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Elogio De La Locura


Enviado por   •  20 de Mayo de 2014  •  4.077 Palabras (17 Páginas)  •  238 Visitas

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INTRODUCCIÓN

Erasmo humanista holandés nacido en Rotterdam en 1469- 1536, autor de Adagios, Coloquios y Elogio de la locura, estudió lengua griega en la universidad de Oxford, combatió a los luteranos desde su aparición y escribió notables obras, también fue filósofo muy célebre. Desde un punto de vista formal, debemos decir que Erasmo, o mejor dicho su pensamiento, debe ubicarse dentro del Renacimiento, el movimiento cultural que transcurrió durante los siglos XV y XVI cuyos pensadores estuvieron conscientes de su contribución al cambio del pensamiento universal impulsado por el espíritu humanista.

El elogio de la locura es una sátira en la que la misma locura se burla de la falsa religiosidad, otras ideas y sentimientos, como el amor, el patriotismo, la ciencia, la vida misma, la infancia, la vejez, la razón y habla de la mujer como encarnación de la propia locura y de la amistad que se basa en la locura; es en pocas palabras un elogio entusiasta de todos los sentimientos.

Sin embargo, la explicación es más sencilla; al elogiar a la locura, también elogia al mismo género humano, pues solamente éste puede sufrir de locura, a más de cuatrocientos años de su muerte, Erasmo nos da la sensación de permitirnos no sentirnos culpables de cometer locuras y de convertirnos de nuevo en humanos.

Elogio de la locura obra escrita como en juego divertido e ingenioso que pretende hacer critica a la sociedad de la época, en la que todas las clases sociales son denunciadas y despedazadas por la locura, que es la que narra el relato.

ELOGIO DE LA LOCURA

Respecto al asunto que hoy me trae ante vosotros con tan caprichosa vestimenta, lo sabréis si tenéis a bien escucharme, pero no con la atención que se concede a los sermones de los predicadores, sino con las orejas que ponéis para escuchar a los charlatanes, a los hipócritas y a los bufones de feria. Hoy quiero hacer un poco de sofista ante vosotros, a cambio no escuchareis el elogio de Hércules, sino el de la locura, que es el mio propio.

Me burlo yo de esos sabios que creen que alabarse a sí mismo es el colmo de la locura, ¿existe algo más natural que contemplar a la locura proclamar y hacer que las trompetas canten sus elogios? Por otro lado con esto demuestro ser menos vanidosa que la mayor parte de los grandes y de los sabios.

Y si alguien se le ocurriera confundirme con Minerva o con la sabiduría, ¿no me seria suficiente una sola mirada para desengañarlo, sin necesidad de ese espejo infalible del alma que es la palabra?

¿Conocéis nada más placentero y precioso que la vida? ¿Quién contribuye más que yo a ampliarla? Aun así, no es suficiente haber probado que yo sola fecundo los manantiales de la vida, no habré logrado nada si no demuestro que todas las dichas que gozáis se deben a mi liberalidad.

¿Acaso alguien niega que la infancia es la más feliz y amable de todas las edades? Luego de la infancia llega la juventud, y yo pregunto ¿de donde procede este encanto sino de mi que, privándola de la razón, la libro a la vez de toda preocupación? Al mismo tiempo que los humanos se apartan de mí, la vida se aleja de ellos y muy pronto caen en la refunfuñadora vejez, época molesta para sí misma y para los demás; gracias a mí se ve la vejez libre de disgustos, es grata para los amigos y es bien acogida en las fiestas, es bueno observar que los viejos aman con entusiasmo a los niños y éstos a los viejos, cuanto más se acerca el hombre a su fin, mayor es el parecido, así el viejo se va de este mundo como si fuese niño, sin sentir la vida ni temer a la muerte.

Observad en cambio lo que yo hago: devuelvo a los mortales al periodo mejor y más placentero de su existencia. En verdad os digo que si los hombres renegaran por completo de la sabiduría y dejaran sus vidas a mi dirección, no envejecerán y su dicha juventud permanecerá tanto como ellos mismos vivieran. Ven esos pálidos rostros, abismados en el estudio de la filosofía, entre difíciles y profundas cuestiones; fijaos en cambio en mis amados locos: obesos, rebosantes de salud, como reales cerdos acarnienses, libres de las molestias de la vejes, a menos que, como sucede frecuentemente, atrapen la fiebre de la sabiduría; la locura es la única cosa que mantiene la juventud y atrasa la venida de la muerte.

¿Y que me decís de cupido? ¿Cuál creéis que sea la causa de su eterna juventud? Pues simplemente a que es amigo de las bromas y no piensa y hace otra cosa que necedades. Acepto, si así se desea, lo que afirman los estoicos cuando dicen que la sabiduría no es otra cosa que seguir los consejos de la razón, y la locura por el contrario en obedecer a las pasiones.

La mujer es mujer, es decir loca, sea cual sea el disfraz que adopte, su locura, precisamente las hace más felices que los hombres, poseen el privilegio de la belleza, que las pone por encima de los hombres, por otra parte, el hombre se lo tolera todo, llevado de la lujuria. Y ¿acaso no es locura la lujuria? Nadie que haya visto las tonterías que dice y hace un hombre enamorado podrá contradecirme.

La amistad es cosa tan prestigiosa que hasta los mismos filósofos la tienen por uno de los mayores bienes; puedo probar que soy principio y el fin de ese beneficio tan celebrado. Vamos a ver. Cerrar los ojos a los defectos de los amigos, creer en sus sentimientos, elogiar sus vicios como si fuesen virtudes, ¿no es algo propio de la locura?

Cuanto acabo de decir es aplicable con mayor razón al matrimonio, podría decírseme que todo esto es fruto de la locura, pero no es menos cierto que sin ella la esposa no soportaría a su marido ni el marido a su esposa, y en la casa la tranquilidad sería imposible. En conclusión, sin mí no es posible ninguna relación humana, sin mí, prontamente se hartaría el súbdito de su príncipe, el criado del amo, el estudiante del maestro, el amigo del amigo, el marido de su mujer. Es pues necesario que todos se engañen, se adulen y se sonrían hipócritamente: en una palabra, que se unten mutuamente la miel de la locura.

No hay nada más loco que admirarse a sí mismo. Pero, sin embargo, ¿qué cosa bella, amable o agradable podría hacer un hombre descontento de sí mismo? ¡Tan cierto es que cada cual debe halagarse y aprobarse a sí mismo, antes que esperar que los otros lo hagan!

La guerra, como es bien sabido, es el origen de los hechos más memorables de la humanidad. Y no obstante, ¿hay mayor locura que ensalzarse en una lucha terrible cuyas causas se ignoran y que inevitablemente traen más pérdidas que ganancias para

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