EL DESARROLLO DE EUROPA
DUGLETSY29 de Mayo de 2013
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el desarrollo de Europa.
Eduardo Galeano
Uno de los elementos centrales en el debate sobre los límites al crecimiento cero es el argumento de que los recursos naturales no renovables pueden agotarse en un periodo relativamente cercano. Dentro de esos recursos cabe hacer una distinción entre los minerales y los combustibles fósiles. Este capítulo concierne a los minerales.
La civilización moderna, sus patrones de desarrollo y estilos de vida, se sustentan en el uso de una gama sumamente amplia de recursos minerales existentes en la corteza terrestre y en los fondos marinos, que son transformados, gracias a la tecnología, en materiales susceptibles de ser usados por la sociedad.
Durante la década de los setenta, en pleno auge del neomalthusianismo, espoleado por las crisis petroleras de 1973 y 1978, y cuando el debate sobre los límites al crecimiento y el crecimiento cero, se señalaba que el consumo anual mundial per capita de productos minerales era de 3.37 toneladas métricas, con una tasa de crecimiento de 7% promedio anual. El promedio ocultaba grandes disparidades: así, en Estados Unidos era de 15 toneladas métricas anuales per capita. El argumento era que el desarrollo requiere cada vez mayores cantidades de minerales, no sólo para mantener la tasa de expansión de las economías centrales, que absorben 80% de la producción mundial, sino también para acelerar el desarrollo en los países del tercer mundo. Si la expansión del consumo de minerales se proyectaba al nivel de su ritmo histórico, 7%, se afirmaba que antes del 2020 se requerirían 32 veces más minerales de los usados en la década de los setenta; pero si la tasa debe incrementarse a fin de reducir la brecha de consumo entre países industrializados y en desarrollo y además acelerar el desarrollo de estos últimos, la presión sobre los recursos «no renovables» se multiplicaba varias veces. La pregunta de moda era: ¿hasta qué punto la corteza terrestre puede suministrar esos minerales, habida cuenta que se trata de recursos no renovables?
Lo anterior lleva al examen de dos aspectos relacionados: qué se entiende por recursos y cómo se miden sus disponibilidades; y qué se entiende por no renovabilidad. La literatura existente provee diversas interpretaciones, por lo general reflejando los puntos de vista particulares de cada disciplina. Los geólogos y los ingenieros tienden, por lo general, a referirse a medidas puramente físicas, tales como las partes por millón de un mineral específico existente en la corteza terrestre, o lo que ha sido definido por Harris y Skinner como la dotación de minerales de la tierra.1 Sin embargo, este tipo de medida es de escasa utilidad para fines de política económica, o para analizar la eventual escasez de un mineral sobre los patrones de desarrollo o el ritmo de crecimiento económico de un país. La medición de las disponibilidades de minerales deben incluir aspectos concernientes a los costos de producción, a los precios, a los requerimientos de inversiones y a las características físicas y químicas de los minerales.
El distinguir entre recursos renovables y no renovables ha demostrado tener poca relevancia. En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, en Estocolmo, se enfatizó el problema del agotamiento de los recursos «no renovables», se mostraron proyecciones de diferente tipo: unas pronosticando el colapso definitivo de la especie humana por el agotamiento del petróleo y otros recursos minerales; otras contrarrestando tales proyecciones. Curiosamente más tarde en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, en Río de Janeiro, la preocupación dominante era: la escasez de agua, la pérdida de diversidad biológica, la desaparición de los bosques, el agotamiento de los recursos del mar, la degradación de las tierras agricolas; todos éstos considerados recursos renovables. El problema es, en definitiva, de cómo se utilizan los recursos; es un problema de gestión de recursos naturales, gestión que puede ser sustentable o no sustentable. Lo que implica inmediatamente una dimensión fundamental: la temporal. La diferencia entre los recursos está determinada por la escala temporal de renovabilidad de los mismos y su sustentabilidad determinada por la relación entre la tasa de crecimiento de la reserva de los mismos y su tasa de extracción o cosecha. Si las tasas de extracción superan las de crecimiento de la reserva el recurso corre el riesgo de agotarse, y se dirá que su explotación es insostenible.
