ELOGIO
lesmenschambiSíntesis8 de Mayo de 2014
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ELOGIO
Marcela Pérez de Cuéllar
Quien se hubiese formado una impresión de ella a partir de su cuidado de las formas y la belleza de su sonrisa, hubiera tenido una revelación mayor al descubrir la fuerza de su determinación, la intensidad de su vocación de servicio y la entereza de sus compromisos. Si el destino de una persona queda sellado por la manera como libra la última de las batallas, Marcela nos habrá legado una lección de nobleza y generosidad.
Partió como solía vivir: vendiendo cara su derrota, apenada de no poder seguir acompañando a los suyos, inspirada por la pureza de sus sentimientos, por su disgusto natural de lo vil y por el deseo de generar armonía en torno a sí. Mucha falta hará a quienes la conocieron de cerca y a quienes se beneficiaron de la fuerza tranquila con la que ponía en movimiento sueños y emprendimientos.
París, mediados de los años noventa. El matrimonio Pérez de Cuéllar se apresta a vivir una jubilación merecida, mientras en el Perú una autocracia corrupta organiza su propia sucesión. Javier y Marcela Pérez de Cuéllar entran al Perú desde Bolivia para anunciar al país que la fatalidad no es inevitable y que ha llegado la hora de restablecer la dignidad y el derecho.
Su discurso en Puno pone fin a su etapa de esposa de diplomático para afirmar la voz de una ciudadana que quiere para su país la justicia y la libertad que ha aprendido a valorar bajo otros cielos. Nunca se resignó al imperio de la arbitrariedad ni al silencio de los que podían hablar. Cinco años más tarde acompaña con aplomo a su marido en la delicada tarea de garantizar estabilidad al Estado y salvar los escollos de una difícil transición a la democracia.
Durante sus últimos años se abocó a canalizar ayuda internacional a la conservación del patrimonio monumental del Perú. Supo rodearse de un equipo de jóvenes a quienes transmitió amor a lo nuestro y tenacidad para sobrellevar lo que resultara demasiado nuestro. Nunca cedió a la fácil tentación del desánimo y la impotencia.
Que lo digan los habitantes de Andahuaylillas y los pueblos de nuestro territorio con cuyo orgullo se identificaba. Recorrió e hizo recorrer el Perú desde su Piura natal hasta elevadas localidades andinas con la mirada puesta en la belleza de las cosas y en la grandeza de las almas.
A medida que aumentaba su edad, crecía en ella el gusto por la acción. Y el deseo de dejar testimonio de lo vivido: escenas de la vida pública peruana, su encuentro con Juan Pablo II, su admiración a Nelson Mandela, las guerras centroamericanas o el reconocimiento de la población de Namibia. Dedicó muchas de sus últimas horas en Lima a escribir memorias impregnadas de gratitud a lo que la vida le había dado. Me ha sucedido escucharla leyendo pasajes que la hacían reír y llorar, los materiales de que está hecha la vida. La que nos toca ahora seguir viviendo sin el apoyo de su compañía pero con el recuerdo de su gravedad serena. He querido escribir este discurso como elogio de Marcela Pérez de Cuéllar, como un producto de mi fantasía.
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