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EL MONJE QUE VENDIÓ SU FERRARI Robin S. Sharma


Enviado por   •  26 de Agosto de 2015  •  Ensayos  •  1.698 Palabras (7 Páginas)  •  123 Visitas

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EL MONJE QUE VENDIÓ SU FERRARI

Robin S. Sharma.

CUATRO

Encuentro mágico con los Sabios de Sivana.

Tras andar durante horas por intrincados caminos y sendas herbosas, los dos viajeros llegaron a un verde y exhuberante valle, encontrando visiones, ilusiones, sueños y pesadillas. En uno de sus lados, los picos del Himalaya ofrecían su protección como soldados castigados por la intemperie que guardaran el lugar donde descansaban sus generales, ahí, justo a la sombra, un niño parecía rezar en mitad de la nieve, el sabio siguió su camino ignorándolo, yo no pude hacer lo mismo, tal vez esta acción me costaría perder la oportunidad de adquirir la sabiduría tan mítica que buscaba, pensé, pero como encontrarme en medio de ese lejano lugar queriendo ser un mejor hombre y dejar a su suerte a un pobre niño, reaccione. Cuando estuve lo suficientemente cerca de el como para verlo, no observe su rostro, mas bien contemple su alma, al momento de poner mi mano en su hombre, el pequeño desmayo; la mochila en donde el último rastro de mis pertenencias guardaba me impedía ayudarlo, así fue como decidí dejar ahí, en ese punto de cielo y paraíso lo último que quedaba de mi, cargue al niño y seguí mi camino.

Al otro lado había un espeso bosque de pinos, tributo natural a esta tierra de fantasía, fue entonces cuando mi joven acompañante reacciono, lo baje con cuidado, colocándolo en un colchón de flores que sorprendente mente al estar en el cielo emanaban un calor fraternal, tardo en despertar por completo, mi duda mas grande era, ¿cómo un niño tan pequeño podría haber llegado hasta este punto tan lejos de la aldea? Le pregunte al sabio, pero su silencio fue lo único que obtuve. El niño despertó e instintivamente lo primero que pidió fue agua, ¿donde conseguirla? Me pregunte, cuando el sabio acercando una enorme orquídea color azul me pude dar cuenta que en ese pedazo de paraíso no había ninguna necesidad elemental que la naturaleza no brindara, la orquídea guardaba en su fondo agua tan cristalina como las lagrimas de tristeza.

-Me llamo Janliu.

El pequeño infante de inmediato se puso de pie, aunque por su edad inspiraba ternura y compasión, su expresión emanaba seguridad y cierta arrogancia.

-¿Que haces por aquí? Le pregunte, es acaso que te has perdido.

-Perderme?, replico con una mueca sarcástica.

-Mi padre es un gran cazador de esta región, el no conoce el miedo, mi abuelo es un gran explorador de zonas aun mas extremas que esta, el no conoce limites, yo tengo que ser igual o mas grandioso que ellos dos; no, no estoy perdido.

-Grandes zapatos son los que tienes que llenar?

-No tienes idea.

Mas de la que te imaginas en mi mente pensé.

El viaje continuamos por aquel paraíso, Janliu, resulto ser toda una sorpresa, una de las buenas debo afirmar, este niño era tan lleno de vida y determinación, a su corta edad y con metas tan claras, me maravillaba escuchar sus planes, Nilo, Vietnam, Bali, Mongolia, Macao y decenas mas de países cuyos nombres ni si quiera puedo pronunciar formaban parte de su lista de objetivos, su determinación era evidente, pero sus problemas con su figura paterna también.

-El espera mucho de mi, el éxito es lo mínimo que le puedo dar, decía Janliu.

Una enorme tristeza surgió de mi interior, era Janliu, un niño tan dispuesto a sacrificar su vida para satisfacer a su padre, un niño dispuesto a vivir una mentira con tal de cumplir las expectativas de todos.

-Terminaras amargado, triste y solitario; conocerás la grandeza, la gloria y el triunfo, pero nunca la felicidad. Y lo mismo que te dio fama te dará desdicha al final, y para cuando te hayas dado cuenta de esto, al otro lado del mundo estarás tratando de encontrar respuestas, pero mas que nada tratando de encontrarte a ti. Tan pronto pronuncie estas palabras un frio espectral atravesó mi cuerpo, y mi joven acompañante solo sonrió y en las sombras desapareció.  

El sabio miró a Julian y sonrió.

-Bienvenido al nirvana de Sirvana.

Descendieron por otro camino y se adentraron en el bosque que formaba el lecho del valle. El olor a pino y a sándalo impregnaba el aire fresco y límpido de la montaña. Julian, que ahora iba descalzo para aliviar sus doloridos pies, notó la caricia del musgo húmedo. Le sorprendió ver vistosas orquídeas y otras flores hermosas bailando entre la arboleda, como si se deleitaran en el esplendor de aquel retazo diminuto de paraíso. Pero mas que nada le sorpendia lo que habia vivido, ¿quien era Janliu?

Julián oyó voces en la distancia, voces suaves y agradables al oído. Se limitó a seguir al sabio sin decir nada. Tras quince minutos de caminata llegaron a un claro. Lo que vio entonces fue algo que ni si quiera el mundano y difícilmente impresionable Julián Mantle podía haber imaginado: una aldea hecha de exclusivamente de lo que parecían rosas. Era como si las nubes y el cristal se fundieran en hermosas rosas d diamante. En mitad del pueblo había un pequeño templo, como los que Julián había visto en sus viajes a Tailandia y Nepal, pero éste estaba hecho de flores rojas, blancas y rosas unidas mediante largas tiras de cordel multicolor y ramitas. Las pequeñas chozas que punteaban el espacio circundante parecían las austeras casas de los sabios. También estaban hechas de rosas. Julián se quedó sin habla, por primera vez en muchos, tal vez bastantes años, su mente estuvo en blanco.

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