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EL SUELO Y SU USO AGRICOLA

luisrangel1030 de Diciembre de 2014

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INTRODUCCIÓN

Los suelos son diferentes debido a la cantidad y tipo de material que contengan.

La fertilidad de un suelo es una condición importante para el desarrollo óptimo de una planta. Podemos agruparlos en: suelos fértiles y suelos no fértiles.

Los suelos fértiles son los más buscados por el hombre, pues son muy productivos. Poseen una capa de humus o tierra vegetal buena para el desarrollo de la agricultura principalmente. El humus se forma de la descomposición de materias orgánicas, sobre todo de las hojas y raíces de las plantas que mueren.

Los suelos no fértiles son aquellos cuyas capas de humus es pobre o presenta problemas para el desarrollo de la agricultura. El hombre para poder aprovecharlos utiliza abonos, sistemas de irrigación o drenajes según el obstáculo que presente.

En este trabajo estaremos conociendo los diferentes suelos que existen en Panamá, sus características y han sido utilizados para desarrollar las diferentes actividades que se realizan en nuestro país.

En algunas regiones de Panamá encontramos suelos fértiles como los de Volcán, Cerro Punta y Boquete.

Otras regiones poseen suelos no fértiles que son habilitados con nutrientes y abonos que los hacen aptos para la agricultura. Ejemplos: los de Colón, la Chorrera y Santiago.

EL SUELO Y SU USO AGRICOLA

El concepto de suelo agrícola es aquel que se utiliza en el ámbito de la productividad para hacer referencia a un determinado tipo de suelo que es apto para todo tipo de cultivos y plantaciones, es decir, para la actividad agrícola o agricultura. El suelo agrícola debe ser en primer lugar un suelo fértil que permita el crecimiento y desarrollo de diferentes tipos de cultivo que sean luego cosechados y utilizados por el hombre, por lo cual también debe ser apto por sus componentes para el ser humano.

Cuando hablamos de suelo agrícola estamos hablando de un tipo especial de suelo que debe contar con ciertos elementos que lo conviertan en suelo apto para el crecimiento de cultivos. Además de ser un suelo fértil, con una importante composición de humus (o la sección orgánica del suelo), el suelo agrícola debe contar con nutrientes principales tales como los nitratos, amonio, fósforo, potasio, sulfato, magnesio, calcio, sodio, cloruro y otros como el hierro, el cobre, el manganeso aunque estos últimos en menor proporción. Todos estos nutrientes pueden ser reforzados y agregados de manera artificial a través de fertilizadores que se aplican en las zonas que más lo necesitan. Es importante que los fertilizantes utilizados no sean perjudiciales ni tóxicos porque entonces luego esos tóxicos irán a los alimentos cultivados.

Otros elementos que también deben ser controlados para considerar a un suelo como un suelo apto para la agricultura son por ejemplo el pH del suelo, su textura y su conductividad energética. Estos tres, en los parámetros normales contribuirán a que aquellos cultivos crezcan más efectivamente y sean de mejor calidad, pudiendo ser consumidos por el ser humano sin ningún tipo de problema y convirtiéndose en productos de alta duración y resistencia a las posibles inclemencias del tiempo o de otros factores externos.

Históricamente, el aumento de producción agrícola se ha logrado por expansión del área cultivada y por incrementos en los rendimientos por unidad de cultivo. Hasta la década de los cincuenta la expansión de la superficie cultivada desempeñaba un papel más importante en el aumento de producción. En cambio, las décadas de los sesenta y setenta se caracterizan por el hecho de que la intensificación de los cultivos por unidad de superficie pasó a ser, paulatinamente, el factor principal en los aumentos de producción. Se estima que la contribución de la intensificación de los aumentos de la producción agrícola mundial es del orden de 80 %. En la década de los setenta la superficie arable del mundo aumentó en forma lenta, con excepción de Oceanía, y disminuyó en el caso de Europa occidental.

En los países en desarrollo la expansión de las áreas cultivadas siguió desempeñando un papel importante, si bien decreciente. Es así como, ya a fines de los setenta, aproximadamente dos tercios de la producción adicional se originaba en cultivos intensivos, reflejando una tendencia diferente a la de los años cincuenta. La situación se ilustra con el caso latinoamericano. El 80% del incremento anual de cultivos durante la década de los cincuenta tenía su origen en el aumento de la extensión del área cultivada; en cambio, en la década de los setenta, con excepción de Brasil, sólo 25% del incremento es atribuible a esa causa.

