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EQUIDAD DE GÉNERO EN EL TRABAJO AGRÍCOLA EN MÉXICO

Many15fresa07Tarea23 de Febrero de 2016

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Instituto Tecnológico Superior de Centla

Maestría:

Estrategia para el desarrollo Regional Sustentable

Materia:

Género y Desarrollo Sustentable

Catedrática:

Dra. María de los ángeles Pérez Villar

Artículo:

Equidad de Género en el Trabajo Agrícola en México

Alumna:

Manuela Hernández Marín

Frontera, Centla a 24 de Octubre del 2015

EQUIDAD DE GÉNERO EN EL TRABAJO AGRÍCOLA EN MÉXICO

MD. Manuela Hernández Marín[1]

Resumen

Todos los países y contextos están inmersos en una constante que se repite de manera sorprendente y uniformemente: las mujeres tienen menor acceso que los hombres a los activos, insumos y servicios agrícolas, así como a menores oportunidades de empleo rural.

Las mujeres representan 20% de la fuerza laboral agrícola en los países de Latinoamérica. Las mujeres aportan contribuciones esenciales a la economía rural de todas las regiones de los países en desarrollo en calidad de agricultoras, trabajadoras y empresarias (FAO, 2010).[pic 2]

Según Judith Domínguez, autora del estudio “Análisis de la equidad de género en las formas de acceso a programas productivos y de gestión ambiental”, existen dos principales barreras para el acceso de las mujeres a los apoyos gubernamentales: el no contar con una titularidad comprobable de sus tierras y los patrones socio culturales que sitúan a la mujer en un estado de subordinación a las decisiones del hombre.

Al día de hoy, en México ya existen infinidad de instituciones, programas e iniciativas de equidad de género, y es común encontrar lenguaje incluyente en los programas de apoyo y estadísticas de desarrollo según el género.

Palabras clave

Equidad de género, Feminización, Desarrollo, Productividad y Agricultura.

Introducción

Las normas de género dictan los roles de las mujeres y los hombres en la agricultura y el trabajo rural. En algunas sociedades esto restringe la movilidad de las mujeres y su posibilidad de comprometerse a un trabajo productivo fuera del hogar. Estas normas varían de un sitio a otro, pero a menudo cambian muy lentamente.

Las mujeres realizan la mayoría de los servicios domésticos no remunerados y del trabajo voluntario, que en general no son reconocidos como trabajos ni incluidos en las estadísticas de empleo.

Históricamente los hombres y las mujeres tienen diferente acceso y control a la tierra, al agua y a los recursos naturales en general. Por supuesto todas estas generalidades deben ser probadas o revisadas en cada situación particular, pero hay una clara tendencia que muestra que por tradición, los varones tienen asegurados sus derechos de acceso a la tierra y al agua, mientras que las mujeres acceden a tierra y agua a través de los miembros masculinos de la familia: esposo, padre o hermano, más que a tener títulos de propiedad a su propio nombre.

Marco de Referencia sobre la Equidad e Igualdad de Género en México.

El marco de referencia sobre la equidad e igualdad de género en México muestra que para el año 2010, la población ascendió a 112.3 millones en total, 51.2% mujeres y 48.8% son hombres. La proporción de mujeres y hombres es 51-49.

El promedio nacional de la población femenina rural es de 22.86%. Los estados de Hidalgo, Chiapas y Oaxaca son los más elevados del promedio, con porcentajes que oscilan desde el 47.38, 50.38 y 52.30 respectivamente.

Respecto a la participación económica de las mujeres, se observa que de cada 100 mujeres de 14 años y más solamente 42.5 participan en alguna actividad económica, en comparación con una proporción de 77.6 hombres.

Recientemente el INEGI ha comenzado a medir y asignarle valor al trabajo no remunerado. Para 2010 fue valorado en 2.9 billones de pesos, lo que representaría 21.9% del PIB nacional, donde las mujeres aportan 16.6% y los hombres 5.3%. En las zonas rurales, en promedio las mujeres realizaron trabajo no remunerado valorado en 43,800 pesos per cápita en el año 2010 (INEGI, 2012).[2]

Respecto al índice de desarrollo relativo al género (IDG), que incorpora la pérdida en desarrollo humano atribuible a la desigualdad entre mujeres y hombres, en 2005 a nivel nacional fue de 0.66%. En tanto que, el Índice de Potenciación de Género (IPG), que incluye medidas sobre las oportunidades de las mujeres en la vida política, en el acceso a los recursos económicos y al empleo, ubicó a México en el lugar 39 de 109 países medidos (PNUD, 2010).

