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ENSAYO FIESTAS FOLCLORICAS DEL HUILA


Enviado por   •  11 de Julio de 2013  •  1.520 Palabras (7 Páginas)  •  1.167 Visitas

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FIESTAS FOLCLORICAS DEL HUILA

CELEBRACION DEL SAMPEDRO

ENSAYO

Para hacer referencia a la ancestral tradición del Departamento del Huila, en la celebración de las festividades sampedrinas, debemos ir a la historia de ellas, para hacernos una idea de como nacieron y de la relevancia que tienen en nuestra cultura opita.

Desde la época de la Colonia, el departamento del Huila celebra las Fiestas de San Juan y San Pedro, que no solamente constituyen una gran muestra cultural llena de música, bailes y comparsas, sino también recuerdan las viejas tradiciones de esta región de Colombia.

En el siglo XVIII, las fiestas se constituyeron oficialmente para aclamar “La Jura”, es decir la actividad de obediencia y respeto al Rey de España. Las celebraciones duraban, en ese entonces, diez días durante los cuales el pueblo participaba en diferentes actividades, entre ellas la corrida de toros.

En esa época, San Juan era una fiesta rural que se celebraba en el campo, en forma de paseos familiares, o en la orilla del río donde se preparaba un tradicional asado huilense. San Pedro, por el contrario, era una fiesta urbana desarrollada en la ciudad con la cabalgata, la pólvora, el aguardiente y mucha música.

A partir del 1960, las fiestas se han fortalecido con una rica y muy variada oferta cultural. A partir de ese momento, el Festival Folclórico, considerado Patrimonio Cultural de la Nación, se conoce como uno de los mejores a nivel de organización, al que solamente pueden asistir grupos de reconocida trayectoria artística.

En los tiempos modernos de este gran festival, el Departamento del Huila gracias a la hospitalidad de sus pobladores, ofrecemos orgullosamente a propios y visitantes toda nuestra cultura opita, donde se encuentra el evento mas grande y único del país, como es el festival folclórico y reinado del bambuco declarado patrimonio cultural.

En el mes de junio los huilenses hospedan a familiares y amigos residentes en el resto del país y hasta de regiones extranjeras, los que vienen en busca de diversión y que participan en todos los eventos así como el deguste de la amplia gama de la gastronomía típica de las fiestas como el asado huilense, los tamales, envueltos insulsos, bebidas como el masato etc.

Igualmente marcan un espacio importante de la celebración los rajaleñas, apuntes picantes sobre la cotidianidad del huilense, los bailes al son de las tambores entonadas por las bandas de música y grupos de música campesina, todo ambientado con el consumo del aguardiente doble anis.

Pasando a hacer un recorderis del inicio de las cabalgatas, estas son una de las expresiones más típicas de la cultura folclórica huilense, toda vez que representan no sólo aspectos festivos sino también un largo pasado cuando el transporte en el Huila y en Colombia se realizaban a lomo de mula y a caballo.

Las cabalgatas como tradición cultural constituyen una herencia de los tiempos de los caminos de herradura. En el Huila -como en el resto del país- eran la mula y el caballo el más extendido me- dio de transporte, sobre todo a los lugares donde no era posible la navegación fluvial. No existían las vías carreteables que hoy conocemos y, en consecuencia, el territorio estaba surcado por una red de caminos de herradura por donde a diario transitaban las muladas acarreando productos y mercancías, así como los jinetes que se desplazaban de un lugar a otro.

Era natural que el caballo, que hacía parte de la vida cotidiana, desempeñara un significativo papel en las celebraciones festivas. Para las fiestas de San Juan, que tenían lugar más que todo en las áreas rurales, la gente acostumbraba irse en cabalgata de vereda en vereda o de uno a otro poblado, departiendo alegremente bajo los efectos euforizantes del aguardiente. Estas visitas colectivas y fiesteras eran correspondidas por los anfitriones de tal forma que durante los días de las fiestas era constante el ir y venir de las cabalgatas en que participaban hombres y mujeres, en un extraordinario ambiente de jolgorio, amenizado por agrupaciones que tocaban rajaleñas y otros aires de la música autóctona.

No eran cabalgatas previamente organizadas como ocurre actualmente en los centros urbanos, sino una manifestación espontánea en que participaba todo aquel que deseara y tuviera un animal en que montarse. Como no existía el transporte automotor, que exige regulaciones, en los pueblos se paseaba a caballo, sin someterse a rutas preestablecidas, ni horarios, ni nada. Era la libertad completa, con el solo cuidado de no atropellar con la cabalgadura las personas que transitaban a pie.

Durante todo el año la gente esperaba con ansiedad a que llegara el San Juan para participar en las abigarradas cabalgatas. Los jinetes, ataviados con anchos zamarros pañuelos raboegallo, sombreros suaceños o corroscas de pindo, al trote o al galope y con los ponchos agitados por

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