La reducción en el ritmo de expansión de la frontera agropecuaria coincide, históricamente, con elevadas tasas de crecimiento de la población, que resulta en una decreciente relación tierra agrícola-hombre. En el área dedicada al cultivo de cereales se ha reducido esa relación de 0.24 hectáreas por persona en 1950 a 0.18 hectáreas por persona en 1975, y a 0.13 en 1990, reducciones significativas ya que los cereales ocupan el 70% del área total mundial destinada al cultivo de granos. Obviamente, se dan diferencias importantes entre países. Para África la FAO señala que la tierra utilizada para la producción de alimentos es inferior a 0.10 hectáreas per capita en Rwanda, de 0.20 a 0.29 hectáreas en Etiopía, y es superior a 0.50 en Chad.

Asociado al proceso de pérdida de tierras agrícolas, se da un proceso de deterioro de aquellas actualmente en uso o de utilización potencial. La FAO señala que los suelos aptos para uso agrícola son sólo un porcentaje relativamente reducido de las disponibilidades globales de suelos. Según Kovda, aproximadamente 70% de la tierra disponible dista mucho de ser ideal para la producción agrícola y, por lo tanto, requiere mejoras de diferentes tipos. Sólo 11% de los suelos del mundo están libres de limitaciones serias para el uso agrícola. Las limitaciones más importantes son la sequía, que afecta a 28% de los suelos, la resistencia mineral y problemas químicos afecta a 23%, mientras que la escasa profundidad es un problema que caracteriza a 22% de los suelos; el exceso de agua y las heladas son las limitaciones que afectan principalmente a 10% y 6%, respectivamente, de los suelos del mundo.

Lo anterior implica que las posibilidades de incorporar tierras nuevas al cultivo son cada vez menores, o que las inversiones que ello significa, así como el costo de su conservación, son bastante elevados. De las tierras actualmente en uso, la gran mayoría están sometidas a fuertes presiones para aumentar su productividad y, además, expuestas a fuerte deterioro, que en casos extremos puede dar lugar a la pérdida irreversible del recurso.

La degradación de los suelos, o sea «la pérdida total o parcial de su capacidad productiva, tanto para su utilización presente como futura» (FAO), se debe fundamentalmente a los siguientes procesos: erosión, sedimentación, anegamiento, salinización y alcalinización, contaminación química, uso indiscriminado de fertilizantes, herbicidas, pesticidas, etc., uso inadecuado del recurso y, finalmente, la desertificación.

Sequía Estrés mineral Turberas Exceso de agua Heladas Sin limitación

Norteamérica 20 22 10 10 16 22

América Central 32 16 17 10 -- 25

América del Sur 17 47 11 10 -- 15

Europa 8 33 12 8 3 36

Asia del Sur 43 5 23 11 --

Asia del Norte 17 9 38 13 13 10

Asia Se 2 59 6 19 -- 14

Australia 55 6 8 16 -- 15

Total suelos: 28 23 22 10 6 11

Obviamente, con el crecimiento poblacional es inevitable que las relaciones tierra agrícola-hombre sigan disminuyendo, alcanzando sus valores más bajos en países como Egipto y Rwanda, donde es inferior al 0.1. Esta situación inevitable es manipulada y alimenta los argumentos neomalthusianos. Sin ignorar la importancia de la disminución del recurso tierra por habitante, lo importante es recordar que muy pocos países han sido y pueden llegar a ser autosuficientes en producción de alimentos. Es por eso que las magnitudes globales son importantes.

La tecnología es, sin duda, el instrumento más poderoso con que cuenta la sociedad para utilizar su sistema natural; su aplicación ha estado asociada a grandes e irreversibles modificaciones del ecosistema y su expresión visual: el paisaje. Los rasgos típicos del ecosistema se mantienen debido a parámetros climáticos, ecológicas, situación geográfica, topografía, diversidad de especies y otros, así como por la forma como estos elementos se asocian. Pero la explotación de la naturaleza altera su complejidad, la importancia relativa de sus componentes y de sus interrelaciones se modifica, el hombre común llega, en algunos casos, a percibir cambios en el paisaje, pero por lo general no sabe, o no se da cuenta, de que ellas son reflejo de alteraciones más profundas que sufre el ecosistema. Estas últimas van asociadas a pérdidas de diversidad, cambios en la estructura del suelo, mayores flujos de energía, menor persistencia de los ciclos de la materia y la creciente madurez del ecosistema.

La agricultura ha tenido efectos de transformación importantes que se iniciaron varios milenios antes de la era cristiana. Las poblaciones de animales y plantas, las pendientes y los valles, la cubierta de suelo fértil, la cubierta vegetal de bosques, las praderas, han sido alteradas continuamente en una forma que es hoy prácticamente irreversible: la roturación de los campos, los barbechos, las terrazas y bancales, el riego y la desecación de zonas húmedas han tenido

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