La contribución de la mujer en la agricultura

El acceso equitativo a oportunidades de empleo es especialmente importante para las mujeres rurales, como un modo de asegurar los medios de vida y el bienestar de sus familias, fomentar su empoderamiento económico y social y contribuir al crecimiento de sus comunidades.

En el modelo global de desarrollo económico el 80% de la población mundial malvive con el 20% de los recursos, una situación que afecta directamente a las mujeres, y que en la actualidad es conocida como feminización de la pobreza.

Como documenta la FAO: Los datos de la población económicamente activa en el sector agrícola tienden a excluir el trabajo no remunerado que realizan las mujeres rurales en la economía agrícola y de la familia. Si se incluyera el trabajo no remunerado, las cifras del empleo femenino en la agricultura serían todavía más altas.[3]

Investigaciones recientes revelan asimismo un incremento constante en América Latina de la participación femenina en la agricultura. En esta región se percibe en los últimos 20 años un considerable aumento del número de hogares rurales encabezados por mujeres, que suelen ser la principal fuente de ingresos de sus familias y por lo general trabajan en la agricultura[4]. Además, en América Latina los niveles de pobreza aumentaron del 60 por ciento a casi el 64 por ciento entre 1980 y 1999, y la cifra absoluta de personas que viven en la pobreza y de mujeres dedicadas a la agricultura (tanto de subsistencia como comercial) aumentó del 15 por ciento al 20 por ciento entre 1990 y 1999.

Los datos indican que está aumentando en todo el mundo el número de hogares encabezados por mujeres debido a la migración interna y externa, a los conflictos civiles, las enfermedades y a la dislocación de las estructuras tradicionales de la familia. Independientemente de la presencia o ausencia del cónyuge masculino en el hogar, casi en todas las sociedades corresponde a las mujeres la elaboración y preparación de los alimentos, el suministro y obtención de atención médica y de vestido para los hijos.

De esta manera, en los últimos decenios la responsabilidad cada vez mayor de las mujeres en la reproducción y mantenimiento de la familia casi en todos los países de bajos ingresos se traduce en una estrategia de subsistencia más bien compleja, que plantea muchas exigencias. Esta estrategia diversificada de subsistencia es una respuesta a una serie de fenómenos internos y externos que con frecuencia repercuten en las familias rurales, por ejemplo:

  • Mayor emigración de los hombres, que deja a las mujeres como únicas responsables de la familia;
  • Mayor vulnerabilidad ante las fuerzas del mercado mundial conforme se vuelve menos económico producir los alimentos tradicionales, disminuyen los ingresos rurales, la agricultura comercial requiere más insumos y la agroindustria domina los recursos productivos;
  • Crisis locales y regionales, como los conflictos civiles y el SIDA, que dejan a las mujeres a cargo de los huérfanos dependientes.

La seguridad alimentaria y el bienestar de la familia son, por lo tanto, importantes razones para proteger o incrementar el acceso y el control de las mujeres sobre la tierra y otros recursos productivos. Diversos estudios demuestran que cuando los recursos están a cargo de las mujeres, es más probable que se destinen a incrementar el consumo de alimentos, la protección y el bienestar general de la familia, así como a reducir la malnutrición de los niños[5]. De esta manera, la evaluación cabal de las repercusiones de la liberalización del comercio en la seguridad alimentaria, el estado de nutrición y el acceso a los insumos agrícolas y a otros factores de la producción, desde una perspectiva de género, es una medida muy importante y decisiva en la elaboración de todo programa o política destinados, en última instancia, a mejorar la seguridad alimentaria o a combatir la pobreza.

Oportunidades económicas en la agricultura para las mujeres

El incremento de la participación de las mujeres en las actividades de elaboración y manufactura para exportación tiende a asociarse al proceso en marcha de liberalización del comercio y las inversiones, así como a la expansión de las actividades de las empresas transnacionales en las economías en desarrollo.

Estas nuevas oportunidades de empleo, con todo, no siempre mejoran las condiciones de vida de las mujeres y sus familias. Por lo general, el incremento en la demanda de mano de obra femenina no suele asociarse a salarios más elevados.

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