Permanentemente se forman cuerpos mineralizados: es sabido que el cobre y el oro se forman debajo de ciertos volcanes, y el cobre y el zinc en algunas zonas de los fondos marinos; el petróleo se forma en diversos lugares del mundo, de la misma manera que la tierra fértil en tiempos que van de 10 a 50 y 100 años, o que determinados bosques se renuevan en periodos que van desde unas cuantas décadas hasta 100 años. Fundamentalmente es un tema de horizontes temporales determinados por la vida humana y los tiempos del mundo natural, y asociado con ello el ritmo al cual se realiza la extracción.
Al parecer, la cantidad existente de minerales es enorme. Sin embargo, para satisfacer las necesidades industriales del mundo moderno, su abastecimiento queda circunscrito a un tipo especial de rocas con concentraciones elevadas de ciertos elementos y que representan una fracción pequeña de la corteza terrestre. Lo importante es entonces el grado de concentración de un elemento específico en una determinada localización, elemento que, dada una cierta tecnología, es susceptible de ser extraído a costos convenientes desde el punto de vista social.
En función de lo anterior los recursos minerales se podrían definir como las concentraciones naturales de elementos existentes en la corteza terrestre en forma tal que puedan ser potencialmente extraídos y procesados, dados los conocimientos científico-tecnológicos existentes.
Según Amílcar Herrera,2 la capa sólida de la corteza terrestre en que están contenidos los recursos mineros, es de un espesor que fluctúa entre 32 y 40 km. En las actuales explotaciones mineras, la profundidad media alcanza 300 m raramente supera 2 000 hasta alcanzar, en casos muy excepcionales, 3 000 m. En esta corteza terrestre los elementos requeridos por el sistema social se encuentran entonces en diversos grados de concentración. A medida que esta concentración disminuye, se llega a un punto en el que las partículas de los elementos no son susceptibles de ser separadas, y están integradas en la estructura cristalífera de las rocas y otros minerales de la corteza terrestre. En este nivel se dice que los elementos se presentan en la abundancia característica de la corteza terrestre. Los elementos de la corteza terrestre susceptibles de ser utilizados deben de presentarse en concentraciones mínimas, generalmente con combinaciones específicas: óxidos, sulfuros, sulfatos, carbonatos, y en algunos casos aparecen en estado nativo. En este nivel se puede hablar ya de recursos propiamente dichos. Es decir, hay un límite que separa aquellos elementos de un cierto grado de concentración de los mismos elementos, dispersos, integrados en la estructura de la corteza terrestre en concentraciones infinitamente pequeñas. Tal límite es un límite mineralógico determinado por características químicas y geológicas, y obviamente varía según los diferentes productos.
Schurr y Netschert3 elaboraron un sistema de clasificación que distingue entre reservas, recursos y recursos base. El concepto de recurso base se refiere a la suma total de elementos, minerales o fuentes energéticas, existentes en la corteza terrestre. Es una medida de disponibilidad de minerales puramente física, enórmemente amplia. Para dar un ejemplo, el U.S. Geological Survey ha estimado los recursos base de cobre en 1.5x1015 toneladas.4 Un volumen que, a los ritmos actuales de explotación, garantizaría el abastecimiento por lo menos por otros 200 millones de años. Obviamente la cifra carece de valor práctico, la mayor parte de esos recursos cupríferos o están en lugares inaccesibles o sus procesos de extracción y concentración son demasiado complejos y por consiguiente caros.
Para fines prácticos y como primera aproximación, interesan aquellos elementos que están por encima del límite mineralógico y que, de acuerdo con la clasificación de Schurr y Netschert se califican como recursos. Se tiene así una masa de recursos minerales. De éstos, algunos se conocen con cierto detalle, mientras que otros se calculan por métodos científicos o se supone su existencia gracias a los conocimientos geológicos disponibles en ciertas zonas.
La segunda aproximación consiste, entonces, en separar los recursos entre aquellos que han sido positivamente identificados y los no identificados o aún no descubiertos. Esta distinción se muestra gráficamente con un rectángulo que representaría la totalidad de recursos identificados y no identificados, conocido como clasificación de McKelvey.5 Esta clasificación es un avance de la clasificación de Schurr y Netschert, y distingue entre reservas probadas, probables y posibles, y entre recursos recuperables, paramarginales y submarginales.
La clasificación de McKelvey deja fuera todos aquellos recursos que no son reservas y recursos, en aras de la mayor precisión de lo que realmente es conocido y asequible. Por otro lado, llega a precisiones más convenientes para el uso práctico al englobar bajo el concepto de factibilidad o viabilidad los efectos tecnológicos, de precio y costos, por desgracia sin desarrollar ampliamente las implicaciones de cada
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