la necesaria para ejercer de buena madre, buena hija y buena esposa, y para ello ya se encarga la misma familia, y sobre todo la Iglesia, de reproducir el modelo de mujer adecuada –sumisa, ordenada, trabajadora, resignada...-conformando la mentalidad femenina en orden al “excelso” papel que Dios y la sociedad le ha encomendado: el cuidado del hogar y la educación de los hijos, a lo que cabe añadir la atención de los mayores, los enfermos y los necesitados.

Fueron pocos los cambios producidos en la educación femenina; en la Nueva Granada uno de los escasos acontecimientos en favor de ella fue la fundación pionera en 1783 del colegio de la Enseñanza en Santafé de Bogotá, promovida y financiada por doña Clemencia de Caycedo. Con ello se traía a nuestro país la rica experiencia educativa de la comunidad fundada por santa Juana de Lestonnac casi dos siglos antes. Al respecto dice la madre Pilar Foz: “La fecha del 23 de abril de 1783, con la apertura del pensionado-colegio y de la primera escuela pública femenina en Nueva Granada, puede calificarse de histórica. La noticia fue recibida con regocijo por los santafereños que, por primera vez, contemplaron grupos de niñas y adolescentes que se dirigían a la escuela… Un derecho, hasta entonces, reservado a los varones”. En dicho establecimiento, como lo dice el historiador de la educación Luis Bohórquez, “se formaron las madres, hermanas y esposas de los próceres”. (FOZ, Pilar.1997)

Este es un acontecimiento digno de destacar por cuanto los conventos de religiosas de clausura habían posibilitado el acceso a la educación a muchas jovencitas quienes en su gran mayoría no deseaban dedicarse a la vida contemplativa y de devota, de ahí que con el trascurrir del tiempo estas congregaciones se resistieron a impartir actividades docentes.

En vísperas de la independencia hacia finales del siglo XVIII las nuevas ideas de la ilustración impulsaron la educación para la mujer, a la luz de estas renovadas concepciones y fascinantes discursos sobre igualdad y equidad de género se empezó a concebir la educación como un medio para alcanzar el progreso y la felicidad.

En el plano político, la ilustración puso los cimientos del pensamiento liberal, de los principios de la Revolución francesa. Todos los hombres, por ser racionales, somos iguales y no deben existir, por tanto, privilegios de ningún tipo: todos han de ser iguales ante la ley. Para que la convivencia sea pacífica y justa basta con que los hombres sean ilustrados, es decir, que se gobiernen por la razón. El antiguo Régimen, por tanto, debe ser sustituido por un sistema en el que todos sean ciudadanos, en el que todos tomen parte en los asuntos públicos. Incluso los gobernantes han de estar sometidos a la ley, la cual no debe ser impuesta, sino autoimpuesta por la voluntad popular.

De acuerdo con Kant “La Ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte

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