ESTÉTICA Y CULTURA

La cultura es entendida como conjunto de rasgos distintivos que caracterizan a una sociedad o grupo social, el hombre se expresa a través de obras, tanto artísticas como utilitarias desde tiempos remotos y en esa evolución histórica ha cuestionado sus propias realizaciones, las de sus antecesores y contemporáneos para crear obras trascendentes en el tiempo por sus características objetivas y subjetivas que añaden valor estético.

En ese sentido, la estética cumple una función filosófica en la medida que reflexiona sobre el arte, el cual se manifiesta en las representaciones culturales de una sociedad que tiene como necesidad la expresión de sus sentimientos y emociones y una constante búsqueda de la belleza como valor.

Sin embargo, los valores estéticos no pueden ser definidos porque responden a la subjetividad del artista, a su interioridad y al cumulo de experiencias sociales, históricas y políticas que moldean e impactan en su manera de entender el mundo.

El arte como actividad requiere un aprendizaje, la ejecución de una técnica que requiere una especialización y el talento creativo necesario para la expresión de una visión particular del mundo.

El autor E. H. Gombrich en su tratado La Historia del arte, afirma que “No existe, realmente, el Arte. Tan sólo hay artistas”. Para este autor los primeros artistas eran hombres que cogían tierra coloreada y dibujaban toscamente las formas de un bisonte sobre las paredes de una cueva y hoy, compran sus colores y trazan carteles para las estaciones del metro.

De acuerdo con su visión la palabra arte puede significar muchas cosas distintas y nos advierte que el “Arte, escrita la palabra con A mayúscula, no existe, pues el Arte con A mayúscula tiene por esencia que ser un fantasma y un ídolo”. Posición tal que puede afectar a un posible artista cuando le sesga su manera de expresarse “diciéndole que lo que acaba de realizar acaso sea muy bueno a su manera, sólo que no es Arte”.

Gombrich continua su estudio “a todos nos atrae lo bello en la naturaleza... pero esta inclinación a los temas bonitos y atractivos puede convertirse en nociva si nos conduce a rechazar obras que representan asuntos menos agradables”.

El párrafo anterior nos demanda una nueva mirada al concepto de arte, más allá de la consideración puramente estética. Tomando en cuenta que la estética como rama de la filosofía se ocupa principalmente de la percepción de la belleza y la fealdad, pero va más allá de ello y se ocupa también de la cuestión de si estas cualidades “estéticas” están de manera objetiva presentes en las cosas, o si existen sólo en la mente del individuo.

Por lo tanto, la estética tendrá por finalidad mostrar si los objetos son percibidos de un modo estético o si los objetos tienen, en sí mismos, cualidades estéticas.

Así mismo, en los inicios de la evolución del arte se combinaban la función práctica con la estética, pero en el siglo XVIII en el mundo occidental se empezó a distinguir el arte como un valor puramente estético y las artes utilitarias estuvieron degradadas a oficios, lo que ha ido cambiando paulatinamente, a partir del siglo XX.

Y es precisamente ese, uno de los principales problemas que enfrentamos para identificar la belleza en el arte, principalmente por la compleja gama de expresiones artísticas, ya sea plásticas, literarias, visuales o musicales, cada una de ellas derivada de una evolución propia y de una continua reinterpretación, hasta llegar actualmente, a conformarse por un conjunto de características individuales, diferentes entre sí pero al mismo tiempo unidas por una delgada conexión sublime que causa un asombro o emoción en el espectador o lector.

No asumimos en este concepto lo sublime como sinónimo

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