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Educacion


Enviado por   •  11 de Julio de 2015  •  2.201 Palabras (9 Páginas)  •  115 Visitas

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La exclusión y la inclusión social en la educación

Introducción

Este ensayo tiene como finalidad primordial analizar la inclusión y la exclusión social, partiendo del rol de la escuela en el sistema actual para poder reflexionar sobre los factores que intervienen en esta realidad.

La escuela es definida comúnmente como una institución que imparte educación. Pero ¿La función de la escuela será un recurso de la sociedad para el cumplimiento de esos fines y objetivos que derivan de un “compromiso público general”, según Parsons y la teoría del orden , o un instrumento que contribuye a la legitimación de las relaciones de dominación, según la teoría de Poulantzas? Porque en ese “educar” se transmiten otras normas, mensajes culturales, ideas, que van más allá del proceso de aprendizaje en cuanto a los contenidos pedagógicos. A su vez, la escuela está vinculada a la idea de contención, de fraternidad, de homogeneidad, que habría que analizar si no contiene discursos y prácticas que conforman un contrasentido con esta idea, que generan competencias, jerarquías, aprobados, desaprobados, alumnos que ‘sirven’ otros que no, alumnos que quedan dentro del sistema educativo, y otros fuera de él. El alumno que tenga un promedio de alrededor de 9 no tiene el mismo lugar que el que tiene un raso 7, y el desaprobado, ya sabrá cuál va a ser su lugar en la sociedad, probablemente el mismo que tiene en la escuela. Este cruel sistema de calificaciones y formación de conceptos de sujetos según sus calificaciones, no es casual, es un reflejo del sistema económico.

Muchas veces se cree lo contrario, que las sociedades son más o menos productivas de acuerdo con el nivel y calidad del sistema escolar. Sin embargo, si bien la educación tiene un rol importante, hay otros factores que tienen que ver con el modelo de producción, de acumulación y distribución, que van a hacer que una sociedad sea más o menos justa. Según Pablo Gentili(1), “Un modelo de desarrollo excluyente se consolida y amplía en la medida en que alienta un sistema escolar excluyente (…) A la vez, un modelo de desarrollo excluyente precisa, además de una educación que discrimina, un mercado de trabajo discriminador, relaciones sociales que se fundan en la violación de derechos humanos, un sistema productivo en que la prepotencia empresarial se sobrepone al interés colectivo, un Estado ausente ante las necesidades y demandas populares, un débil sistema de protección social, etc.”. Lo que antecede parece ser una descripción de nuestro sistema actual. No obstante, la educación tiene herramientas y posibilidades para revertir estas injusticias, discriminaciones y formas de exclusión que sufren varios sectores sociales. En la medida en que cambie la educación, cambiarán las personas. Para mi no va.

Si bien en materia educativa se viene tratando de garantizar el acceso a la mayor parte de la sociedad, ese acceso se produce de manera muy desigual. Esas desigualdades tienen que ver con varios factores, el lugar donde viven los alumnos, el ingreso económico familiar, el acceso a los bienes y servicios, las posibilidades de consumo, etc. Therborn propone dos conceptos sobre la ideología a impartir: la ego- ideología y la alter- ideología. La primera se trata de la ideología que desarrolla una clase para sostener su identidad y unidad; y la segunda, es la ideología que elabora esa misma clase para que sirva como falsa identidad y obstaculice o desarticule la unidad de las clases dominadas (3).

Es decir que, las inequidades sociales se transforman en inequidades educativas, y esas desigualdades se arrastran a todos los ámbitos. Por eso en la actualidad, las condiciones sociales y económicas en las que nacemos, determinarán nuestra vida, nuestro futuro, si seremos los incluídos o excluídos del sistema; y la escuela no logra revertir, ni siquiera contribuir a que esto no suceda. La escuela y los medios de comunicación constituyen los “aparatos de hegemonía” de mayor relevancia (4). Nos instalan junto con otras instituciones, como la familia, una realidad que se nos instala como natural y como la única posible. Esa realidad no es fortuita, sino que tiene relación “con los procesos sociales, con las relaciones de dominación- subordinación”, en si, por la acción de esos aparatos de hegemonía. La escuela debería disminuir la brecha que separa a los que pueden acceder a una educación de calidad y los que tienen como única opción una escolaridad pobre, sin recursos. Después de todo se trata de un derecho de los individuos, el derecho a la educación, que Pablo Gentile(2) lo define como la posibilidad de acceder a las mismas oportunidades educativas, que en América Latina debería traducirse en políticas públicas orientadas a revertir las condiciones de exclusión y discriminación y abandono en que viven millones de niños y niñas. Por eso, para poder garantizar el derecho a la educación y que sea equitativo, también deberían cambiar las relaciones sociales patrimonialistas y coloniales que discriminan a los pobres, el racismo institucional y el sexismo, que anidan en el corazón del Estado y que estructuran las relaciones interpersonales en la esfera del mercado.

En la medida que el establishment mantenga el control del sistema educativo, la contradicción la tendrán las clases populares. En una sociedad desigual e injusta, los bienes materiales y de status son escasos y, en consecuencia las capacidades que la escuela proporciona, sirven a los individuos para competir en mejores condiciones en el mercado. La escuela más que proporcionar a las clases populares herramientas socialmente válidas, lo que hace es otorgar competencias individuales. El éxito o el ascenso de unos pocos individuos no otorga mayor poder a la clase social a la cual pertenecen ni apunta a crear condiciones que favorezcan tal cosa (5).

En América Latina se está dando, gracias a los movimientos sociales, una nueva vía para educar a las clases populares, la educación popular. “Los movimientos sociales están tomando en sus manos la formación de sus miembros y la educación de los hijos de las familias que los integran. En un principio, esta fue la forma de contrarrestar la retirada del Estado nacional de sus tareas sociales: la educación, la salud, el empleo, la vivienda, que se fueron degradando durante dos décadas de políticas neoliberales. Una vez dado este paso, los movimientos se pusieron a considerar cómo deben encarar las tareas que antes cumplía el Estado: si se limitan a competir con él, o si las tareas educativas que encaran forman parte de la construcción de un mundo nuevo” (6).

La educación popular es un movimiento cultural muy importante en nuestra época, y promueve la constitución de los sujetos como

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